por Fernando Ramos M.
El intento de asesinato contra Cristina Fernández mantiene aun en vilo a la vida política de Argentina y los analistas locales e internacionales se encuentran confundidos ante el magnicidio fallido sobre la principal lidereza del país.
Si bien los autores materiales han sido identificados, detenidos y procesados penalmente, no se han detectado a los responsables intelectuales e instigadores de tan aberrante práctica para eliminar físicamente a tan importante personalidad mundial.
Tanto los periodistas de medios de comunicación hegemónicos cuanto los políticos de la denominada oposición al gobierno Fernández-Fernández, relativizaron el atentado y dejaron de mencionarlo públicamente como una estrategia de impedir y/o encubrir a los verdaderos autores del lamentable suceso que pudo acabar con la vida de Cristina. Incluso se publicaron encuestas que afirmaban que un 60% de la población no creía en la veracidad del evento.
Mientras tanto, el oficialismo se mantuvo inicialmente en shock realizando un intento de dialogar con integrantes de la cúpula opositora para supuestamente calmar los ánimos de otros posibles odiadores que pudieran continuar intentando cometer tan repudiable acto magnicida.
La jueza y el fiscal de la causa se han ensimismado en la idea de no avanzar demasiado en quienes cranearon la operación homicida contra Cristina Fernández desde sectores ultras de la sociedad argentina.
Sin lugar a dudas, podríamos afirmar que el asesinato (de lograse) hubiera sido el inicio de fase de violencia política como ocurriera en otros momentos de la vida del país y la continuación de una lucha tal que sectores radicalizados comenzarían una serie de venganzas que desencadenarían eventos dantescos en un país gobernado por una clase empresarial-política-mediatica-judicial que organizó y gerenció durante décadas el saqueo de la Argentina, beneficiando a grupos corporativos de países del Norte.
Este saqueo expresado en remisión de ganancias al exterior, fuga de capitales, lavado de dinero, evasión y elusión de impuestos, pagos de créditos apócrifos con el FMI, BM y BID, ha expoliado al pueblo argentino y generado millones de pobres en los últimos 40 años, llegando a los actuales 36.5% de pobreza y 8.8% de indigencia.
La clase gobernante aliada a los poderes reales decidieron la matriz de explotación de los recursos naturales, económicos y humanos que permite a las corporaciones (y gobiernos) de los países centrales imponer su modelo económico que, con variantes en diferentes administraciones, mantienen al país en un estado de crisis permanente para continuar extrayendo sus ganancias a lo largo de los años.
A la salida de la pandemia y en plena guerra Rusia-OTAN en Europa, se decidió desde el Norte optimizar ganancias intentando eliminar físicamente a Cristina Fernández de Kirchner, quien no se sabe aún como reaccionará (huida, rendición o combate) a una declaración de «guerra política total» desatada por las fuerzas oscuras que realmente gobiernan la Argentina.