Carlos Nuñez Leal
Luego de dos años de gobierno de la fórmula Alberto Fernández- Cristina Kirchner, tras la designación del primero por la segunda, el país se encuentra más dominado por los capitales financieros internacionales que antes de la pandemia.
Los condicionamientos impuestos por el FMI para la devolución de la deuda contraída por Macri tensiona al gobierno dada la evidente actitud de Alberto Fernández en posicionarse del lado de los empresarios y el poder real, para salvar su futura situación personal a la finalización de su mandato, en 2023, ante su hundimiento producto de su ideario contradictorio y acomodaticio.
Producto del pecado original de su nombramiento para quitar a Macri del gobierno, Cristina se ve entrampada en una situación difícil de mantener por mucho más tiempo y ante una nueva debacle electoral el próximo 14-N, cuando los poderes fácticos que gobiernan la Argentina posicionen a un nuevo candidato que presida el país entre 2023 y 2027.
Así las cosas, quedan pocas opciones para el pueblo trabajador que con un 50% de pobreza intenta sobrevivir en una economía postpandémica sin alimentos ni medicamentos accesibles, empleo o vivienda: un país devastado por el capital concentrado que mes a mes se impone al gobierno y deja a los consumidores en manos del mercado.
Con los medios de comunicación en contra, las clases medias sentenciaron al peronismo kirchnerista en las urnas y le abren el camino a una nueva experiencia neoliberal que precipitará aún más a la población en la barbarie capitalista moderna.
Ante el oscuro escenario que percibe, Cristina deberá intentar una nueva jugada de ajedrez que ubique a su sector político en otro lugar de la escena, antes de padecer la venganza de los intereses corporativos, que alineados en su contra y en contra el pueblo, minimice todo vestigio de resistencia que impida el establecimiento de una nueva colonia en el sur del continente.