Enrique Carrizales -Aporrea

La pandemia global del coronavirus es un hecho real y catastrófico del cual nunca sabremos su verdadero origen científico. Solo basta saber que es una enfermedad altamente contagiosa, con una tasa de mortalidad hasta ahora del 0,7% según la Organización Mundial para la Salud (OMS), muy inferior a la registrada para el síndrome respiratorio agudo grave (SARS) del 2003, que fue del 10%, o el 35% del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) de 2012.

Sin embargo, el coronavirus tiene un poder paralizante superior en la sociedad, la economía, pero principalmente sobre las mentes. Ningún otro virus o enfermedad mundial ha recibido una propagación mediática tan intensiva como este, hasta ser catalogado como «infodemia» por la OMS para referirse a la sobreabundancia informativa falsa y a su rápida propagación entre las personas y medios.

¿Pero que se mueve detrás de esta abrumadora pandemia global?

El coronavirus ofrece la posibilidad de establecer un nuevo contrato social dominante, a través de los efectos de una «guerra perfecta de baja intensidad»; con un número limitado de civiles muertos, principalmente adultos mayores económicamente inactivos y tecnológicamente rezagados; sin daños relevantes en la infraestructura física productiva real. El estado de guerra a la pandemia instaló sobre la sociedad un estado de shock colectivo, que mantiene a la población con miedo al virus, alejada de sí misma, descontextualizada de la realidad y sensibilizada para aceptar voluntariamente los cambios impuestos para su «seguridad», que tomarán los gobiernos, banqueros y corporaciones que están detrás del poder visible.

La saturación de la pandemia y el goteo informativo selectivo del resto de eventos relevantes, les hará creer a los ciudadanos que el colapso económico y financiero que se anuncia es la consecuencia directa de la pandemia. Sin embargo, la realidad es que la configuración del sistema económico que hemos conocido hasta ahora, y que ha sido ideado por la generación del baby boom (ciudadanos nacidos posterior a la Segunda Guerra Mundial, entre los años 1946 y 1965), ya no tiene vigencia para seguir expandiéndose en el futuro. Es decir, el ciclo alcista de esta etapa del sistema capitalista llegó a su fin, y requiere un cambio generacional en su configuración de flujos de capitales, producción, distribución, consumo, manejo de la deuda y acumulación de capital para ajustarse a las realidades del siglo XXI. El modelo capitalista no ha muerto, solo necesita revitalizarse.

Acelerando el cambio económico mundial

Las señales del debilitado sistema económico mundial han sido claras. En noviembre de 2019, por ejemplo, el Instituto Internacional de Finanzas (IIF) mostró como la deuda global aumentó en 7,5 billones de dólares (USD) en los primeros seis meses de 2019, y superó la cifra récord de los USD 250 billones para finales del año pasado. Representando China y EE.UU. más del 60% del aumento de la deuda global. En relación con el tamaño de la economía mundial, el volumen de deuda acumulado equivale al 320% del PIB de todo el planeta.

De acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI) el crecimiento económico de 2019 fue del 3,0%, frente al 3,6% de 2018, y las proyecciones para 2020, antes de la pandemia, ya reflejaban una desaceleración mayor de la economía mundial. Por lo que, al ritmo del crecimiento económico actual es imposible pagar la gigantesca deuda global contraída ante de la pandemia. La crisis de la deuda mundial es solo un asunto de tiempo que crece y crece.

La peligrosidad de la deuda y la falta de liquidez para seguir impulsándola ya se había presentado en septiembre de 2019 en los mercados financieros de EE.UU., cuando experimentaron una caída de la liquidez interbancaria para mantener el nivel de financiamiento de los préstamos a la vista; un episodio desordenado en el que las tasas de interés para los acuerdos de recompra, esencialmente préstamos a corto plazo entre bancos y otras instituciones financieras, se dispararon. Situación que encendió las alarmas de la Reserva Federal (FED) el Banco Central de EE.UU. Así que anunció rápidamente un programa de recompras de bonos llamado flexibilización cuantitativa, para aumentar la liquidez de los bancos y mantener los mercados monetarios abastecidos y bajo control. Un nuevo proceso de inyección de liquidez.

La última vez que ocurrió un proceso de este tipo fue hace 11 años, en medio de los días sombríos de la crisis financiera de 2008 cuando la liquidez se secó y causó un pánico en Wall Street como el que presenciamos hoy día.

Las prolongadas bajas tasas de interés desde el 2008 para rescatar a banqueros y corporaciones hicieron extremadamente fácil para las empresas y gobiernos pedir prestado más dinero, preparando las condiciones para una gran crisis financiera de deuda.

