Por Guillermo Kantos

La entrevista televisiva realizada el pasado 18 de mayo a la actual vicepresidenta de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, dejó una seria de definiciones políticas que debemos analizar con rigor militante para lograr comprender el sistema de creencias y de toma de decisiones que ha utilizado la lidereza política más importante de nuestro país para llevar a cabo su accionar en los últimos años.

La situación a analizar consiste en que, habiendo dejado el poder presidencial en diciembre de 2015, comenzó (a mi leal saber y entender), un camino con errores conceptuales profundos que han llevado a su espacio político a una serie de derrotas y a un solo triunfo electoral relativo (2019), en un itinerario de retrocesos y pérdida de poder relativo generalizado con relación al Poder Real (poder económico, financiero, mediático, judicial, corporaciones, embajadas de países centrales, etc.)

Analicemos entonces solo algunas de sus principales afirmaciones y desmenucemos el verdadero significado de sus palabras (y de sus omisiones):

  • «Es injusto apuntar a todo el Poder Judicial, porque hay buenos jueces, juezas, fiscales. Pero la verdad es que el dispositivo del Poder, empezando por la Corte, se ha convertido en un dispositivo de persecución política y de debilitamiento«.
  • «Decidieron suspender las elecciones de Tucumán y San Juan 72 horas antes que empezara la veda, después de un fin de semana donde hubo elecciones muy desfavorables para Juntos por el Cambio. Y ahora parece que le pasaron al Procurador el tema de las elecciones en Formosa, Se van a animar a todo«. 
  • «Estoy en libertad condicional técnicamente. No es una frase que quede bien, pero es la realidad«.
  • «Cuando anuncié la candidatura de Alberto muchos gobernadores decían ‘se terminó el ciclo de Cristina’. La CGT no se sabía si estaba con Macri o con el peronismo. Durísimo, sí, pero verissimo. Los movimientos sociales y el Frente Renovador estaban ahí. Lo de Alberto fue una buena estrategia, pero después depende de la gestión

El Poder Real que fácticamente gobierna el país desde hace muchas décadas y que tuvo su máxima expresión en las dictaduras cívico-militares-imperiales sucedidas a lo largo del siglo XX, continua intacto: es un verdadero poder mafioso, un estado paralelo presente en los tres poderes del estado que impide cualquier tipo de transformación en favor de los intereses de las mayorías ciudadanas.

De esta forma, este poder ya había condenado en años recientes a un expresidente (Menem) y tal vez asesinado a su hijo, a pesar de haber llevado adelante todas las políticas exigidas por la mafia nacional e internacional durante su mandato. Menem debió mantener sus fueros, de por vida, mediante la senaduría para evitar ser privado de su libertad. Destino que el poder real quiere para Cristina de permanecer sin fueros, radicada en territorio argentino.

Para ese poder y a la salida de la ilusoria convertibilidad peso-dólar, un gobierno bajo la forma de socialdemocracia peronista era necesario entonces para mantener el control de la población sin alterar demasiado la estructura política, económica y social imperante en el país.

Los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández coexistieron y negociaron durante sus mandatos con el poder real, quien en la práctica mantiene el control de las variables jurídicas, económicas, políticas y sociales. Si bien los presidentes Kirchner consiguieron algunos logros relativos tras una situación de tragedia humanitaria causada por el denominado neoliberalismo, nunca lo hicieron transformando de manera profunda e irreversible la realidad, frente a un sistema económico que perpetúa y acrecienta unas inhumanas condiciones materiales de existencia para gran parte de la población argentina: un proceso que luego de los desastrosos gobiernos de Macri y Alberto Fernández, desemboca en la actual situación de crisis según las siguientes cifras oficiales.

En ese escenario hostil para el desarrollo positivo de cualquier fuerza democrática que se precie de ser transformadora y que pueda mejorar en algo la situación de la población, el poder real disciplina a la cúpula política y condena judicialmente a Cristina en primera instancia, inhabilitándola para ejercer cargos electivos en el futuro, bajo amenaza latente de proscripción y cárcel.

La hipótesis esbozada por Cristina sobre una supuesta gobernabilidad basada en que si ella no era la presidenta, se podía gobernar y de paso, «safar» del acoso judicial y limpiar sus causas, no funcionó. El poder real no perdona y ante un posible y probable escenario de próxima confirmación de condena por la Cámara y la Corte Suprema, las posibilidades de prisión o exilio político, son elevadas.

  • «Las consecuencias del programa que impone el FMI toman el timón. Siempre es así. Es un programa financiero el del Fondo. (Sergio) Massa agarró una papa caliente. Estamos con dificultades, necesitamos revisar ese acuerdo con el Fondo. El año que viene Argentina tiene vencimientos por 25 mil millones de dólares (…). Es necesario un acuerdo sobre cómo desatamos el nudo gordiano entre todos los partidos políticos que tengan expectativa de gobierno o representación parlamentaria«.

