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El director de la alianza de vacunas Gavi, que lidera la iniciativa auspiciada por Naciones Unidas para llevar vacunas contra el COVID-19 a países en desarrollo, dijo que ha visto los primeros indicios de que los países ricos empiezan a retener donaciones por temor a la variante ómicron del virus, y que acaparar los fármacos podría producir una «Desigualdad 2.0».

El doctor Seth Berkley, director general de Gavi, hizo una evaluación de los casi dos años de lucha contra la pandemia mientras la alianza actualizaba sus previsiones de suministro de vacunas contra el COVID-19. Las estimaciones se han ido reduciendo, debido en gran parte a los vetos a la exportación y al acaparamiento de vacunas por parte de algunos países productores, que según los críticos deberían haberse anticipado.

«Lo que estamos viendo con la variante ómicron es pánico en muchos países, que ha llevado a una aceleración de las dosis de refuerzo tanto en el número de personas que las han recibido como en los plazos para administrarlas», explicó Berkley a The Associated Press en una entrevista el martes por la tarde en su casa a las afueras de Ginebra.

Berkley se refería a las dosis adicionales administradas en países ricos a una amplia parte de la población, y no sólo a los que corren riesgo de sufrir un cuadro grave de COVID-19.

La alianza públicoprivada, con sede en Ginebra, ha liderado la gestión del programa COVAX que respalda Naciones Unidas y que en un principio aspiraba a llevar vacunas contra el COVID-19 a todos los países. Su objetivo se modificó después de que los países ricos, e incluso algunos pobres, empezaran a cerrar sus propios acuerdos para conseguir las dosis.

Eso bloqueó buena parte de los escasos suministros y provocó una enorme desigualdad en el acceso a los fármacos. La gran mayoría de las aproximadamente 10.000 millones de dosis entregadas en todo el mundo han ido a países ricos. COVAX ha entregado poco más de 700 millones de dosis.

«También empezamos a ver donantes que no quieren donar sus dosis tan rápido como podrían debido a la incertidumbre del momento en el que nos encontramos», dijo Berkley, que declinó especificar. «Por supuesto, nuestra preocupación en el largo plazo es, si resulta que se requieren nuevas vacunas contra variantes, que pueda haber una ‘Desigualdad 2.0’ en la que veamos a países ricos acaparar una vez más esas vacunas, como vimos al principio de la pandemia».

Aunque aún no está claro cómo de contagiosa, grave y resistente es la enfermedad provocada por ómicron, la nueva variante podría requerir revisiones a las vacunas actuales o incluso la producción de fórmulas nuevas. Berkley señaló que la vacuna contra el COVID-19 de Novavax, que depende de una tecnología habitual en las vacunas contra la gripe y ha demostrado su eficacia contra otras variantes, podría obtener la autorización de emergencia de la Organización Mundial de la Salud en cuestión de «días».

La producción global de vacunas de COVID-19 se ha disparado en las últimas semanas y el suministro es un problema menor que antes. Ahora el desafío es asegurarse de que los países pueden recibir vacunas que en ocasiones necesitan almacenaje a temperaturas muy bajas o se entregan en lotes que deben utilizarse enteros una vez abiertos.

Hay un riesgo de que se desperdicien vacunas. Berkley señaló que algo de pérdida es inevitable, e insistió en que menos del 1% de vacunas de COVAX se han desperdiciado.

Una destacada crítica de la gestión de Gavi al frente de COVAX dijo que aunque cortoplacista, es comprensible que los políticos prefieran suministrar vacunas primero a su población. Muchos de los problemas pueden atribuirse a países ricos que no garantizaron un suministro continuado de vacunas, señaló, y ahora algunos países en desarrollo podrían tener problemas por la llegada repentina de entregas acumuladas.

«Dado que los países de altos ingresos acapararon vacunas y no permitieron (…) una distribución ordenada, ahora tenemos este aluvión de final de año, básicamente, de pronto, sorpresa sorpresa, en sistemas frágiles de salud, algunos están teniendo auténticos problemas para gestionarlo», dijo Kate Elder, asesora de alto nivel de política de vacunas en Médicos Sin Fronteras, que ofrece atención médica en todo el mundo.

Gavi gestiona COVAX junto con el Centro de Innovaciones de Preparación para Epidemias y la OMS, la agencia de salud de Naciones Unidas. UNICEF maneja la distribución y administración de las vacunas.

Gavi espera haber entregado entre 800 millones y 1.000 millones de dosis para final de año a los países más pobres del mundo, dijo Berkley, en línea con sus objetivos. La alianza encontró variaciones respecto al plan original de entregas en países «autofinanciados» que en principio iban a recibir vacunas a través de COVAX, pero no utilizaron el mecanismo como estaba previsto y en muchos casos optaron por contratos directos con las farmacéuticas.

Gavi esperaba tener 1.400 millones de dosis disponibles para final de año.En un principio había marcado un objetivo de 2.000 millones de dosis para finales de 2021.

Berkley señaló que Gavi espera tener otros 800 millones de dosis en el primer trimestre del año que viene, pero no todas están confirmadas. Aún hay dudas sobre los suministros de fabricantes, autorizaciones regulatorias y donaciones que son «en cierto modo más impredecibles». Regiones como Estados Unidos y la Unión Europea han sido fuentes clave de donaciones.

COVAX, que nunca pretendió ser un mecanismo de donaciones, se ha visto obligada a adaptarse y revisar sus estrategias, y las donaciones de países como los europeos han sido cada vez más importantes para su labor.

«De hecho, en el planteamiento y método de trabajo original ni siquiera teníamos donaciones», comentó Berkley. «Eso sólo ocurrió debido al acaparamiento de vacunas que se estaba produciendo en los países ricos y por el hecho de que teníamos vetos de exportación».

Los críticos señalan que Gavi no tuvo en cuenta que los países actuarían en interés propio y erró al apostar por buscar suministros para todo el mundo a través de un enorme programa nuevo, con un impacto cuestionable en el largo plazo. En su lugar, señalan, Gavi debería haber reforzado sistemas de distribución de vacunas que ya existían como la Organización Panamericana de Salud, un organismo regional de la OMS.

Elder, de MSF, señaló que aunque es más fácil analizar la situación en retrospectiva, «ha habido un tremendo número de defectos en el mecanismo COVAX, probablemente muchos de los cuales podrían haberse anticipado comprendiendo el entorno y cómo iban a responder a esta pandemia los países con medios».