Alejandro López González
Cuando las tropas rusas entraron en Ucrania el 24 de febrero con la misión de degradar las capacidades militares de Kiev, a las que el presidente Putin describió como una amenaza existencial para la seguridad de Rusia, y cuando, en consecuencia, las naciones de EE. UU. y la OTAN respondieron con un ataque económico sin precedentes contra Rusia, ha resultado evidente que la narrativa anti-Putin cada vez más estridente e histérica proveniente del mundo transatlántico tenía poco que ver con Ucrania y el despliegue de tropas rusas en su frontera. En realidad, las potencias occidentales muestran una respuesta histérica ante el colapso de su «orden unipolar» posterior a la Guerra Fría. El comportamiento de Boris Jhonson como el más feroz antirruso de todo occidente, evidencia que hay un esfuerzo dirigido desde la City de Londres y Wall Street, actuando como apoderados financieros del «Complejo Militar-Industrial», con la misión fundamental de evitar un mayor desarrollo económico de aquellas naciones que no son parte de su «club elitista», y especialmente la posibilidad del surgimiento de un nuevo sistema financiero justo, al servicio de un orden multipolar de naciones soberanas, comprometidas con la paz y el desarrollo económico. Este nuevo orden incluye más enfáticamente a Rusia y China, cuyos líderes consolidaron un acuerdo estratégico el 4 de febrero de 2.022 que provocó una respuesta de pánico de los principales miembros del «club occidental exclusivo», debido al temor de que la alianza establecida entre China y Rusia gane más adeptos de naciones que no están dispuestas a renunciar a sus soberanías en nombre del «Gran reinicio financiero» propulsado por los banqueros del Foro de Davos.
En realidad, el tema de las muchas declaraciones y comentarios oficiales dentro de las potencias financieras occidentales, tuvieron más que ver con el miedo a que la unidad de estas dos potencias, consolidada en la cumbre Putin-Xi, pudiera en realidad desafiar objetiva y claramente al poder militar y económico hegemónico y totalitario de los Estados Unidos de América en todo el mundo. El autor, Roland Oliphant, resumió la causa de la histeria al escribir que, con este acuerdo, «el dominio del Occidente global liderado por Estados Unidos podría ya no ser algo que se dará por sentado» (eso les preocupa mucho). Este pánico entre los gerifaltes de la elite financiera occidental se mostró abiertamente en los comentarios de varios funcionarios europeos y estadounidenses durante los días previos a la intervención militar de Rusia en Ucrania, y en los pronunciamientos de la intención de proceder con un régimen de sanciones brutales si Rusia invade Ucrania, y su continuo rechazo a la consideración seria de la demanda de garantías de seguridad de Putin. Antes de las acciones militares de Rusia en Ucrania, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión de la Unión Europea, dijo en la conferencia de Seguridad de Munich que el objetivo de las hipotéticas sanciones contra Rusia (en caso de invadir Ucrania) sería evitar que Rusia diversifique su economía más allá del petróleo y el gas, cortando el acceso ruso a la tecnología moderna. El primer ministro británico, Boris Johnson, fue aún más explícito en los comentarios del 21 de febrero, cuando dijo que si Rusia invade Ucrania, las empresas rusas no podrán comerciar con libras y dólares. Agregó que cortarían el acceso de la empresa rusa a los mercados financieros de la ciudad de Londres. Estas amenazas son coherentes con el llamado abierto a una guerra económica devastadora contra Rusia, descrito en un memorando publicado después de una reunión en la Casa Blanca, el 25 de enero, en el que se establece que la intención de las sanciones sería llevar a cabo una guerra financiera para destruir la campaña que Putin está dirigiendo para mejorar y modernizar la economía rusa, algo que preocupa principalmente a Londres y Washington. En una sesión informativa dada el 25 de enero, dos altos funcionarios anónimos de la Casa Blanca dijeron que con las sanciones que pretenden imponer, el «gradualismo del pasado queda en el olvido, esta vez comenzaremos con la parte superior de la escala, con el máximo dolor, y nos quedaremos allí hasta destruir por completo la economía rusa». «Un ejemplo dado fue el uso de «controles de exportación», diseñados para dar «un golpe severo e inmediato a Rusia y, con el tiempo, hacer que su economía sea más frágil».
En el período previo a las acciones militares rusas, Putin acusó a Occidente de utilizar a Ucrania como una herramienta para provocar una invasión por parte de Rusia, para justificar su destrucción de la economía rusa. Agregó, en una conferencia de prensa conjunta con el presidente de Bielorrusia, Lukashenko, que espera más sanciones contra Rusia y Bielorrusia, incluso si no hay una invasión. Así lo reafirmó el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Lavrov, quien dijo el 22 de febrero que el objetivo de Occidente es «castigar a Rusia», utilizando «todo tipo de sanciones paralizantes… Sabemos que impondrán sanciones en cualquier caso, con o sin pretexto». Cuando Estados Unidos y los países de la OTAN iniciaron las sanciones, supuestamente debido a que las primeras tropas rusas ingresaron a Ucrania, un desafiante Putin dijo: «… la presión de las sanciones no disminuirá nuestra determinación de defender firmemente nuestros intereses. Vemos que el chantaje, la intimidación y las amenazas son las únicas herramientas que la política estadounidense tiene en su arsenal, atrapada como está en los estereotipos de un mundo unipolar y una falsa certeza de que Estados Unidos todavía tiene el derecho y puede imponer su propia política global. Esto no funciona con las potencias globales, principalmente Rusia y otros actores internacionales clave. Que sus satélites y estados clientes que han perdido por completo su independencia, sigan los gritos amenazantes que vienen de los Estados Unidos».
