Por Patricio Porta
Las elecciones en Irlanda del Norte marcaron el resurgimiento del Sinn Féin, que supo ser el brazo político del IRA, y la debilidad de los unionistas protestantes que miran cómo el Brexit los aleja cada vez más de Londres. Los nacionalistas republicanos obtuvieron 27 bancas en la Asamblea frente a las 25 que ganó el Partido Unionista Democrático (DUP), lo que le da a Sinn Féin la oportunidad de encabezar el próximo Ejecutivo norirlandés. Y también la posibilidad de impulsar un referéndum para la unificación de las dos Irlandas.
Pero el triunfo de los republicanos se debió menos a sus logros que a los errores políticos del DUP, y tendrán que manejarse con cautela. Por lo pronto, Sinn Féin no cuenta con los números que le aseguren una victoria en una eventual consulta para decidir el futuro de Irlanda del Norte, un territorio británico donde católicos y protestantes lucharon durante décadas por la independencia o la permanencia en el Reino Unido.
El conflicto sectario, que se tradujo además en un enfrentamiento entre los republicanos -partidarios de unirse a la República de Irlanda- y los unionistas -leales a la corona y a la protección de Londres-, terminó en 1998 con los Acuerdos de Viernes Santo, que obligan a los partidos más votados de ambas comunidades a gobernar en coalición. Ahora el DUP amenaza con impedir la formación del nuevo Ejecutivo si el primer ministro Boris Johnson no tumba antes el Protocolo de Irlanda del Norte, parte del acuerdo post Brexit pactado con la UE para evitar una frontera física entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte.
Ahora el DUP ya no es la primera fuerza y la negativa a negociar con Sinn Féin podría provocar una crisis política y, sobre todo, generar un clima de inestabilidad
El DUP ya dejó a Irlanda del Norte sin gobierno meses atrás en represalia al Protocolo: los unionistas sienten que los controles aduaneros a los productos procedentes del resto del Reino Unido mantienen a la región dentro del mercado único europeo y aislada de las leyes británicas. La diferencia es que ahora el DUP no es la primera fuerza y la negativa a negociar con Sinn Féin podría provocar una crisis política y, sobre todo, generar un clima de inestabilidad.
Michelle O’Neill, vicepresidenta de Sinn Féin y con seguridad la próxima primera ministra del territorio, cargó este miércoles contra los unionistas por bloquear la formación del gobierno. «Lo que necesitamos ver son los puestos ocupados: primer ministro, viceprimer ministro, todos los puestos ministeriales ocupados y poner manos a la obra», sostuvo. O’Neill apuntaba directamente a Jeffrey Donaldson, líder de DUP, a quien acusó de estar «secuestrando y castigando a la sociedad» por los resultados electorales.
Los unionistas están en una encrucijada, porque sin el Protocolo de Irlanda del Norte el comercio se verá afectando, así como el resto de la economía, los niveles de empleo y los ingresos de los norirlandeses. El DUP prioriza la identidad y la lealtad a Londres por sobre la estabilidad de la región. A las generaciones más jóvenes les preocupan las cuestiones del día a día, el conflicto entre nacionalistas y unionistas no es percibido como un asunto urgente y el programa ultraconservador del DUP respecto al aborto y a la diversidad sexual apenas atrae a los nuevos votantes.
Sinn Féin es el síntoma de una descomposición mayor. La intransigencia del DUP terminó por dividir al campo unionista. El más moderado Partido Unionista del Úlster (UUP), que tuvo un rol clave en los Acuerdos del 98, pagó el precio del acercamiento con la comunidad católica y fue desplazado por el DUP como la primera fuerza del unionismo, relegada a un tercer lugar en las elecciones.
Lo que necesitamos ver son los puestos ocupados: primer ministro, viceprimer ministro, todos los puestos ministeriales ocupados y poner manos a la obra
Ahora el UUP cayó a la cuarta posición, detrás del Partido de la Alianza, una formación que intenta mantenerse al margen del conflicto sectario y se hizo con 17 bancas en la Asamblea después de las elecciones del jueves pasado. La Alianza también responsabilizó al DUP por la parálisis política y le advirtió que los norirlandeses votaron para tener un gobierno. Cualquier discusión sobre la derogación del Protocolo deberá darse después de acordar un nuevo Ejecutivo.
Los unionistas sienten que están perdiendo el pulso de un territorio que ha avanzado con los Acuerdos del Viernes Santo y les aterra la idea de una eventual reunificación, una reivindicación que Sinn Féin no ha abandonado. Para garantizar la estabilidad en Irlanda del Norte, el primer ministro Boris Johnson adelantó que estudia suspender partes del Protocolo. De esta forma confía en destrabar la formación del gobierno norirlandés.
El movimiento independentista en Escocia y la victoria de Sinn Féin son alertas para Westminster. Aunque no prospere la separación de Londres, los efectos no deseados del Brexit obliga a Johnson a contener las exigencias de sus socios del DUP. El inconveniente para el gobierno británico es que la UE advirtió que cualquier decisión unilateral por parte de Londres en relación con el Protocolo desencadenará una guerra legal y comercial.