Felipe Serafini

La ex presidenta Cristina Fernández hizo referencia acertadamente, durante la presentación de su libro best-seller «Sinceramente», a la aparición de las denominadas segundas y terceras marcas utilizadas por las empresas para dirigirse a un mercado consumidor de sectores mediosbajos y bajos, denominándolos irónicamente como marcas «Pindonga» y «Cuchuflito», como expresión coloquial de marcas actuales que nadie conocía, hasta ahora.

La actual candidata a vicepresidenta del país por el Frente de Todos aseguró en su presentación que la existencia de estas marcas de productos con contenidos de menor calidad no son parte del capitalismo, o digamos, de un capitalismo «razonable» en el que la población pueda consumir productos alimenticios de buena calidad.

En realidad, la nueva forma de comercializar que tienen las empresas tradicionalmente destinadas a sectores medios altos está siendo dirigido a un público consumidor en sectores medios bajos y bajos, durante la crisis económica generada por el gobierno de Macri.

Las crisis generadas por el capitalismo, con mayores precios, menores salarios, menos trabajo y más pobreza, limitan el consumo de productos para crear al mismo tiempo nuevos y sofisticados mecanismos destinados a obtener ganancias extraordinarias mediante el empleo de las denominadas «multimarcas»: un mismo producto a distintos precios y con distintos nombres.

Asimismo, una supuesta diferenciación del mismo producto con agregados de compuestos (vitaminas, minerales, etc) para las «clases altas», (lactosa, almidón, etc) para las «clases bajas», representa también una flagrante estafa a los consumidores.
«Pindonga» y «Cuchuflito» son, ni más ni menos, la expresión de este perverso mecanismo permitido por el Estado y utilizado por las empresas alimenticias multinacionales para aumentar sus ganancias, fugar divisas y robar al pueblo.