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«Esta es la evolución natural«, se jactó el sábado el portavoz del Pentágono, John Kirby, después de que se concretara el supuesto cambio del papel de los militares estadounidenses al concluir las conversaciones técnicas entre funcionarios de ambos países.

Kirby insistió, sin embargo, en que el cambio no supondrá ninguna modificación inmediata de la distribución y el número de fuerzas estadounidenses en Irak, afirmando que cerca de 2500 soldados estadounidenses siguen en el país y continuarán asesorando y entrenando a las fuerzas de seguridad iraquíes después de que se completara la «transición» la semana pasada.

En una entrevista publicada el viernes por The Associated Press (AP), el jefe del Comando Central de EE.UU. (Centcom, por sus siglas en inglés), el general Kenneth F. McKenzie, afirmó que las tropas estadounidenses reducirán su papel combativo y continuarán brindando apoyo aéreo y asistencia militar al Gobierno iraquí.

Las declaraciones de Kirby y McKenzie se producen días después de que el asesor de Seguridad Nacional de Irak, Qasem al-Arayi, anunciara el fin de las misiones de combate de las fuerzas de la llamada coalición estadounidense en el país árabe.

Esto mientras el portavoz del Movimiento Hezbolá Al-Nuyaba, Nasr al-Shammari, restó credibilidad a cualquier promesa de Estados Unidos al respecto y se manifestó convencido de que las tropas norteamericanas no se retirarán de Irak, y que el anuncio del fin de su presencia en tal territorio solo supone una redefinición de la misión de Washington.

Advirtió asimismo que los ataques de las unidades de la Resistencia contra las tropas de ocupación continuarán hasta que salga el último soldado estadounidense de Irak.

Bagdad ha cuestionado en distintas ocasiones la efectividad de los bombardeos de la llamada coalición y la critican por los daños estructurales y las muchas víctimas civiles que han dejado en su territorio.

Es más, la presencia continua de las tropas estadounidenses se ha convertido en un tema polarizador, especialmente luego del brutal asesinato del teniente general iraní Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) de Irán; del subcomandante de las Unidades de Movilización Popular de Irak (Al-Hashad Al-Shabi, en árabe), Abu Mahdi al-Muhandis; y de varios de sus compañeros, en un ataque aéreo perpetrado por EE.UU. el 3 de enero de 2020 en Bagdad (capital iraquí).

Tras la agresión, el Parlamento de Irak aprobó una resolución para exigir la salida de todas las tropas extranjeras del país.