Eduardo CamínRebelión

Un estudio sin precedentes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) revela que siete de cada diez trabajadores son independientes o laboran en pequeñas empresas, una conclusión que debiera conllevar apreciables repercusiones para las políticas de apoyo al empleo y a las empresas en el mundo.

Según el informe “Lo pequeño importa; Datos mundiales sobre las contribuciones al empleo de los trabajadores independientes, las microempresas y las pymes”, el empleo independiente, las microempresas y las pequeñas empresas tienen un papel infinitamente más importante como proveedores de empleo de lo que se creía.

Los datos recogidos de 99 países indican que, en conjunto, estas “pequeñas unidades económicas”, representan el 70 por ciento del empleo total, por lo que son quienes más empleo generan. Recordaremos que, se considera “microempresas” a aquellas que tienen hasta nueve empleados, y “pequeñas empresas” a las que tienen hasta 49 empleados.

Las conclusiones según la OIT tienen repercusiones “sumamente importantes” para las políticas y los programas sobre creación de empleo, calidad del empleo, nuevas empresas, productividad de las empresas y formalización del empleo, los que, según indica el informe, tienen que centrarse más en estas pequeñas unidades económicas.

El estudio revela además que un promedio del 62 por ciento del empleo de estos 99 países corresponde al sector informal, donde las condiciones de trabajo en general tienden a ser inferiores, eufemismo de falta de seguridad social, salarios más bajos, y deficiencias, tanto en materia de seguridad y salud en el trabajo, como de relaciones laborales.

Destaca, asimismo, que el nivel de informalidad varía mucho, desde más del 90 por ciento en Benín, Costa de Marfil y Madagascar, hasta menos del cinco por ciento en Austria, Bélgica, Brunei Darussalam y Suiza.

En los países de ingreso alto, el 58 por ciento del empleo total corresponde a las pequeñas unidades económicas, mientras que en los países de ingreso bajo y de ingreso mediano la proporción es considerablemente superior. En los países con los niveles de renta más bajos, el porcentaje de empleo correspondiente a las pequeñas unidades económicas es de casi el 100 por ciento.

Las estimaciones se basan en datos procedentes de encuestas nacionales de hogares y de población activa recogidos en todas las regiones salvo América del Norte, y no en datos de fuentes más convencionales, como las encuestas de empresas, cuyo alcance es más limitado y muchas veces manipulado.

Dragan Radic, jefe de la Unidad de Pequeñas y Medianas Empresas (SME) de la OIT señala que “ésta es la primera vez que se estima, en términos comparativos, la contribución al empleo de las conocidas como pequeñas unidades económicas para un grupo tan grande de países, en particular, países de ingreso bajo y de ingreso mediano”.

El informe señala la conveniencia de que el apoyo a las pequeñas unidades económicas forme parte esencial de las estrategias de desarrollo económico y social. Resalta la importancia de crear un entorno propicio para este tipo de empresas, asegurar que tengan representación efectiva, y de que los modelos de diálogo social también les sirvan.

Otras recomendaciones incluyen: comprender la forma en que el “ecosistema” más general determina la productividad de las empresas, facilitar el acceso a la financiación y los mercados, promover el espíritu empresarial de la mujer, y fomentar la transición a la economía formal y la sostenibilidad medioambiental.

Nuevas formas de organización del trabajo en la globalización

De la información que recibamos – y, sobre todo, de la actitud que asumamos ante esta información – se puede llegar a entender lo real. Por eso es necesario seguir introduciéndonos en los vericuetos del concepto de estos informes con el fin de ir aclarando estas cuestiones.

El origen de unidades productivas o de servicios que emplean a un grupo de individuos relativamente numerosos está inexorablemente vinculado al surgimiento y evolución de la producción capitalista. Históricamente, la pequeña empresa y mediana ha ofrecido una alternativa para el proceso de la industrialización. Por lo tanto, ellas son el lógico antecedente de la Revolución Industrial de los siglos XVII y XVIII.

