Agencias
Israel expulsó este lunes al director de la organización Human Rights
Watch (HRW) en Israel y los Territorios Palestinos, Omar Shakir, que se
convierte en la primera persona en ser expulsada del territorio israelí,
en el marco de una serie de medidas contra una campaña de boicot al
Estado hebreo, reseñó la agencia AFP.
Desde 2017, Israel prohíbe la entrada a su territorio de cualquier
extranjero que esté acusado de apoyar la campaña BDS (boicot,
desinversión, sanciones) contra el país. Pero, según el ministro de
Asuntos Estratégicos israelí, Shakir, que tiene nacionalidad
estadounidense, es el primero en ser expulsado en virtud de esta medida.
Israel rehusó renovar su visado a finales de 2018, acusándolo de apoyar
el BDS, lo que Omar Shakir desmiente. Tras una serie de recursos, el
Tribunal Supremo israelí aprobó a principios de noviembre su expulsión.
«Espero que en un día mejor, vengan a acogerme aquí. Un día en el que,
todos, israelíes y palestinos, verán respetados sus derechos humanos y
que la igualdad para todos sea la norma» afirmó Shakir en el aeropuerto
Ben Gurion de Tel Aviv.
Una veintena de personas, con pancartas en las que se podía leer «No
pueden esconder la ocupación», estaban presentes para expresar su apoyo
al responsable de HRW, una ONG de defensa de los derechos humanos basada
en Nueva York.
El vuelo despegó rumbo a Múnich el lunes por la noche.
«Democracia «restringida»
«No recuerdo ninguna otra democracia que haya bloqueado el acceso a un
investigador de Human Rights Watch», declaró a la AFP Kenneth Roth,
director de HRW. «Esto demuestra el carácter cada vez más restringido de
la democracia israelí», añadió.
Shakir continuará ocupándose de Israel y de los Territorios Palestinos pero desde el extranjero, indicó la ONG.
«Israel, como cualquier país (…) tiene la potestad de decidir quien
tiene el derecho de entrar y trabajar en el interior de sus fronteras»
justificó el ministerio de Asuntos Estratégicos, punta de lanza de la
campaña israelí contra el BDS.
La Unión Europea expresó su oposición a la decisión de Israel, y la ONU
advirtió en mayo que los activistas por los derechos humanos cada vez
tendrían menos margen para actuar en Israel.
Por su parte, Estados Unidos declaró su «fuerte oposición a la campaña
BDS contra el Estado de Israel» pero también recalcó su apego a la
libertad de expresión.
Esta expulsión «es un acto desesperado y déspota coherente con las
prácticas ilegales de ese régimen de ocupación», denunció Hanane
Ashraui, una responsable de la Organización para la Liberación de
Palestina (OLP).
– ¿Boicot? –
En el centro del conflicto entre Israel y HRW se esconde la guerra que libra el Estado hebreo contra la campaña mundial BDS.
Esta campaña insta al boicot económico, cultural o científico de Israel
para que termine la ocupación y la colonización de los Territorios
Palestinos. Quienes lo defienden se apoyan en casos como el de
Sudáfrica, cuyo boicot permitió que se pusiera fin al régimen del
apartheid, aseguran.
Israel acusa al BDS de antisemitismo, algo que los partidarios de la campaña desmienten.
En un primer momento, para justificar la expulsión, el Estado hebreo
recurrió a unos comentarios de Omar Shakir en los que defendía el boicot
a Israel, antes de que asumiera sus funciones en Israel, en 2017.
Además, las autoridades israelíes reprocharon a HRW su crítica a las
colonias israelíes en Cisjordania ocupada, ilegales según el derecho
internacional.
«Todos los que actúan contra Israel deben saber que no les permitiremos
vivir ni trabajar aquí», declaró tras el fallo del Tribunal Supremo el
ministro israelí de Interior, Aryeh Deri, que citó a Shakir como «uno de
los dirigentes del movimiento BDS».
«Ni Human Rights Watch ni yo como representante suyo instamos nunca al boicot a Israel», se defendió Shakir.
Tal y como hace con los gobiernos, HRW pide a las empresas que operan en
las colonias de Cisjordania ocupada que dejen de hacerlo, al considerar
que estarían contribuyendo a que se violen los derechos humanos,
explicó el responsable.
Más de 600.000 israelíes viven en colonias de Cisjordania y de Jerusalén
Este, unos territorios ocupados por Israel desde 1967 donde viven
alrededor de tres millones de palestinos. Estas colonias carecen «de
base en el derecho» y constituyen una «violación flagrante del derecho
internacional», según la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la
ONU.