Las consecuencias del acuerdo realizado por Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional (FMI), ya eran sabidas cuando Cristina escogió a Alberto Fernández como presidente. No así la sobrevenida pandemia del covid-19, que puso de rodillas a la humanidad y golpeó severamente a los países más vulnerables del globo.

La fragilidad financiera de la Argentina y una serie de decisiones tomadas en el marco del dominio del poder fáctico -que adopta en 2019 como gerente a Alberto F.- llevan al país a una situación de crisis extrema en la administración del ministro de economia Guzmán colocado por Stiglitz y Soros para mantener el status quo, en constante tensión con la vicepresidenta acorralada desde el comienzo por el denominado partido judicial aunque ingenuamente esperanzada, dada tal vez su (de)formación profesional, creyendo poder ganar pleitos judiciales en su contra iniciados por la mafia; sin embargo uno solo de ellos bastó para «sacarla de la cancha».

En materia económica, el condicionamiento de la deuda externa con el FMI y los acreedores privados le ponen la «soga al cuello» a los ciudadanos argentinos, quienes vieron como los gerentes del oficialismo y la oposición aprobaron en el Congreso Nacional un acuerdo infame que ahora Cristina recomienda modificar para evitar que el sistema vuelva a colapsar como en el 2001, provocando una verdadera catástrofe humanitaria. Cristina mandó a sus diputados y senadores a votar en contra, aunque siempre asegurando que deben respetarse los compromisos asumidos por el estado argentino, refrendando de esta forma e insólitamente, el acuerdo que dice rechazar. Una contradicción flagrante de un accionar inconsistente.

Por si esto fuera poco, colocar al sinuoso Sergio Massa como ministro de economía para ganar tiempo ante la inexorable profundización de la crisis «a lo Grecia» con un mayoritario rechazo de la población a la actual política de la coalisión gobernante dependiente lastimosamente de los dólares estadounidenses que el FMI pudiera prestar a Massa para «salvar» (hundir) al gobierno de Cristina- Massa- ALberto F.

Esta estrategia suicida no parece funcionar, al menos para el Pueblo.

  • «Entre las provincias e intendencias hay un vínculo más cercano con la gente que con lo que sucede a nivel nacional. A un gobernador no le adjudican los problemas de inflación, por ejemplo. Estamos en un momento difícil, pero creo que van a ser unas elecciones atípicas, de tercios. Así como la elección de 2019 fue una elección de techos, porque había solo dos partidos, ahora estamos ante una elección de tercios, donde lo importante, más que el techo, es el piso. Lo importante es entrar al balotaje«.
  • «No voy a ser candidata, está muy claro lo que escribí el otro día, es una ratificación de lo que dije el 6 de diciembre. Puedo tener muchos defectos, pero soy una persona que cuando habla sabe que la palabra de una persona que ha sido dos veces presidenta y que lidera una fuerza política debe ser ejercida con responsabilidad». 

Los laboratorios de inteligencia internacionales y locales construyeron en la Argentina un espacio de ultraderecha mediático para captar el voto idiota de una parte de la población y así condicionar aún más las políticas públicas y al desastroso gobierno de Alberto Fernández, asediado por su propia realidad e inoperancia, confirmando el error político histórico y la elección equivocada de Cristina de un presidente «caballo de Troya» de los poderes económicos. Las contradicciónes y fragilidades de un armado político «inviable» desde su origen, crearon las condiciones necesarias y suficientes de un escenario futuro de altas probabilidades de colapso social.

Finalmente, es muy difícil representarse a un Fidel, Lula o Chávez declinando postularse al comando de un país porque el poder judicial lo hostigue, o peor aún, intenten eliminarlo. Solamente alguien que en su ideario acepte y naturalice todas las reglas engañosas de una democracia fallida -descubierta ahora hostil- puede suprimir su responsabilidad conciente y no hacerse cargo de una situación que ella misma generó, intentando «duplicar la apuesta» y los esfuerzos para enderezar el barco que construyó y que lamentablemente se encuentra a la deriva.

En definitiva, no estar a la altura del momento histórico al no tener una comprensión acabada de las fuerzas que actúan en la «Matrix» dan como resultado ser funcional al poder que en apariencia se pretende discursivamente combatir, actuando entonces sobre una realidad basada en falsas premisas, no verificables en la «realidad real», que dan como resultado derrotas, al haber implementado vanamente principios y valores de un sistema que no ha funcionado, no funciona y no funcionará para los pueblos sufrientes del Mundo: un Poder omnipresente que muy pocos líderes han enfrentado de verdad con éxito.