Oscar Javier Forero
En Venezuela existe un creciente proceso de desmonetización, es decir de
pérdida de uso en el signo monetario nacional, el bolívar. Las razones
son varias pero principalmente podemos citar la hiperinflación, la
escasez de billetes, los constantes cortes eléctricos y de internet, la
alta incertidumbre y por supuesto la enorme volatilidad que se genera
por dos causas especificas: la devaluación arbitraria de la moneda que
hace que el dólar oficial del Banco Central de Venezuela esté
obligadamente siguiéndole los pasos al dólar paralelo y no viceversa, y
la propia inacción del banco, que aún cuando ha querido aplicar medidas
de política monetaria y cambiaria terminan aisladas, convertidas en
verdaderas islas, dada la intensidad de la crisis.
El proceso de desmonetización ha traído consigo, a modo de sustituto, el
incremento en la circulación de algunas monedas que anteriormente lo
hacían pero en menor medida, casos específicos como el dólar
estadounidense (US$) que cubre casi la totalidad del país y el peso
colombiano (COP) que transita libremente en el occidente, con especial
acentuación en los estados fronterizos. Otro sustituto importante del
bolívar han sido las monedas virtuales, principalmente bitcoin (BT) con
la cual se hacen gigantescas y voluminosas transacciones a diario. En
menor medida y particularmente en el sur-este del territorio nacional
circula el oro como medio de intercambio comercial; mientras que de
manera no generalizada pero en la amplitud de nuestra vasta geografía,
algunas veces producto de procesos de organización popular y otras,
obligados, por la apremiante necesidad, se efectúa la complementariedad a
través del trueque.
El peso colombiano es hoy más aceptado en ciudades como San Cristóbal
que el propio bolívar. En zonas como San Antonio o Ureña en el estado
Táchira nuestro signo monetario ha quedado prácticamente desplazado en
su totalidad lo que evidentemente representa un pérdida de soberanía que
tardará muchos años en recobrarse. Esta sustitución de monedas no ha
sido impedimento para el comercio informal que tiende a mutarse de
acuerdo a los escenarios; desde hace un buen tiempo el contrabando de
productos de primera necesidad desde Venezuela hacia Colombia ha
desaparecido, aún sobreviven contadas excepciones en productos que pasan
al otro lado de la frontera a granel y son empacados a pocos metros de
la linea internacional como “producto colombiano”.
El grueso del contrabando se da ahora desde Colombia hacia Venezuela, a
diario miles de ciudadanos no solo del occidente del país, sino de la
región capital y hasta del oriente venezolano, calculados en torno a las
50.000 de personas en promedio, cruzan los puentes internacionales en
búsqueda de una mayor oferta de productos a precios generalmente más
económicos (todo depende del valor de transa del peso con respecto al
bolívar).
Precisamente este valor de transa de pesos a bolívares se efectúa a
través de la división del valor del dólar en Colombia y el valor del
dólar en Venezuela, como el dólar en nuestro país es altamente volátil
la relación coloca en un estado de fortaleza al peso con respecto al
bolívar.
No obstante en los últimos días el peso colombiano ha venido
depreciándose a valores históricos, lo que sin duda alguna traerá
implicaciones para los precios no solo del lado colombiano sino también
para los precios de los bienes, especialmente de primera necesidad, del
lado venezolano. A pesar de que el COP es parte de las monedas más
baratas o depreciadas del mundo, junto a un grupo de economías de la
periferia (incluyendo Venezuela), es también justo reconocer que en los
últimos años había venido gozando de una destacada estabilidad.
Entre 2015 y 2018 el valor promedio anualizado del dólar con respecto al
peso varió tan solo + 7,8%, otras monedas latinoamericanas variaron en
el mismo período muy por encima de éste valor, así tenemos al peso
mexicano + 21,28%, el real brasileño + 10,21%, el peso uruguayo + 12,96%
y el peso argentino + 309%. Solo a modo de entender el por qué el
bolívar pierde constantemente terreno incluso en su propia casa y con
monedas consideradas baratas a nivel mundial (como el caso del peso),
durante 2015 y 2018 la variación entre el dólar y nuestro signo
monetario fue de 2,83 millones por ciento.
