Strategic Culture Foundation

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

Strategic Culture Foundation

http://www.strategic-culture.org

«El tumulto esta semana en Washington es una manifestación de la putrefacción política norteamericana».

El espectáculo de turbas agitadas invadiendo el edificio del Congreso de Estados Unidos con el propósito de desconocer violentamente la elección presidencial, ha impactado al mundo. Se trata de un momento de la verdad en torno a su quebrada pretensión de proclamar «su excepcionalismo y autoridad moral».

Los legisladores se encontraban en el proceso de certificar la elección del candidato demócrata, JoeBiden, el mes de noviembre pasado cuando miles de seguidores del presidente en ejercicio, Donald Trump, asaltaron el icónico Capitolio legislativo obligando a los funcionarios policiales a retirarse y a los políticos buscar refugio en cámaras de seguridad.

Pasaron varias horas antes que los refuerzos de la Guardia Nacional lograran restablecer el orden expulsando a las enardecidas turbas. Cinco personas resultaron muertas en la trifulca, uno a raíz de un disparo de la policía, otro un funcionario policial que posteriormente murió por sus heridas. Los ventanales fueron destruidos, la propiedad pública fue destruida y las oficinas privadas fueron vandalizadas. Varios funcionarios policiales resultaron heridos y docenas de asaltantes fueron detenidos.

Muchos norteamericanos y observadores alrededor del mundo quedaron…..

https://www.npr.org/sections/congress–electoral-college-tally-live-updates/2021/01(06/954116762/world/leaders-deplore-pro-trump-extresmists-breaching-u-s-capitol>

sorprendidos por las escenas ilegales y perversas. La sede del gobierno norteamericano fue saqueada –aunque solo temporalmente—por una aullante turba. Aunque lo más sorprendente fue el hecho que el descarado acto de sedición fue incitado…..

https://www.bbc.com/news/world-us-canaca-55583264

por el presidente en ejercicio. Solo minutos antes del ataque, Trump había incitado a las furiosas turbas para que «salvaran» la democracia norteamericana obligando a los legisladores a desconocer los resultados de la elección. (Posteriormente, denunció la violencia con su acostumbrada y cínica duplicidad).

https://www.theguardian.com/us-news/2021/jan/07/donald-trump-capitol-attack-video-new-administration?utm=b2dafd093d3abccfb15239a9b978d662&utm_campaign=MorningBringUK&utm_source=esp&utm_medium=Email&CMP=morningbriefinguk_email

Desde la elección presidencial del día tres de noviembre, Trump y sus seguidores de manera desafiante se rehusaron aceptar los resultados tanto del voto popular como el del Colegio Electoral. el cual decididamente nominó a Biden como el claro ganador. Trump y los suyos han insistido con sus descaradas e inconsistentes reclamos contra un sistemático fraude electoral. La siembra de la duda en la democracia norteamericana por parte del presidente, produjo las caóticas escenas de esta semana en Washington cuando la sede del Congreso fue atacada por turbas enardecidas que creyeron en la burda tontería que la elección les había sido robada.

Una parte del problema yace en la poca confianza de las masas populares de Estados Unidos en sus instituciones y en particular en los medios de comunicación de masas como también en la amarga y creciente polarización política a través de toda la sociedad norteamericana. Si los grandes medios de comunicación de masas declaran que Biden es el ganador y Trump el perdedor, en consecuencia, lo contrario sería cierto para mucha gente.

Es muy cierto que los medios corporativos norteamericanos han estado perdiendo credibilidad durante estos últimos años debido a las prevalecientes mentiras que han difundido respecto de los falsos pretextos para las guerras exteriores y, durante los últimos cuatro años, respecto del infundado escándalo denominado «Russiagate» urdido por Trump. Sin embargo, Estados Unidos en general pareciera estar embuido de un pensamiento conspirativo que bordea el engaño masivo que bloquea la normal noción cognitiva y el diálogo racional sobre la base de cualquier consenso en torno a la realidad subjetiva.

No obstante, nos encontramos en una atmósfera política desconocida y sin precedentes cuando los políticos y los medios norteamericanos de comunicación de masas aparecen condenando la «insurrección» y «el asalto contra la democracia.»

Se trata de un fenomenal punto de inflexión cuando los líderes mundiales deploraron los eventos ocurrido esta semana en Estados Unidos como un repudio al imperio de la ley y de los principios democráticos.

