Observatorio de la crisis

Documento del Instituto de Estudios Tricontinental

La doctrina estadounidense de “dominación de espectro completo” nace de la reflexión que hace el Pentágono sobre las causas de la derrota en Vietnam y de la caída del muro de Berlín. Esta evaluación afirma que lo que garantizó la victoria de las fuerzas vietnamitas fueron sus capacidades en el terreno de la cultura y la resistencia de los pueblos y no la tecnología militar de la que disponían.

La conclusión entonces afirma que la dominación en el terreno económico, comercial, diplomático y militar no es suficiente; es necesario considerar la intervención en el complejo de la organización de la vida y, por lo tanto, buscar controlar las emociones y las reacciones de los pueblos.

La propia producción de subjetividad se convierte así en blanco de la guerra. Y en un mundo en que la organización del trabajo en el proceso productivo está mutando hacia la precarización y el desempleo, los medios de la sociabilidad se modifican radicalmente .

No quiere decir que los grandes medios de comunicación no tengan importancia; pero, ciertamente en este contexto, la subjetivación social se construye también a través de otras instituciones que operan en pequeños espacios comunitarios donde la también llamada “guerra de quinta generación” actúa en su salsa: cultos, sectas, movimientos religiosos fundamentalistas

La cuestión central del ejercicio de la hegemonía en nuestras sociedades pasó así a ser la de eliminar las propias vulnerabilidades y la búsqueda de la capacidad total de control sobre los oponentes.

Si la hegemonía supone una universalización de visión del mundo, se trata entonces de convencernos que la forma de organización hegemónica es la única manera de entender la organización de la vida y la reproducción material del planeta. En esto reside la dominación de espectro completo: dominar corazones, mentes y cuerpos.

Se trata de ejercer una dominación que controle todas las dimensiones de la vida de las personas: emociones, lenguaje, cultura, valores, modo de gustar, sentir, desear, paradigmas de belleza, por una parte; y por la otra las dimensiones de supervivencia material controlando; el mercado, la producción, el consumo, la alimentación, el cuidado de la salud, incluso, controlar la reproducción social y biológica.

Finalmente, la dominación de espectro completo se refiere también a la dimensión de las armas; pero la importancia de las dimensiones anteriores indica que la guerra se gana en parte antes de ir al campo de batalla.

Las intervenciones sobre todas estas dimensiones ciertamente ya existían, pero con la doctrina de dominación de espectro completo, pasan a operar de forma articulada. En esta perspectiva, un país hegemónico no se impone sólo por la vía militar, sino también por la capacidad de imponer su visión del mundo. Esto ocurre a través de la industria cultural, que combinada con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación presenta y construye una forma de vivir (YouTube, Netflix, redes sociales)

En Venezuela en particular estas operaciones estuvieron basadas en los intentos de cambiar la subjetividad a través de las múltiples formas mediatizadas de intervención sobre el sentido común, por un lado, y en la construcción de un cerco informativo internacional de la mano de las grandes cadenas, por el otro. De esta manera la formación de opinión pública de derecha, la guerra cultural interna, se retroalimenta de la construcción de opinión pública mundial.

Ciertamente, a priori nunca son bien vistas las intervenciones directas de un país sobre otro; por eso, estas intervenciones requieren de la creación de condiciones propicias, así como la construcción de escenarios que validen la intervención. Para ello, además de la guerra económico, financiera, desabastecimiento y operaciones militares son imprescindibles la guerra psicológica, cultural y de comunicaciones, con el objetivo de criminalizar al gobierno popular a través de la manipulación de narrativas.

Sobre ello, el periodista Pepe Escobar analizando estos procesos en Brasil destacó que es esencial como primer paso influenciar a una clase media no comprometida para avanzar con los métodos de desestabilización política de un gobierno, operando sobre pequeños grupos de jóvenes en las redes sociales para que fomenten el descontento.

En Brasil esto se presentó con toda claridad en la construcción de la narrativa que Rousseff y Lula eran los políticos más corruptos del país, así como con el uso masivo de fake news durante las elecciones del 2018.

