Fernando Ramos M.
En la Argentina del gobierno de Alberto Fernández-Cristina Kirchner asumido el 10-D del 2019 se mencionan como hechos catastróficos la «pandemia del macrismo» (2015-2019) y la pandemia del covid19, (marzo 2019-actualidad), sin embargo una nueva pandemia irradió sobre el país de Maradona y el Che Guevara, Perón y Evita, el Papa y Messi: la «pandemia del FMI».
Cristina Kirchner designó a Alberto Fernández como su candidato a presidente, luego de ser sometida durante los cuatro años de gobierno de Mauricio Macri a una andanada de «Lowfear», (nombre light con que se denomina en el país a la guerra de IV generación o guerra multidimensional), desatada sobre ella y sus funcionarios procesados y presos, por parte del poder real que gobierna efectivamente en Argentina: la embajada de EEUU y sectores del poder corporativo USA , el poder empresarial local, sectores de la justicia federal, y medios de comunicación.
Esta decisión de asumir la vicepresidencia y dejar que Alberto F. se desempeñe en el poder ejecutivo tuvo lógica en el objetivo de desplazar a Macri del gobierno, luego de su desastroso paso por la Casa Rosada que obligó al poder real a quitarlo y negociar con el kirchnerismo bajo la condición necesaria impuesta por el establishment consistente en que Cristina no fuera la presidenta.
La sobrevenida pandemia del covi-19 puso en evidencia las caracteristicas ramplonas del actual presidente, quien coherente con su desempeño como operador político de otros (Cavallo, Kirchner, Massa, Randazo), y como abogado de empresas, negoció como gerente durante dos años con el FMI, a quien pagó religiosamente cada una de las cuotas de la deuda tomada por Macri por la friolera suma de 47000 millones de dólares, pagaderos a partir del mandato del actual gobierno.
Semanas antes del vencimiento de una impagable cuota de 2.800 millones, el FMI y su principal aportante, los EEUU, comienzan entonces a presionar al gobierno argentino y Alberto F. resuelve aceptar el chantaje mientras Cristina guarda un llamativo silencio, en tanto su hijo Máximo, decide abandonar culposamente la presidencia del bloque oficialista en diputados, como muestra de desacuerdo con la estrategia planeada por el ministro de economía Martín Guzmán, aunque sin cuestionar el pago en si mismo, sino la estrategia.
Luego de la derrota legislativa en manos del macrismo en 2021, producto de los malos manejos gubernamentales en la pandemia propiamente dicha y un torniquete neoliberal a la economía cotidiana, sumado a la situación económica heredada de la «pandemia macrista», el pueblo argentino afronta ahora la nueva pandemia del FMI. Así las cosas, tanto Máximo como Cristina avizoran un tiempo plagado de incertidumbres y angustias (para el pueblo) debiendo «autoconvivir» con el gobierno que ellos mismos colocaron, pero al que, al mismo tiempo, padecen como experimento fracasado luego de haber liderado tres gobiernos kirchneristas propios, con mejor suerte que el actual.
Para intentar no inmolarse de aquí al 2023, el kirchnerismo ha decidido iniciar un cierto repliegue político táctico con el objetivo de evitar el impacto directo e intentar controlar los daños de las consecuencias del acuerdo con FMI, que comienza a desplegarse por el territorio argentino y que contará con el inevitable monitoreo permanente de enviados del organismo multinacional para asegurarse la acumulación de reservas en el Banco Central y el posterior cobro de los intereses y capital de la deuda externa que Argentina tomó como presente griego en 2018.
No se puede determinar con exactitud el grado del daño que el acuerdo causará a la coalisión gobernante de Alberto F. – Cristina K. – Sergio Massa, aunque la magnitud de los costos políticos serían casi a niveles de colapso, abriéndose así un peligroso camino para la sociedad argentina, que, manipulada por la elite empresarial y sus medios, se dirige hacia un nuevo gobierno más a la derecha de Macri en 2023 con consecuencias dantescas para la economía de un país saqueado durante décadas por las corporaciones internacionales y sus socios locales.
Las ganancias extraídas desde los bancos gracias al accionar de todos los gobiernos, han empobrecido a millones de ciudadanos con la complicidad de un sistema político dependiente del poder económico que, con variantes en las diversas gestiones, hundió a las grandes mayorías nuevamente desilusionadas y expuestas ahora, a la «pandemia del FMI».