En las últimas dos semanas ha habido una importante devaluación del COP,
llegando el dólar a valorizarse con respecto a éste en + 7,98%, lo que
evidencia una variación mayor que la registrada durante el período
2015-2018. Esta situación para nada normal en una economía que ha sabido
mantener estabilizada la divisa norteamericana en un rango que oscila
entre los 2900 y 3200 pesos por dólar, tiene como principal impulsor la
llamada guerra comercial entre Estados Unidos y China. Este acrecentado
proteccionismo norteamericano realmente representa una guerra por la
hegemonía de los tradicionales Estados-Naciones que conocemos: por un
lado la administración Trump tratando de recuperar terreno perdido, cosa
que difícilmente conseguirá, y por otro China que desde hace años
comienza a desplazar en la supremacía a Washington. Pero, ni lo uno ni
lo otro, el mundo que tenemos a la vuelta de la esquina no tendrá
supremacía de Estados sino de Corporaciones, para muestra véase a
gigantes como Google, solo que esto ya es harina de otro costal.
A pesar que el gobierno colombiano esperaba un incremento en las
exportaciones producto de las medidas arancelarias de Trump contra China
esto no ha sido así, los últimos reportes oficiales de la Casa de
Nariño hablan de caídas en el nivel de exportaciones lo que ha conducido
a abaratar la moneda. Más recientemente la Reserva Federal de los EEUU,
abiertamente presionada por Trump, decidió bajar por primera vez, desde
2008, las tasas de interés, lo que evidencia un intento por mejorar el
aparato productivo, cosa que ha sido respondida inmediatamente por China
devaluando el yen y empujando hacia abajo a las monedas de las
economías emergentes y de la periferia. Sobre este asunto es importante
entender que tanto los unos como los otros (es decir las economías
emergentes y la periferia) son peones, con muy poca soberanía, dentro
del aparataje mundial.
Esta disminución de la tasa de interés de 2,5 a 2,25% podría conducir a
los Estados Unidos, en un intento desesperado por contener a China, a
buscar el llamado interés negativo, cosa que aunque pareciese absurda
para el común de la población, puesto que implica invertir los papeles
(el prestamista le debe pagar intereses al prestatario), ha sido
ampliamente usado en países altamente endeudados como Japón y en
economías que buscan incentivar a como dé lugar la producción como
Alemania, es tal la tendencia que por lo menos 13 billones de dólares
(13.000.000.000.000) en bonos, lo que equivale a más del 60% del PIB de
los Estados Unidos, se encuentra en este momento con rentabilidades por
debajo de cero.
A primera vista la devaluación del peso significaría la revaluación del
bolívar, si recordamos que la formula usada para el cálculo del valor de
transa entre uno y otro es el costo del dólar en pesos (COP) entre el
costo del dólar en bolívares (VEF), es decir:
US$ (Cop) / US$ (Vef)
Se podría llegar fácilmente a esa aseveración. Sin embargo, esto no ha
sido así. Como ya dijimos, el dólar en Colombia ha incrementado su valor
en las últimas dos semanas en + 7,98%, solo que en ese mismo período el
dólar en Venezuela ha aumentado + 24,76%, el retroceso del bolívar
frente al peso y el dólar ha continuado, solo que el peso también ha
retrocedido, pero en menor medida, ante el dólar.
Esta situación de depreciación del peso colombiano incrementará los
niveles de inflación para 2019, estimados por el gobierno de Iván Duque
en 3%. En una economía como la colombiana, que en los últimos años ha
sabido controlar las variables macroeconómicas la inflación comienza a
preocupar puesto que el acumulado en la variación de precios desde enero
hasta julio ya superó la barrera de los 3 puntos porcentuales y afecta
con especial saña a las clases más desfavorecidas.
El incremento de precios en Colombia también golpeará el bolsillo de los
venezolanos, antes de julio ya había un repunte importante en los
precios de productos de primera necesidad como arroz, harina y azúcar
que gozan de amplia demanda dentro de los miles de venezolanos que bien
sea acuden directamente a territorio colombiano a efectuar sus compras o
simplemente adquieren estos productos dentro de nuestro país no solo en
ciudades del occidente sino hasta en la propia capital a revendedores
informales o “bachaqueros”. La misma situación ocurrió con quienes
prefieren, por la variedad y precios competitivos, comprar repuestos
para los vehículos o aparatos tecnológicos en ciudades como Cúcuta.
Así pues, ante la revaluación del dólar y la caída en el peso y el
bolívar, el consumidor venezolano seguirá tratando de surfear el
incremento de precios, esta vez no solo evidenciará el aumento en los
productos nacionales sino que también estará aprisionado por la subida
en los productos traídos desde Colombia.
Si desde nuestro país se supiera sacar provecho a “desventajas” como el
tener una moneda hiperdevaluada y unos costos operativos muy por debajo
de los promedios de la región, otro gallo cantaría. Lamentablemente el
bloqueo internacional que trata de asfixiarnos, el saboteo interno, la
indiferencia, la improvisación y la falta de claridad política marchan a
un paso mucho más acelerado que los aislados intentos por superar la
crisis.