El nivel de la deuda en todo el mundo ha sido una gran preocupación para los inversores ante el aumento de los riegos sistémicos de impago, quiebras y corridas bancarias. El FMI advirtió en octubre de 2019 que casi el 40%, o alrededor de USD 19 billones, de la deuda corporativa en las principales economías como EE.UU., China, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y España corrían el riesgo de incumplimiento en caso de otra recesión económica global. Coincidencialmente son los países donde se desarrolla, en mayor o menor velocidad, la pandemia del coronavirus, una interrupción de la actividad económica y una evidente recesión económica.

Sin embargo, son lugares donde los intereses de las nuevas generaciones con poder emergente se enfrentan a viejos paradigmas sistémicos de dominación que no dan respuesta a las necesidades sociales y políticas del siglo XXI. Generaciones en apariencia preocupadas por el clima y su descarbonización (los movimientos políticos y económicos llamados los verdes en Europa, o el the green new deal de EE.UU.) Generaciones en busca de nuevas «libertades individuales conectadas»; con una relación trabajo-mercancía digitalizada, donde la velocidad de conexión y transacción (criptomonedas y cadena de bloques) son fundamentales para concretar operaciones. El coronavirus es una gran oportunidad para reorganizar el sistema.

La burbuja que precede la crisis

El lunes 23 de marzo de 2020 la Reserva Federal de EE.UU., ante las masivas ventas de pánico de acciones, bonos y futuros que se viene registrando en los mercados desde hace dos semanas, anunció un sorprendente programa de flexibilización cuantitativa ILIMITADO para la recompra de deuda y emisión de liquidez monetaria. En otras palabras, una gigantesca emisión de dólares para rescatar el barco de la economía. En consecuencia, lo que vendrá en los mercados es un gran movimiento de recompras de acciones, valores y futuros, aprovechando ese caudal ilimitado de dólares que busca satisfacer la abrumadora demanda de divisa norteamericana en los mercados del mundo. El banco central de EE.UU. pasó a ser el banco central del mundo, el prestamista de última instancia, por la importancia sistémica de su moneda en las transacciones económicas globales. El mudo económico reconoce y siente al dólar como una moneda confiable y segura; y esa relación le da una posición de poder que no será desmontada por criptomonedas o activos parecidos. Solo falta ver el comportamiento acoplado de las criptomonedas al movimiento del resto de activos bursátiles que han tenido en los últimos meses.

En los próximos días, semanas y tal vez meses, veremos un significativo aumento en las bolsas de valores y los mercados, pero ese efecto NO será el resultado de una mejora en las expectativas o la realidad del crecimiento y bienestar económico mundial luego de la pandemia. En principio solo será como llenar un gran agujero de deuda acumulada, y luego la oportunidad que tendrán muchos banqueros e inversionistas de hacerse con millones de dólares a cero tasas de interés para recomprar acciones y bonos que refundarán el nuevo pacto social.

El efecto de revote y crecimiento del mercado de valores ya lo vivieron los mercados en el pasado luego de la crisis del 2008, y más recientemente, luego de la emisión de dólares de la Reserva Federal el pasado mes de septiembre de 2019, cuando apalanco la recompra de acciones corporativas y bonos del tesoro de EE.UU., generando un crecimiento histórico en los mercados financieros, pero no soportado en el comportamiento real de la economía mundial.

El primero de octubre de 2019 los valores del Dow Jones promediaban 27.038,14 puntos y para el 12 de febrero de 2020 alcanzaron una cifra récord de 29.466,72. Puntos, un aumento del 9% en 5 meses gracias a la emisión de dólares baratos de la FED. Para el 20 de marzo de 2020 con el miedo a los IMPAGOS DE DEUDA por la paralización económica, no realmente al coronavirus, los valores colapsaron 35% para cerrar en 19.173,98 puntos. Igual comportamiento se apreció en los índices del Estándar & Poor´s (S&P 500) una caída del 28% y los valores del Nasdaq con una caída del 24%, luego de haber registrado todos máximos históricos un mes antes. El miedo a los efectos inesperados de esta pandemia del Covid-19 ofrece también nuevas oportunidades para reiniciar el sistema.

El nuevo trato: la economía 2.0

Así como la Gran Depresión de 1929 generó grandes pérdidas económicas y sociales, conflictos políticos y militares, al fina reimpulsó con fuerza al sistema capitalista. La pandemia del coronavirus y la crisis económica presente impulsará un nuevo modelo económico y social en el futuro. Un sistema profundamente más interconectado tecnológicamente, mediante la ampliación y usos masivo de redes informáticas que mantendrá a los ciudadanos conectados a la red las 24 horas del día. Un modelo de sociedad tecnológicamente controlado por las corporaciones y los gobiernos que estas financian e instalan.

