Agencias-Matrizur

Corea del Sur, el país que en el mapamundi parece un diminuto apéndice de China, se ha convertido en uno de los ejemplos mundiales a la hora de frenar el COVID-19. A día de hoy, suma 10.156 infectados y 177 muertes, según las autoridades de Seúl. Un resultado que para el profesor Kim Woo-joo, del Hospital Universitario Guro, se debe a su experiencia previa en otras pandemias. «La razón por la que Corea del Sur, Singapur, Taiwán, Japón o Hong Kong lo estamos haciendo bien es porque ya vivimos el SARS en el 2003 o el MERS en el 2015», indica el experto en una entrevista concedida al canal de YouTube Asian Boss Español.

Kim Woo-joo, que estuvo al frente del equipo de epidemiólogos que combatió al MERS, añade que estos virus «constituyeron una lección valiosa para nosotros. Desde entonces, el Gobierno de Corea ha invertido mucho dinero en el desarrollo de kits PRC (de reacción en cadena de la polimerasa) al ser un método de diagnóstico efectivo», detalla. Un esfuerzo que también compartieron las empresas privadas. «Puede ser el capitalismo en su máxima expresión porque ha habido una motivación económica», reconoce, pero ha servido para destinar I+D+i a la mejora y producción de estas pruebas.

La cultura asiática, habituada al uso de mascarillas y la distancia social, también es un factor importante, unido a su demografía, más joven en Corea. Las aplicaciones de autocuarentena, con un sistema de control GPS, son otros de los instrumentos que aplican a los negativos que estuvieron en contacto con infectados. Unos métodos que países como EE.UU. cuestionan por atentar contra la privacidad. «En China la realidad es más extrema», admite, «por eso están controlando bien el coronavirus». «Aquí también puedes comprar por 140 dólares (130 euros) un test y, si da positivo, el Gobierno lo paga. Pocos países hacen eso», apostilla. Mientras no llega la vacuna, para la que calcula un año, el «reposicionamiento» de medicamentos para la malaria, el SIDA o el ébola es su apuesta.