La pequeña industria, surgida años antes de que se originara el capitalismo industrial, tenía como fuente creadora las necesidades primarias del hombre como el tallado de la piedra, el trabajo de los metales, la manufactura de prendas de vestir y ornamentales.

Así, se formó no sólo como fuente de abastecimiento de bienes para el consumo, sino también como motor del desarrollo de las fuerzas productivas, y es básicamente la industria de modestos recursos de donde se apoyó la Revolución Industrial y con ello la tecnología que después desarrollaron y fomentaron las grandes empresas.

Hay sólidos datos empíricos que confirman que las pyme son un verdadero motor de creación de empleo. Sin embargo, los análisis realizados muestran también claramente que el sector es muy heterogéneo, lo cual hace harto difícil formular políticas globales para las empresas de esas dimensiones.

Si se promueve a las pyme por su importante contribución a la creación de empleo, sin establecer diferencias entre los diversos subsegmentos, existe el riesgo de que se sacrifique la calidad por la cantidad de empleo, ya que entre las pequeñas y medianas empresas hay también muchas microempresas generadoras de empleos que no son ni productivos, ni siquiera decentes. El aumento cuantitativo de las pequeñas y medianas empresas en los últimos años está estrechamente relacionado con los nuevos fenómenos establecidos por la globalización, en la economía internacional, y la amplia y profunda crisis capitalista mundial.

Según algunos economistas defensores acérrimos de la globalización, ésta requiere nuevas formas de organización del trabajo y principios de administración, para enfrentar los cambios originados por la adopción de las nuevas estrategias económicas de liberación comercial dirigidas a la búsqueda de mercados más competitivos y economías abiertas. ¿Hicimos algo diferente en los últimos dos decenios?

Durante años la teoría acerca de la necesidad de la actividad de las pequeñas y medianas empresas en la economía tuvo poco desarrollo. Sin embargo, el fracaso del neoliberalismo y la necesidad recurrente de buscar vías y métodos para enfrentar y salir de las profundas y reiteradas crisis capitalistas, ha llevado a los economistas, políticos sociólogos y teóricos de toda especie a retomar las experiencias acerca del papel de las pymes en las diferentes ramas de la economía y en diferentes contextos socioeconómicos.

Los nuevos mecanismos suscriptos en los informes de la OIT recomiendan que hubiera que mantener el apoyo a las microempresas, a las pequeñas y medianas empresas para la creación de empleo decente y productivo, ya que considera vital su gran importancia para la generación de ingresos y medios de subsistencia, sobre todo en los lugares en que el empleo asalariado escasea. No obstante, la realidad indica que es la inequidad en la distribución de las riquezas y el extraordinario poder adquirido por las compañías transnacionales, junto con la creciente pobreza del sector agrario, la tendencia hacia la bancarrota de pequeñas y medianas empresas y al aumento de la economía informal que prevalece.

Con esto en mente, la OIT ha hecho de la productividad y las condiciones de trabajo en las pyme una de sus nuevas esferas de importancia decisiva.

Una conclusión importante que se desprende de los datos disponibles es que la calidad del empleo en las pyme depende más del sector económico en el que desarrollan su actividad que del tamaño de la empresa. Por lo tanto, las medidas destinadas a mejorar la calidad del empleo podrían ser más eficaces si se concibieran en función de los sectores de actividad y no del tamaño de las empresas. No deberíamos olvidar que, en períodos de crisis, como la que hoy golpea la economía de todos los países, son las que reciben el primero y más fuerte impacto directo, pero en economías donde el Estado aún posea una relativa fuerza, ellas se convierten en una de las opciones más importantes para salir de la misma.

Las pymes desempeñan un papel destacado en la economía de todos los países en particular en aquellas donde las corporaciones monopolistas le han “dejado” un relativo espacio para su accionar y tengan apoyo oficial del Estado como una política pública que aporta una fuente esencial de capacidades empresariales, innovación y empleo.

Eduardo Camín. Analista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE,www.estrategia.la)