Una vez que las fuerzas militares rusas lanzaron sus acciones quirúrgicas contra las fuerzas armadas de Ucrania, que se habían visto reforzadas por grandes entregas de armas avanzadas por parte de Estados Unidos, el Reino Unido y otros aliados de la OTAN, entonces comenzó la avalancha, previamente planificada, de nuevas sanciones contra Rusia. El presidente Biden anunció que Estados Unidos impondrá «sanciones financieras radicales y controles de exportación». Tales medidas, dijo, «paralizarán» la economía rusa, afectando gravemente la capacidad de Rusia para hacer negocios en dólares, euros y yenes. Afirmó que los controles de exportación cortarán «más de la mitad de las importaciones de alta tecnología de Rusia» y restringirán el acceso a insumos tecnológicos vitales, «atrofiando su base industrial…». Funcionarios en Rusia han declarado que el país puede sobrevivir a estas nuevas y más severas sanciones, agregando que los efectos se sentirán mucho más agudamente entre los aliados europeos de los angloamericanos, especialmente si incluye cancelar el gasoducto Nord Stream 2, con el que muchos países europeos cuentan para hacer frente a la escasez de energía y los altísimos precios, causados principalmente por las incompetentes y auto destructivas políticas verdes auto impuestas por la Unión Europea. El peligro que las sanciones a Rusia implican a las economías de los aliados transatlánticos en Europa fue reconocida por uno de los defensores de tales sanciones, quien dijo que el dolor que tales medidas causarán a los pueblos europeos puede afectar negativamente la «unidad» de la alianza antirrusa, pero que ese es el precio que debe pagarse para «derrotar la agresión rusa». Varios analistas han señalado que esto también crearía un pretexto para culpar a Rusia por el colapso financiero que se avecina, que no ha sido causado por Rusia ni por la guerra en Ucrania, sino por el colapso sistémico del sistema financiero occidental debido a la adhesión a las políticas económicas neoliberales y a la Agenda 2.030. Así llegamos al meollo del asunto. Cada vez es más evidente que el colapso financiero global ya no se puede evitar, dados los volúmenes de deuda incobrable y la inflación que ha resultado del estúpido intento de cubrir la deuda con la expansión monetaria de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Una burbuja especulativa que ya se está desmoronando. Esto comenzó en septiembre de 2019, cuando la Reserva Federal tuvo que intervenir para inundar los mercados de préstamos con volúmenes de liquidez cada vez mayores. Esto fue necesario ya que los bancos comerciales, que habían sido los proveedores de liquidez, se retiraron, ya que las demandas de liquidez excedieron su capacidad, debido a que luchaban por cubrir sus propias obligaciones de deudas infladas.
Desde hace varios meses existe una renovada preocupación por parte de los especuladores de Londres y de Wall Street de que la amenaza de un tsunami de incumplimientos no haya podido ser contenida por la creación ilimitada de liquidez, que es la causa principal de la hiperinflación, creando una opción sin salida para los bancos centrales: cortar el flujo de dinero barato para detener la inflación, que corre el riesgo de provocar una reacción en cadena de incumplimientos; o seguir bombeando liquidez, lo que garantizaría el desencadenamiento de una hiperinflación al estilo de Weimar a nivel mundial, con terribles consecuencias para todas las naciones. Es un callejón sin salida, o al menos, sin una salida en la que se pueda eximir al capitalismo financiero mismo de todas las culpas del fiasco. Es necesario buscar culpables externos, culpables que no sean los especuladores financieros, los bancos comerciales y el sistema depredador financiero de Londres y Wall Street y de ahí la posibilidad de que se pretenda escalar la guerra en Ucrania a niveles de peligro para la supervivencia de cientos de millones de personas en nuestro planeta. Los culpables han de ser los Rusos, los Chinos, los Indios, etc. Sin embargo, ya hay otra alternativa a la locura neoliberal que ha producido esta crisis sistémica, y que se basa en lo que está surgiendo en Eurasia, a través de la integración de las naciones con la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, que podría extenderse a Europa. El acuerdo Putin-Xi, si bien es atacado como una amenaza militar, es más aterrador para los banqueros occidentales y los manipuladores financieros que para el mismo Pentágono, ya que representa una alternativa potencial a la implosión del sistema basado en dólares inorgánicos de Londres/Wall Street. Twitter: @AleksTron
(Escrito con información de Executive Intelligence Review / LRO / Schlanger)