En Venezuela, por su parte, las formas de fake news llegaron a extremos impensables: falsas denuncias de asesinatos de activistas de la oposición, datos económicos falsos, movilizaciones muy pobres presentadas como masivas, denuncia de edificios donde se tortura a opositores políticos, entre muchas otras maniobras de desinformación que operan sobre los sectores que tienen más acceso a redes sociales logrando que ciertas construcciones mediáticas tuvieran una importancia y una repercusión que no se condice con lo ocurrido realmente.

Una enorme diversidad de medios viene siendo empleada en estas campañas y se expande cada vez más. Además de las tradicionales grandes corporaciones mediáticas (televisivas, impresas o radiofónicas) que siempre actuaron en conjunto con las clases acomodadas venezolanas; Internet y la revolución en las comunicaciones ampliaron mucho estas herramientas.

Las redes sociales y herramientas comunicacionales posibilitan el montaje y manipulación de enormes bancos de datos que recopilan, identifican y clasifican opiniones, sentimientos y deseos de la población. Así como estos aspectos subjetivos pueden ser reconocidos, también pueden ser intervenidos e inducidos, a través de tácticas de guerra psicológica.

De esta forma, una gestión de las redes sociales y la comunicación social que surgió persiguiendo intereses comerciales, pasó a ser usada para forjar ideologías e impactar fuertemente la política venezolana de estos tiempos, de manera similar a lo que ocurre en otros países de América Latina.

La producción de informaciones parcialmente verdaderas o falsas (fake news), pero plausibles para quienes las reciben, es difundida por la combinación de los medios de comunicación (TV, radios y periódicos), medios digitales (Whatsapp, Facebook y Twitter) e instituciones con credibilidad, como Iglesias cristianas, ONG o institutos de investigación.

Este manejo intencional del flujo de la información tiene una estructura de organización en red de tres niveles, como observa Euclides Mance (2018). El primero es centralizado por un alto mando, que posee un amplio grupo de flujos de comunicación, recursos y grupos de interés internacionales, responsables de alimentar al segundo grupo de red, definido como descentralizado.

Este segundo nivel alimenta de informaciones a grupos compartimentados del tercer nivel, divididos por grupos de preferencia, ciudades y regiones de cada país. De esta relación se pueden crear inmensas bases de datos por áreas de interés. Es en ese segundo nivel donde operan los robots o bots en base al uso de la inteligencia artificial, a partir de la segmentación producida de las informaciones recolectadas.

Y por último, el tercer nivel, que se denomina de distribución, se realiza directamente de persona a persona, ya que en tanto se recibe una información que corresponde al deseo o interés propio, cada quien es motivado a replicarla autónomamente en su red de contactos. Esto aumenta su credibilidad, porque la gente tiende a dar crédito a la información proveniente de fuentes diferentes y próximas.

Este proceso funciona como el virus que infecta el sistema, y lo hace extremadamente difícil de combatir, pues la eliminación de una fuente no impacta en el funcionamiento regular de las demás fuentes.

Más allá de estas operaciones mediáticas, lo que ocurre en la experiencia de vida del pueblo venezolano es diferente. Los titulares, las imágenes y noticias en general no tienen por el momento la incidencia que los golpistas desearían. Un ejemplo saliente fue el intento de Guaidó por presentar el 30 de abril como una movilización masiva del conjunto de la sociedad venezolana en respaldo a la acción militar que promovía su partido. No hubo reportes de movilización en otras zonas del país y en Caracas el número de personas movilizadas no alcanzó a las 5.000.

Por el momento, internamente la estrategia de guerra mediática no ha tenido mayores resultados. Quizá la dimensión internacional de la batalla mediática –la construcción de un verdadero cerco publicitario con la participación de los consorcios empresariales globales – si ha tenido un efecto más claro en la difusión de una imagen a favor de la derecha venezolana y el imperialismo. Sin embargo, este plano está subordinado a la demás expresiones de la guerra híbrida que venimos analizando.