La interconexión a la gran red será gracias a proyectos como Starlink de la empresa SpaceX de Elon Musk, quien es mejor conocido por los vehículos eléctricos Tesla, el cual está desarrollando una «constelación de 12.000 satélites» para prestar el servicio de conexión global a internet. SpaceX ya lanzó los primeros 360 satélites de la constelación en 2019, a una órbita de 450 km, esperando llegar a los 720 satélites en 2020 para brindar cobertura continua. La semana del 15 de marzo de 2020 obtuvo una licencia gubernamental clave de la Comisión Federal de Comunicaciones de EE.UU. (FCC), para instalar un millón de antenas terrestres como parte del proyecto Starlink.

Otro proyecto similar a este, es el desarrollado por Jeff Bezos, director ejecutivo de Amazon. Su proyecto Kuiper busca instalar 3.200 de satélites de órbita terrestre baja que proporcionará igualmente conectividad de banda ancha de alta velocidad. No por capricho el gobierno de los EE.UU. le han hecho la guerra al avance del 5G de la empresa China Huawei en el mundo. No quiere perder su posición de poder en el futuro cercano.

Estas plataformas de comunicación permitirán la operatividad de la llamada internet de las cosas, un sistema donde automóviles, lavadoras, neveras, celulares hasta plantas industriales y nuevas formas de generación de energía, estarán interconectados a esta internet de banda ancha, baja latencia y de cobertura mundial. El internet de las cosas, es un gran proyecto financiando por Sansung, Google, Facebook, Amazom, Huawei, Microsoft, entre bancos, fondos de inversión y otros socios militares que requieren enormes sumas de capital.

Si revisamos las 5 empresas de mayor valor de mercado en el mundo, encontramos que son precisamente empresas de «tecnología de la información», donde figuran las de los proyectos señalados. En primer lugar está Apple, seguidas de Alphabet (propietaria de Google), Microsoft, Amazon (empresa de comercio y tecnología) y finalmente Facebook. Todas estas empresas juntas representaban para febrero de 2020 el 17,5% del valor del S&P 500 de EE.UU., y han alcanzado el estatus de megacapitalizaciones por sus crecimientos nunca antes vistos.

Estas grandes empresas y sus tecnologías de conexión e información representan grandes retos y peligros para el futuro. Peligros sobre la seguridad, la soberanía y la privacidad individual (caso Facebook y las elecciones presidenciales de EE.UU. en 2016), al no saber quién pagará y controlará la información (imágenes, voz y datos) que procesarán estas corporaciones. Casualmente los mismos riesgos que se le asigna a la empresa China Huawei y al gobierno de Pekín. ¿A caso el Pentágono o la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EE.UU. no tienen ya acceso a nuestra información personal en la red?

Luego de esta crisis, la acumulación de capital y millones de dólares a cero tasas de interés saldrán para reimpulsar los valores del mercado y capitalizar nuevos conglomerados ganadores de esta crisis.

El futuro que se construye tras bastidores es el mundo de los «millennials», jóvenes nacidos a partir de los 80. Una generación digital, hiperconectada y que supone el 41.6% de la población mundial (población entre 0 y 24 años). Son el público que más consume producciones de retransmisión en directo (streaming) como Netflix o YouTube, redes sociales y jugadores de videojuegos en línea (gamer´s). Es la generación que se resiste al concepto de las empresas y trabajos tradicionales de 8 horas; reta al sector bancario con la cadena de bloques, y son creadores de aplicaciones, contenidos y son grandes influyentes entre el público joven. Estos serán los fundadores y consumidores del nuevo pacto social (the new deal)

El tamaño de la deuda global puede no ser un problema para esta generación, si se construyen los mecanismos teóricos e imaginarios para desinflarla y transferirla a sociedades menos desarrolladas y pobres. La FED demuestra hoy que es posible imprimir dinero ilimitado como sugiere la nueva teoría monetaria para resolver los problemas de liquidez y estímulo económico. El gigantesco déficit fiscal que será financiado con la impresión de dinero por los gobiernos, puede no ser un gran problema inflacionario, si este contribuye a crean las nuevas relaciones económicas de dominación. La tecnología de la comunicación y la internet de las cosas les proporcionará a los gobiernos novedosos mecanismos de control social. Una etapa superior del concepto del «gran hermano» vigilante que encausará a los disidentes en tiempo real, como ya ocurre en China.

Sin duda, los desarrollos tecnológicos y financieros no cambiaran las relaciones de explotación humana y ambientales, pues No existen modelos ideológicos antagónicos como difunden medios y políticos: no hay un capitalismo vs socialismo, EE.UU. vs. China. Todos representan y persiguen el mismo modelo depredador. Su lucha es por instalar y controlar la nueva versión 2.0 del sistema.

enriquefotografias@gmail.com