Francisco Herranz

Como consecuencia del firme apoyo de Rusia y Cuba a Nicolás Maduro, y de la división de los grupos opositores, EEUU ha modificado su estrategia hacia Venezuela. Ya no baraja entre sus planes el uso de la fuerza. Ahora sólo reclama un proceso negociador entre las dos partes enfrentadas con el objetivo de renovar la Presidencia y el Parlamento.

Aunque ocupa apenas tres párrafos, el comunicado del Departamento de Estado de EEUU, difundido el 9 de enero, indica a las claras un importante cambio de rumbo, no por lo que pone sino por lo que omite. No dice que tiene todas las opciones sobre la mesa. Tampoco exige la salida inmediata ni previa de Maduro como condición imprescindible para abordar los cambios necesarios. Eso representa una circunstancia muy destacable en términos diplomáticos y políticos.

El documento, firmado por el secretario norteamericano de Estado, Michael R. Pompeo, sostiene que «una transición negociada rápida a la democracia es la ruta más efectiva y sostenible hacia la paz y la prosperidad en Venezuela». Añade Pompeo que «las negociaciones podrían abrir el camino de la crisis a través de un gobierno de transición que organizará elecciones libres y justas«.

El proyecto de Pompeo fija una hoja de ruta para que los dos comicios se celebren a finales de este año recién nacido. Para ello reclama una nueva e independiente Comisión Nacional Electoral, elegida por la Asamblea Nacional (Parlamento), tal y como estipula la Constitución, para controlar el proceso electoral.

Otros dos requisitos citados por Washington serían la renovación del Tribunal Supremo de Justicia, el máximo órgano del sistema judicial venezolano, así como el acceso ilimitado a medios de comunicación, telecomunicaciones, internet y espacios en radio y televisión de todos los candidatos, partidos y electorado.

Pompeo quiere unos comicios abiertos a todos los partidos y candidatos, lo que aparentemente incluiría a los chavistas del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), pero eso resulta especialmente complicado pues las cuatro formaciones opositoras más importantes están proscritas y sus principales líderes, inhabilitados.

Esto se refiere a:

  • Primero Unidad, partido del excandidato presidencial y exgobernador de Miranda, Henrique Capriles, condenado a 15 años de inhabilitación por corrupción por la Contraloría General de la República;
  • Voluntad Popular, el partido que dirige Leopoldo López, actualmente acogido-refugiado en la Embajada de España en Caracas;
  • Un Nuevo Tiempo;
  • Acción Democrática.

Los tres primeros forman parte de la principal coalición opositora, Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

El cambio táctico resulta muy significativo pues durante meses el Gobierno de Donald Trump insistió en que «todas las opciones estaban sobre la mesa» en relación con la crisis en Venezuela. Eso significaba que incluía la opción militar, es decir, un escenario con invasión de tropas terrestres y operaciones especiales.

A principios del mes de diciembre pasado, el propio Pompeo dejó entrever que el Ejecutivo estadounidense ya no barajaba la posibilidad de enviar a los marines, aunque no llegó a decirlo claramente. En vez de la opción militar, el secretario de Estado hizo entonces mención a las sanciones económicas decretadas por EEUU contra la industria petrolera venezolana.

La idea de aplicar nuevas sanciones es la que toma más fuerza y particularmente contra otros políticos, por ejemplo, contra Luis Parra, un diputado de Primero Justicia que se pasó al oficialismo y se autoproclamó presidente de la Asamblea Nacional, desautorizando sin éxito al líder del Legislativo, Juan Guaidó.

Estados Unidos había pedido a Maduro desde enero de 2019 que dejara el país, y en abril de ese año Pompeo había dicho, tras un levantamiento militar sofocado, que el líder venezolano tenía un avión listo para huir a Cuba.

El brusco giro dado por la Casa Blanca es consecuencia de un grave fallo de cálculo político. El enviado especial de EEUU para Venezuela, Elliott Abrams, reconoció a la prensa que su país subestimó el respaldo de Rusia y de Cuba a Maduro, lo que fue a la postre un error garrafal. Moscú y La Habana «son los dos pilares de apoyo al régimen y, sin ellos, [Maduro] no estaría en el poder», dijo el veterano representante diplomático norteamericano, quien se siente evidentemente «frustrado» por la actual situación de la crisis que atraviesa la nación caribeña.

Estados Unidos ve que transcurrió 2019 y Maduro sigue en el Palacio de Miraflores, y quizá busca cambiar su caja de herramientas (sanciones, amenazas, bloqueos, cerco diplomático y político) por una nueva que ponga rumbo hacia una solución negociada. A Trump le gustaría que fuera este año para mostrarla como un logro de cara a su reelección en noviembre.

«Tampoco es descartable que busque empujar a Maduro hacia la disyuntiva de hacer concesiones o encarar mayor peligro. En fin, parece que alguien en Washington relee a Kissinger», sostiene un experimentado periodista venezolano.

No obstante, las negociaciones de las que habla el Departamento de Estado suenan en estos momentos a meras ilusiones, porque el proceso de diálogo abierto a través de los mediadores noruegos está suspendido desde hace semanas. Hace un par de días, el propio Guaidó informó a la opinión pública nacional e internacional de que llegaba a Caracas una comisión del Reino de Noruega, pero añadió que no iban «a participar en ninguna reunión», sobre todo después de los incidentes ocurridos el 5 de enero, cuando un grupo de soldados y policías le impidió entrar en el edificio de la Asamblea Nacional para ser reelegido un año más en el cargo.

Tras su vano intento, Guaidó organizó una sesión inédita en el diario El Nacional, donde fue ratificado por 100 diputados opositores de los 167 con que cuenta la Cámara.

Otra razón para el cambio de opinión de Pompeo radicaría en las grandes diferencias políticas y personales existentes entre la oposición venezolana. No aprendieron de los errores de antaño y su unidad se resquebraja. Guaidó, que no ha conseguido mucho en este último año como «presidente encargado» de Venezuela, está cada vez más enfrentado a los sectores radicales de la oposición que favorecen el uso de la fuerza militar para echar a Maduro del poder.

El choque más sonado contra Guaidó lo ha protagonizado María Corina Machado. La mediática coordinadora del movimiento Vente Venezuela ya denunció que la dirección de la Asamblea Nacional está «infiltrada» y que lleva al país a «falsos diálogos» y a «cohabitaciones criminales». La intransigente pero popular María Corina Machado ha declarado, por activa y por pasiva, que Maduro «sólo cede ante la fuerza» y propone una acción conjunta internacional, mientras que Guaidó considera, hasta ahora, que ese camino no tiene sentido, pues es muy peligroso y arriesgado.

Tomado de Sputniknews