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Hace unos días, la Comisión Europea llegó a un acuerdo con la farmacéutica Pfizer para comprar 200 millones de dosis de su vacuna (ampliable a otros 100 millones, si fuera necesario) y, sobre el papel, parece una excelente noticia. Forma parte de la “guerra de posiciones” de la que hemos hablado largo y tendido: los países, organismos internacionales y otros actores llevan meses cerrando acuerdos con los fabricantes de las distintas vacunas ante la eventualidad de quedarse sin existencias.
Pero la historia tiene mucha más miga. Según contaba Quarzt, la vacuna que está desarrollando Pfizer debe ser almacenada a -70 grados. No es habitual que una vacuna tenga que conservarse a una temperatura tan baja. Lo normal es que puedan almacenarse en refrigeradores farmacéuticos normales y, en algún caso excepcional, nos situemos en temperaturas de -25 grados. Es decir, no tenemos infraestructura para guardar la vacuna, ¿Qué hacemos con 200 millones de dosis?
El ejemplo más visible de todo lo que rodea
El asunto de fondo es que, como no es seguro que esta vacuna vaya a autorizarse para su uso, los organismos competentes (entre ellas, el CDC norteamericano lo dicho explícitamente) no recomiendan a los distintos servicios de salud que inviertan en frigoríficos con suficiente capacidad térmica ni están empujando para introducir modificaciones la cadena de transporte en frío. Porque los problemas logísticos no se circunscriben al almacenaje: no hay muchas redes de reparto para materiales que tengan que estar a esa temperatura.
Pfizer es consciente de esto y no solo está desarrollando contenedores basados en hielo seco para mantener en buenas condiciones las dosis durante diez días, sino que en EEUU y Europa está trabajando con varias empresas de logística para tratar de resolver los problemas. No obstante, es solo un ejemplo de todo lo que implica poner en marcha un sistema de vacunación ex novo.
Durante estos meses, a menudo hemos caído en cierto reduccionismo tecnológico al centrarnos – seguramente en demasía – en el proceso de desarrollo de la vacuna sin prestar atención a todo lo demás. Como podemos ver aún en numerosos lugares del mundo, la capacidad de poder servir una vacuna o medicamento en cualquier rincón del territorio no está al alcance de todos los sistemas de salud. Por eso, es en detalles como la futura escasez de frigoríficos si Pfizer se lleva el gato al agua donde se oculta la clave de la vacuna de coronavirus: en los enormes cambios que puede catalizar esta crisis y que, de una forma u otra, van a decidir las próximas décadas de la salud mundial.