Uno de los titulares señala en….

https://www.washingtonpost.com/world/2021/01/07/american-exceptionalism-end-capitol-mob/

el Washington Post «El Fin de la Jornada para el Excepcionalismo Norteamericano.»

Richard Maass del Consejo de Relaciones Exteriores declaró que…

«Estamos presenciando imágenes que yo nunca imaginé que vería en este país…. Es posible que nadie en el mundo que las vea respetará, temerá o confiará en nosotros del mismo modo una vez más.»

La presuntuosa noción sobre el «excepcionalismo norteamericano» ha sido hace tiempo parte de la mitología nacional norteamericana. Dentro de esa concepción se supone que Estados Unidos es único y superior al resto del mundo en cuanto a su supuesto respeto por el imperio de la ley y los derechos democráticos. Esta arrogancia le ha conferido un sentido dominante de «autoridad moral» sobre todas las otras naciones, por lo tanto, los presidentes y el Congreso norteamericano tienen derecho a reprender a otros a quienes acusan de violar los «sagrados derechos». In extremis, el excepcionalismo norteamericano se invoca con el propósito de justificar el poderío militar en contra de otros que se consideran «no democráticos».

Actualmente, docenas de países están siendo sometidos a sanciones por supuestas violaciones a los derechos humanos incluyendo a Rusia y China. Estas sanciones están peligrosamente provocando tensiones y preparando el terreno para una guerra.

Las sanciones norteamericanas están causando horrendos daños en la vida de los países que son impedidos de importar medicinas y otros bienes básicos. Irán, Siria, Venezuela y Cuba para mencionar solo unos pocos.

¿Qué «autoridad moral» podría tener Estados Unidos empleando tales y descaradas formas de agresión económica contra otras naciones? Semejante «autoridad» ha sido siempre ilusoria y carente de ética. Pero en este caso la duplicidad ha quedado al descubierto como la asqueante charada que es.

Graciosamente, sin embargo, aún con su imagen internacional en el desagüe, algunos políticos norteamericanos y medios de prensa no pudieron reprimir su hábito de seguir negándolo todo y proseguir en la búsqueda para culpar a otros.

El senador republicano Marco Rubio y el ex embajador norteamericano ante Rusia, Michael McFaul, cada uno se quejó que los eventos ocurridos fueron un «obsequio para Putin». Otros alegaron que los rivales de Estados Unidos harían propaganda con esta desgracia.

Joe Biden, actualmente el presidente electo, que asumirá el cargo el día 20 de enero próximo, trató de reasegurarle al país y al resto del mundo que las delincuenciales escenas ocurridas en el Capitolio «no representan al verdadero Estados Unidos, no representan lo que somos.»

El nuevo presidente solemnemente declaró: «somos una nación legalista.»

Bueno, Biden debería saber que Estados Unidos ha sido siempre un país que insiste en aplicar la ley a otros al tiempo que se contempla a sí mismo como estando por encima de esta. Las incesantes e ilegales guerras alrededor del mundo con millones de víctimas inocentes que han sido propagadas por Estados Unidos, constituyen un testimonio que en el pasado Biden personalmente apoyó.

El empleo de las agresiones económicas disfrazadas de sanciones contra naciones que son consideradas como violadoras de los derechos humanos, es el estigma de una engañosa y arrogante potencia que se cree a sí misma «excepcional.»

Los disturbios ocurridos en Washington esta semana son una manifestación de la putrefacción de Estados Unidos. El declamar leyes y derechos se ha convertido en una hueca e insignificante perorata. Debido a que Estados Unidos desde hace tiempo ha estado violando esos mismos principios que declara como sagrados –lo ha hecho cada vez que ha sido expedito y ventajoso para su clase dominante.

Cuando Estados Unidos abandone su alto sitial proclamando su excepcionalismo y comience a regirse por el derecho internacional, por la Carta de Naciones Unidas y el respeto por la soberanía de todas las naciones, solo entonces, podríamos comenzar a tomar sus declaraciones democráticas un poco más en serio. Hasta entonces, las escenas caóticas en su propia sociedad serán solo un saludable recordatorio de la hipocresía y la bancarrota de la autoridad moral de Estados Unidos. Hasta entonces, los políticos norteamericanos y sus medios de prensa deberían aprender a mantener cerradas sus grandes bocotas.

Nota.- Sus comentarios y opiniones acerca de este artículo serán bienvenidos en

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