Página12

«No es inocente ni gratuita la legitimación de discursos extremos, de llamados a la agresión, de planteos que niegan legitimidad democrática del adversario político», se dijo ayer sobre el escenario montado en la Plaza de Mayo.

«Todos hemos visto movilizaciones donde se pasearon por las plazas más importantes bolsas mortuorias, ataúdes o guillotinas», se recordó. Y finalmente se planteó: «El odio, nunca más». El documento que presentaron una gran cantidad de dirigentes sociales, gremiales y políticos, representantes de organismos de derechos humanos, gobernadores, funcionarios, legisladores, incluyó un contundente «llamamiento a la unidad, pero no a cualquier precio: el odio afuera», una advertencia crítica que pronto se trasladaría al núcleo duro de Juntos por el Cambio, conminado a decidir si ir o no a la sesión especial de este sábado para tratar un proyecto de repudio al intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner.

La plaza, mientras tanto, lució repleta, entre la felicidad del encuentro y la conmoción todavía latente, en una jornada que todos los participantes calificaron como histórica. Y que tuvo réplicas en todo el país, con las principales plazas también llenas y movilizaciones en todas las provincias.

Sentadas, sonrientes, abrazándose al final, Estela de Carlotto y Taty Almeida dominaron el centro de la postal del escenario, lleno. Desde su casa, Nora Cortiñas había hecho llegar su acompañamiento: «Ayer estuve en la Plaza, como todos los jueves, hoy no me animé con tanta gente, por mis achaques, pero estoy con ustedes, estoy ahí», le dijo a Página/12, con sus joviales 92 años. Fue cariñosamente nombrada entre quienes sí estuvieron «de cuerpo presente» frente a esa plaza colmada, en un viernes de sol: entre muchos y muchas Axel Kicillof, Sergio Massa, Carla Vizzotti, Jorge Taiana, Horacio Pietragalla, Tristán Bauer, Juanchi Zabaleta, Juliana Di Tullio, Victoria Tolosa Paz, Andrés Larroque, Mayra Mendoza, Mercedes Marcó Del Pont, Daniel Filmus, el gobernador Raúl Quintela, el titular de la AFIP, Carlos Castagnetto, la cúpula completa de la CGT, Hugo Yasky, Roberto Baradel.

«No hay manera de relativizar ni minimizar un intento de magnicidio. La solidaridad y el repudio de dirigentes de toda América Latina, de los Estados Unidos, de Europa y del Papa Francisco, muestran que el mundo comprende cabalmente la gravedad de lo ocurrido», comenzaba planteando el texto que leyó Alejandra Darín, la presidenta de la Asociación Argentina de Actores. El contundente título del documento fue: «La paz social es una responsabilidad colectiva».

«El ‘límite’, del que hemos oído hablar mucho en las últimas horas, no se cruzó ayer. Desde hace varios años, un sector minúsculo de la dirigencia política y de sus medios partidarios, viene repitiendo un discurso de odio, de negación del otro, de estigmatización, de criminalización de cualquier dirigente popular o afín al peronismo, y aún de cualquier simpatizante», se dijo. «Nadie es individualmente responsable por las acciones de otros, pero quienes cedieron minutos de aire a los discursos de odio deberán reflexionar sobre cómo han colaborado para que lleguemos hasta esta situación». En esa parte del discurso, la concurrencia respondió con un cántico que es un clásico: «El que no salta es de Clarín».

A la derecha, la pared

«La vida democrática es incompatible con el accionar de minorías violentas que pretenden llevar de las narices al resto de la sociedad, u obligar a determinada dirigencia a tomar posiciones cada vez más sectarias con tal de contentar a esa supuesta clientela electoral», advirtieron. La idea de una «escalada por derecha» en los discursos y políticas de la oposición (incluido el vallado a la casa de la vicepresidenta y la represión de la Policía de la Ciudad, defendida por Horacio Rodríguez Larreta) viene siendo planteada por la vicepresidenta –así lo hizo en el discurso que dio en el Senado– y por todo el arco oficialista. Repetida en esta plaza, luego de un intento de magnicidio, los hechos de las últimas horas suenan a tragedia anunciada.

Si la tocan a Cristina

El final del documento es con el Himno cantado con los dedos en V y algunos puños alzados, y coreado como en cancha. «¡Viva la Patria!», cierra Taty Almeida. Y vuelven los versos más cantados durante toda la tarde: «Si la tocan a Cristina… qué quilombo se va a armar».

Ministros, ministras y funcionarios fueron y vinieron durante toda la tarde entre la Casa Rosada y la plaza, entrando y saliendo del vallado de seguridad. «Desde que terminó la reunión de Gabinete nos quedamos todos y todas por acá. Es un momento para estar con la gente», le dijo Carla Vizzotti a Página/12 antes de entrar a la Rosada, y mencionar las reuniones que mantuvo Alberto Fernández por la tarde con distintos funcionarios, luego de visitar en su domicilio a Cristina Kirchner (ver aparte). Entre palabras de apoyo de la gente, la ministra de Salud fue una de las más solicitadas para la foto.

Tarde de sol

La Plaza de Mayo y sus alrededores lucieron realmente colmados por una multitud (ver nota aparte). El movimiento era incesante y por la tarde las estaciones de subte cercana eran hormigueros en los que se cruzaba gente que llegaba a la manifestación, y otros que se retiraban, muchos portando banderas Argentinas.

Con un sol cálido brillando sobre un cielo muy diáfano en la Ciudad de Buenos Aires, se respira un extraño clima que oscila entre la alegría del encuentro, del estar ahí y ser muchos y muchas, y la conmoción que todavía atraviesa las conversaciones, los rostros, los posteos que se hacen desde la Plaza. Entre los cánticos y la música que sale de distintos rincones –Los Redondos, los más escuchados, pero también La Delio Valdez, Gilda, Néstor En Bloque– la tarde sólo es interrumpida por el ruido que mete un helicóptero que «barre» desde muy baja altura la plaza, y en el que se lee bien grande la palabra «Policía». Las fotos ampliadas permiten ver que es de la Federal. El repudio y los silbidos son instantáneos y estridentes: «¡Están provocando! ¡Nunca nos filmaron así, desde tan cerca, y es peligroso!», grita la gente.

Hay columnas nutridas y banderas de organizaciones, una de H.I.J.O.S. –son 30.000– muy visible frente al escenario, pero también mucha gente «suelta», familias con niños pequeños, grupos de amigos. Llama la atención la gran cantidad de concurrencia joven. «Tal vez los jóvenes estábamos un poco desilusionados con este gobierno, y anoche nos acomodaron de un cachetazo», le dice Antonela, de veinti cortos, a Página/12. «Nosotros no vivimos el menemismo ni el 2001, mucho menos la dictadura. Hay cosas que pensamos que están ganadas desde siempre, y no».

Angel y María Marta, que se presentan como «ya flamantes abuelos», escuchan la charla y completan: «Nosotros sí vivimos todo eso. Y por eso estamos acá». Unos y otros, con sus razones, están seguros de que era «urgente y necesario» venir a llenar la plaza.