Antonio Contreras Landa
La catastrófica elección legislativa primaria del gobierno de Cristina Kirchner pone en vilo a la sociedad argentina luego de padecer 4 años del neoliberalismo de Macri y 2 más de pandemia.
La fragilidad que invade la economía del país en un gobierno socialdemócrata-peronista con niveles de pobreza cercanos al 50% y deuda externa de 360.000 millones de dólares -45.000 millones con el FMI de cercano vencimiento- tensionó a la debilitada coalición de gobierno que vio el precipicio de la derrota para el próximo 14 de noviembre.
El sinuoso manejo de la pandemia con caída del 10% del PBI sepultó la recuperación prometida y expuso las limitaciones de un programa económico conservador destinado a acumular reservas orientadas al pago de la deuda y empujando a los ciudadanos a condiciones materiales de existencia muy lejanas a un buen vivir.
La falta de claridad en la identificación del enemigo o la directa complicidad de los funcionarios de Alberto Fernández en cuidar los intereses de los países más ricos, vulnerando la voluntad del pueblo que lo llevó a la presidencia de la mano de Cristina Kirchner, configura un peligroso escenario de aparente traición a la base de sustentación del peronismo, y abre la puerta a una salida hacia un nuevo gobierno conservador y antipopular en 2023.
Desesperada ante la debacle, la vicepresidenta y líder Cristina Kirchner, intenta mantenerse en pié aunque sin modificar en esencia la conducción de un gobierno que, luego de pactar gobernanza con el poder real, ha perdido la brújula política y el control de la maquinaria electoral, poniendo al borde del desastre social a les argentines.