Martin Sieff
El liberalismo occidental no solo está quebrado. Está en bancarrota. En ninguna otra parte esto se ha hecho más evidente que a través del histérico pánico tanto de republicanos como demócratas en Estados Unidos y están imprimiendo incontables sumas de dinero teórico con el propósito de bombear la demanda en un sistema económico estructural y salvajemente distorsionado y agónico en un francamente inútil esfuerzo por evitar una súper Depresión y una crisis económica mundial.
Con todo, cada día se hace más claro que lejos de mantener la actual estructura global, creada por los banqueros y diplomáticos norteamericanos y dictados al resto del mundo a partir del año 1944 todos estos esfuerzos solo consiguen acelerar la desintegración del Viejo Orden.
En todo esto, existe una suprema ironía, ya que el más importante creador del Viejo Orden Económico y Financiero Mundial—que como vemos se está desintegrando—no fue otro que el santo patrón del liberalismo—un hombre que se ha convertido en una persona inexistente en Estados Unidos durante en los últimos 40 años «La Era de Reagan». (Como lo explico yo en mi libro del año 2015 titulado «Los Ciclos del Cambio…
el legendario trigésimo segundo presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt.
Resulta fascinante observar actualmente a los dirigentes del Partido Demócrata cómo desesperadamente tratan de conjurar el gran llamado y el éxito del único hombre que ganó cuatro presidencias en Estados Unidos con el liderazgo de Roosevelt a través de la II Guerra Mundial como modelo de liderazgo para el día de hoy.
Eso debería ser completamente cierto, pero ni el actual putativo nominado partidario (hundiéndose rápido), Joe Biden ni su senador (que siempre se cae en el momento más crucial) Bernie Sanders no tienen la menor idea de qué están hablando.
Dos factores fueron fundamentales para el extraordinario éxito de Roosevelt como líder de guerra –Sanders and Biden son patéticamente ajenos a ambos.
El primero fue el consecuente apoyo, sin vacilaciones, a sus aliados, especialmente la ayuda sin precedentes en Préstamos y Arrendamientos en alimentos, camiones y otros equipos para la Unión Soviética que estaba sobrellevando toda la carga de la guerra contra la Alemania Nazi casi con las manos vacías.
El segundo fue la notable prudencia fiscal y el cuidado que demostró Roosevelt a través de su presidencia, en especial su creación del programa de Seguros Sociales que marcó un hito.
Roosevelt fue muchísimo más cuidadoso, incluso cínico, cuando desarrolló su programa para brindar apoyo financiero por primera vez en la historia a los ancianos norteamericanos.
Aunque la legislación parlamentaria, que marcó un hito, fue presentada el año 1935 convirtiéndose en ley el día 14 de agosto de ese mismo año como parte del denominado «Segundo Nuevo Acuerdo» las contribuciones financieras extraídas de los pagos a todos los trabajadores oficiales norteamericanos solo comenzaron a ser descontados el año 1937. Aun así, pasaron otros tres años antes que la primera ciudadana norteamericana recibiera un cheque de parte del Seguro Social: Esa fue Ida Fuller de 76 años de edad natural de Vermont cobrado el día 17 de enero de 1940. Su primer cheque alcanzó la generosa suma de 41 dólares con 30 centavos.
A partir del año 1935 cuando la ley se promulgó con gran aclamación popular, pasaron otros seis años, en medio de lo peor de la Gran Depresión, cuando muchos norteamericanos pasaban hambre y morían en la pobreza y calamidades relacionadas nunca antes ocurridas en la historia de la nación, para que un solo ciudadano obtuviera algún beneficio.
Los cálculos sobre la tasa de mortalidad sobre los cuales Roosevelt asignó al Seguro Social fueron aún más cínicos e implacables.
El seguro social debía ser pagado a los jubilados una vez cumplidos los 65 años de edad. Pero en ese tiempo la edad promedio en el país era de 61 años. Solo una pequeña y privilegiada minoría sobrevivió hasta los 65 años de edad o más.
Roosevelt puso en juego un excepcional cuidado para mantener estables la economía del país y a su moneda durante el Nuevo Trato y la Gran Depresión, contrario al mito popular (republicano) él fue decididamente opuesto a quebrar el país ya sea en su propia época o en la de sus nietos. «Resulta casi deshonesto construir un déficit acumulado para que el Congreso de EE.UU. se reuniera el año 1980», señalando públicamente, «No podemos hacer eso. No podemos vender barato a EE.UU. en el año 1980 como no lo hicimos en 1935.»
La excepcional cautela de Roosevelt contrasta con el excesivo gasto tanto de parte de republicanos como demócratas, desde Bernie Sanders hasta Donald Trump como lo han estado poniendo en práctica conduciendo al país hacia la quiebra durante la actual crisis del coronavirus.
El ex banquero mercantil en Londres, Martin Hutchinson, analista de comentarios financieros, en su columna «La Guarida del Oso» del día 4 de mayo pasado dice que la «Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO sigla en inglés) calcula el déficit presupuestario en 18 por ciento del PIB para el año 2020 y en 10 por ciento para el año 2021 lo cual resulta aterrador… ellos estiman la posible quiebra del gobierno de EE.UU antes de lo calculado anteriormente, probablemente para alrededor del año 2030».
En realidad, dada la preocupante vulnerabilidad del sistema financiero norteamericano frente al colapso del mercado de dos trillones de dólares en bonos basura empleados para financiar al declinante sector energético de fractura hidráulica que proyectó el colapso de la crisis financiera de EE.UU. apenas diez años antes, cosa que pareciera extremadamente optimista.
En realidad, el camino desde la cautelosa insensibilidad de Roosevelt cuando diseñó el Seguro Social de tal modo que no tuvo que pagar ni un centavo a aquellos que lo necesitaban hasta cinco años después (en verdad, hasta que la Gran Depresión estuvo superada) hasta el actual «gastar incesantemente, gastar ahora» el enloquecido pánico de demócratas y republicanos resulta muy evidente.
Se trata de la vía del paliativo liberalismo Occidental, fronteras abiertas y Libre Comercio global: una vía que inevitablemente conduce a cargas cada vez mayores de deudas, permanente declinación del nivel de vida y de ruina inevitable.
En contraste, las extremadamente cautelosas en lo fiscal y altamente conservadoras políticas financieras que el presidente ruso Vladimir Putin continúa aplicando, no consiguen ningún respeto de parte de los maníacos sedientos de gasto y cero tasa de interés en Wall Street. No obstante, Rusia se encuentra actualmente en una posición mucho más fuerte para salir de la crisis financiera global, como también de la pandémica que Estados Unidos.
En el manejo del estado, como en la economía, al igual que en la arquitectura, el problema más importante no es cómo Ud. construye sino cuán bien construye y en qué profundidad –cuán buenos son sus basamentos.
La tormenta pandémica ya está anunciando la tormenta de la crisis financiera. En realidad esa crisis tiene solución, pero solo abandonando los viejos indicadores y a los viejos falsos dioses, como lo predijo Dostoyesvsky durante el mismo inicio de nuestra industrializada e interconectada era, lo cual inevitablemente nos llevará a la ruina a menos que la contengamos y la detengamos a tiempo.
*Traducción desde el inglés por Strategic Culture Foundation: Sergio R Anacona