Carlos Mattaroni

En 2019, había sorprendido a la opinión pública argentina y a la militancia kirchnerista aquella fórmula presidencial y los acuerdos políticos realizados por la principal líder: Cristina Kirchner colocaba a Alberto Fernández (político de poca monta) como primer mandatario, mientras en la cámara de diputados ubicaba a Sergio Massa (político de segunda), conservando para sí, la cámara de senadores.

La jugada política respondía a un pacto implícito de gobernanza Kirchner-Biden, parte del empresariado AmCham y nacionales, como así también la Embajada. Así las cosas, se lo empoderó en 2022 a Massa con el ministerio de economía para ahora ubicarlo como candidato a presidente del país. La apremiante situación judicial a la que empujaron a Cristina Kirchner y su familia a la finalización de sus gobiernos 2007-2015, el intento de asesinato y una condena, la impulsan finalmente a actualizar el acuerdo original.

En su lógica (contradictoria?) de construir política e integrar sus gobiernos con agentes-enlaces relacionados a sectores de poder estadounidenses (Massa, Scioli, Alberto F., Lousteau, Redrado, Timerman, Béliz, Guzmán, etc.) pero luego victimizarse de la criminalización y judicialización en su contra por lawfear desde EEUU; su espacio político se encuentra año tras año cada vez más lejos de la toma de decisión política real con el supuesto objetivo de evitar que la derecha alcance el poder total en la Argentina.

La realidad de la Argentina marca que la pobreza ascendió en los últimos tiempos y se mantiene al 40-50%, la miseria al 10%, con niveles extremos de bestialización social por aplicación de modelos económicos-sociales fallidos, mientras el actual gobierno negocia el crédito que Macri tomó con el FMI y aplica, con Massa ministro, un brutal ajuste inflacionario sobre la población argentina, quien ahora ve estupefacta un futuro incierto con Massa presidente.

Los 378.000 millones de dólares de deuda externa condicionan definitivamente todo pretendido proyecto basado en soberanía política e independencia económica, ahora enterrado por la propia Cristina Kirchner con su nueva creación presidencial (Massa-Rossi). Del otro lado del mismo mostrador, el ala republicana se apresta a ubicar a Patricia Bulrich, Horacio Larreta o Javier Milei como CEOs de otro posible gobierno neoliberal.

Gane quien gane, las corporaciones norteamericanas y europeas tendrán aseguradas sus ganancias a partir de la explotación de petróleo, gas, oro, cobre, litio, uranio, tierras raras, aceites vegetales, granos, etc) servicios básicos y telecomunicaciones: un saqueo permanente que a pesar de los gobiernos nac & pop, no se detuvo en los últimos 20 años.

El pacto con el acreedores privados, FMI, BM y UE «a lo Grecia», tiene componentes de traición a la propia militancia kirchnerista que «no acepta supuestas decisiones estratégicas infalibles de líderes esclarecidos que defeccionan» para mantener cuotas de poder e inmunidad para sus propios actos de gobierno, aseguran sectores integrantes de agrupaciones políticas locales.

La agudización de la crisis económica y social que indefectiblemente se precipita con la llegada de cualquier precandidato a la presidencia, vislumbra un futuro cercano impredecible y volátil, con situaciones de tensión social extrema al borde una posible crisis civilizatoria de alto impacto regional.

La «gobernanza» garantizada por el pacto Biden-Cristina señala el rumbo hacia el que se dirige la sociedad argentina que incautamente observa, sin reaccionar, como la dirigencia neo-progre-liberal la conduce a una situación de colapso de alcances inimaginables.

Administrar el gobierno conviviendo con las mafias de estados paralelos enquistadas en los tres poderes del estado, conduce indefectiblemente a la esclavización de la sociedad y a la pobreza, y pone en peligro la seguridad alimentaria y la salud de las grandes mayorías populares.

El pacto con el enemigo para evitar un mal mayor acerca a las cúpulas hacia el mal mayor, sea demócrata o republicano, y pone en retirada a un supuesto progresismo alejado de la realidad del pueblo argentino.