Germán Gorráiz López
Según la OIT, desde el 2019 habría 21 millones de desempleados más en el mundo hasta alcanzar la cifra de 207 millones de parados aunado con un déficit de 175.000 millones de dólares en los presupuestos climáticos de los países pobres. Asimismo, según Intermón Oxfam, más de 260 millones de personas adicionales engrosarán la tasa de población mundial que viviría en la absoluta pobreza hasta llegar al 13% de la población mundial, por lo que las autoridades monetarias mundiales debería tener como objetivos impulsar la frágil e incipiente recuperación económica global, promover una capacidad productiva diversificada y garantizar una evolución equilibrada de los ingresos.
Sin embargo, el fenómeno de la globalización económica ha conseguido que todos los elementos racionales de la economía estén interrelacionados entre sí debido a la consolidación de los oligopolios, la convergencia tecnológica y los acuerdos tácitos corporativos por lo que la desbocada inflación de la economía estadounidense podría acelerar la subida de tipos del Dólar y la reducción del programa masivo de compras de bonos por la Fed ( tapering). Ello, aunado con los efectos colaterales de la guerra de Ucrania en forma de estanflación, podría provocar que la crisis sistémica acabe lastrando la incipiente y frágil recuperación económica mundial y desemboque en escenarios de estancamiento económico secular (secular stagnation).
Por otra parte, la escalada de los precios del crudo tendrá su reflejo en un salvaje encarecimiento de los fletes de transporte y de los fertilizantes agrícolas lo que aunado con la sequía en Canadá y EEUU, la ausencia del grano ucraniano debido al conflicto con Rusia y la consecuente aplicación de restricciones a la exportación de commodities agrícolas de países como India para asegurar su autoabastecimiento, podría producir el desabastecimiento de los mercados mundiales y el incremento de los precios hasta niveles estratosféricos. Si a ello le sumamos la intervención de los brokers especulativos en el mercado de futuros de las commodities agrícolas, el resultado sería una espiral de aumentos de precios en las materias primas imposibles de asumir por las economías del Primer Mundo y el finiquito de los Objetivos del Tercer Milenio de reducir el hambre en el mundo.
El economista de la FAO Abdolreza Abbassian, en declaraciones a The Associated Press, señaló que para alimentar la población mundial, (que llegará a 9.000 millones de personas en el 2050), se necesitará un incremento de 70% de la producción global de alimentos en los próximos 40 años, tarea que se antoja titánica pues mientras la población mundial crece un 1,55% anual, los rendimientos del trigo (la mayor fuente de proteína en países pobres), habrían sufrido un descenso del 1%. Así, según la FAO, el índice de precios de cereales habría aumentado el 56% en el 2022, estando según la ONU en la antesala de una crisis alimentaria mundial que afectará especialmente a las Antillas, México, América Central, Colombia, Venezuela, Bolivia, Egipto,Cuerno de África, Mongolia, Corea del Norte, India, China, Bangladesh y Sudeste Asiático, ensañándose con especial virulencia con el África Subsahariana.