Por Luis Bruschtein
Cerca del fin de la pandemia –si la cepa Delta no se atraviesa–, se abre un año electoral que reclama respuestas para la reactivación de la economía, la creación de trabajo, la disminución de la pobreza y la marginalidad. Son problemas postergados y profundizados por la pandemia, igual que en todo el planeta, y en vez de aportar propuestas para resolver esta situación trágica de millones de argentinos, la oposición eligió como eje de campaña una foto del cumpleaños de la primera dama en Olivos en épocas de coronavirus. “Fue una equivocación –reconoció el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero–, pero los mismos que ahora la usan para criticar al Gobierno en esa época convocaban marchas y concentraciones de gente apiñada, donde se quemaron barbijos y se rechazaban las vacunas”.
Podrán estar o no de acuerdo con ella, criticarla o endiosarla, pero en cualquier caso, hay que reconocer que la vicepresidenta Cristina Kirchner enriquece el acto de la política, le da contenido cada vez que habla y logra proyectarlo a la sociedad o, por lo menos, a una parte muy amplia de ella. Es política y comunicadora y así lo confirmó el jueves, cuando participó en Lomas de Zamora en el relanzamiento de una nueva versión del Plan Qunita.
Son las dos caras de la política: Una que explica, critica y propone con solvencia y otra que busca el escándalo en un acto privado de sus adversarios. El relanzamiento del Plan Qunita desnudó estas dos formas de la política: una que se construye a partir de proponer un plan social que a la vez disminuye la mortandad infantil, y otra cuya única idea es perseguir judicialmente a sus adversarios con denuncias falsas. Y usar esa herramienta emponzoñada para destruir esa iniciativa y dejar a la intemperie a decenas de miles de familias.
El moisés con el ajuar para bebés que distribuía el Qunita tendía a evitar en primer lugar la práctica del colecho, cuando el bebé duerme con sus padres y resulta asfixiado en forma involuntaria. Programas similares se aplican en Canadá, Finlandia y Gran Bretaña. El bebé puede compartir la cama con sus padres, pero el moisés impide que sea sofocado.
La diputada Graciela Ocaña pidió explicaciones al Presidente: “Tiene que pedir perdón y darle una explicacion a los argentinos. Es inadmisible que lo mande a Cafiero a responder por la foto en la que se lo ve a él sonriendo al lado de su perro, su esposa y diez invitados”.
Esta mujer, que primero se alineó con Lilita Carrió y que luego fue convocada por la transversalidad kirchnerista –que impulsó el actual presidente cuando era jefe de gabinete de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner– se convirtió en la ministra de Salud más inoperante de los últimos gobiernos.
Cuando fue desplazada se volcó a la oposición macrista. Fue al Once, compró una cuna de bebé y se presentó ante el juez Claudio Bonadio para denunciar al Plan Qunita porque la que ella había comprado era más barata. Y el juez Bonadio, el juez del lawfare, abrió una causa con esa patraña.
Hace pocos días, todos los imputados fueron sobreseídos después de un peritaje serio que demostró que en lugar de un moisés, Ocaña presentó una cuna entre cuyos barrotes se podía caer el bebé y, además faltaban los bolsos que ofrecía el plan original, al igual que cajas, logística, bolsillos claves, pantuflas, mochilita, gorro, saco de dormir, babero, escarpines, transportes, pallets de acopio, almacenamiento, armado de los kits, planchado y empaquetado. Tampoco se tomaba en cuenta el pago de impuestos y la logística.
Gracias a esa patraña armada por ella e instrumentada por Bonadio, Ocaña se ganó su lugar como diputada por el PRO. Lo que resulta difícil de explicar es que ahora, cuando se develó que la denuncia era falsa y fue armada para destruir un plan solidario, Ocaña ocupe el segundo lugar en la lista de candidatos a diputados del PRO que encabeza Diego Santilli en la provincia de Buenos Aires. Se premia una forma de hacer política. Se puede concebir que Juntos por el Cambio tiende a repetir sus viejos argumentos de acción política, basados en las falsas denuncias.
En contrapartida, el relanzamiento del Plan Qunita muestra a una fuerza que, en vez de denunciar y usar jueces impresentables para perseguir a sus oponentes, se posiciona desde un lugar propositivo. Y con una propuesta que impacta en los sectores más vulnerables, que además serán los que requerirán más atención cuando se trate de reconstruir lo que quedó del desastre macrista sumado al desastre de la pandemia.
La discusión que se abre por el cumpleaños de Fabiola Yáñez al que asistieron diez de sus amigos para un brindis en la quinta de Olivos, en pleno aislamiento, el 14 de julio de 2020, se produce un año después, en plena campaña electoral. La información se mantuvo guardada para soltarla ahora como maniobra de campaña.
El presidente Alberto Fernández reconoció que esa reunión no debía haberse hecho. La calificó de “error” y pidió perdón. Fue un error, pero también lo sería hacerle el juego a una oposición que lo usa para hacer campaña en reemplazo de propuestas que nunca formula. Capusotto tiene un personaje que se llama Juan Domingo Perdón, que se la pasaba pidiendo perdón porque siempre se equivocaba. El personaje se inspiró durante el macrismo cuando cada conferencia de prensa de los ministros era un pedido de perdón.
El reconocimiento de un error es mejor que tratar de ocultarlo, pero igual tiene un costo en política que es difícil de evaluar, a veces es en votos, a veces en pérdida de imagen o de confianza.
De todos modos, el incumplimiento por parte de Alberto Fernández del aislamiento que él mismo había decretado no tendría que ser el eje de esta campaña. Porque mucho más grave que ese incumplimiento es la situación del país. Y allí se requieren soluciones muy concretas y de corto plazo, para evitar las tragedias de la pobreza y el cierre de empresas y comercios.
La peor reacción que puede tener la sociedad frente a estos escenarios sería quedar enredada en la discusión que plantea la oposición con el pedido de juicio político al Presidente. El macrismo insiste en hacer campaña con este tipo de denuncias, muchas veces falsas, pero otras ciertas aunque sobredimensionadas, por el redoble amplificado de las corporaciones mediáticas que lo apoyan.
El Presidente hizo esa reunión que no debió hacer. Pero esta semana se conocieron dos cronologías que dan cuenta de cómo funcionaba la república cuando gobernaba la oposición que se dice republicana. Una de esas cronologías muestra las visitas de los jueces Gustavo Hornos y Mariano Borinsky a Mauricio Macri en relación con sus fallos en consonancia con los deseos del entonces presidente. La manipulación de la Justicia quedó en evidencia en esa cronología que publicó en PáginaI12 Irina Hauser.
Y la otra cronología es la que relaciona el proceso económico de endeudamiento con la fuga de capitales, sobre todo a partir de las PASO y la llegada de los dólares del FMI, que inmediatamente salían por otra ventanilla hacia el exterior.
El episodio de Olivos durante la pandemia no tendría que haber sido y de hecho tendrá un costo en la credibilidad presidencial que se deberá remontar. Pero el debate no es ése, sino el modelo de país que habrá que impulsar cuando se supere la pandemia. Y como la horrible gestión de los cuatro años macristas está muy cerca en el tiempo, la oposición está usando la reunión en Olivos para evitar el debate de fondo.