Por Ariel Orellana Araya

Los acuerdos comerciales persiguen la regulación arancelaria de los mercados, cooperación en ciencia y tecnología, libre circulación de bienes, servicios y capitales mediante políticas y normas jurídicas que implican la incorporación de bases que aseguren el libre comercio, como por ejemplo la regulación sobre el medio ambiente, el trabajo, la salud, la propiedad intelectual, seguridad nacional, jurídica, entre otros.

Cuando uno se pregunta en qué afecta el imperialismo a la clase trabajadora, la respuesta no es automática, e incluso se podría pensar que el Imperialismo como última fase del capitalismo, no tendría mucho que ver con la vida cotidiana de las y los trabajadores en Chile. Sin embargo, el hecho de tomar conciencia de que nos encontramos subordinados a la ley y al orden imperial nos permite entender las razones por las cuales nuestras condiciones de vida y de trabajo son cada vez más precarias y empobrecidas.

Una primera expresión concreta del dominio mundial imperialista son los acuerdos comerciales que Chile firma con otros países del mundo, que pueden adquirir diferentes formas, destacando dentro de los más conocidos los llamados Tratados de Libre Comercio. Actualmente en Chile existen 26 acuerdos comerciales con diferentes países del mundo.

Los acuerdos comerciales persiguen la regulación arancelaria de los mercados, cooperación en ciencia y tecnología, libre circulación de bienes, servicios y capitales mediante políticas y normas jurídicas que implican la incorporación de bases que aseguren el libre comercio, como por ejemplo la regulación sobre el medio ambiente, el trabajo, la salud, la propiedad intelectual, seguridad nacional, jurídica, entre otros.

Esto último es sumamente relevante porque para que Chile firme estos tratados que por lo general han potenciado la inversión extranjera y la exportación de materias primas, debe asumir acuerdos que trascienden lo meramente comercial y tienen directa injerencia en aspectos políticos, jurídicos y sociales en el ámbito de la regulación total de la sociedad. Esta situación ha significado que las leyes laborales y sociales a nivel nacional se ven sujetas al mercado internacional, es decir, al control económico del mundo que se encuentra en manos de unos pocos monopolios. Finalmente estos mismos grupos no sólo dominan económicamente, sino también política, jurídica y socialmente a las amplias mayorías de trabajadoras y trabajadores a escala global, haciendo que los gobiernos se pongan a disposición de los intereses de la burguesía mundial, resguardando el control y orden de sus naciones, asegurando la libre circulación de los capitales y la sobre explotación de la clase trabajadora.

Ejemplo de ello son el nefasto TPP 11 o la influencia política de la realización de la Cumbre APEC en Chile o el COP 25. Todos estos acuerdos comerciales o encuentros, que la burguesía ha enmarcado dentro de lo que ha denominado “globalización”, que no es más que imperialismo, tienen como política la precarización del trabajo, la privatización de los recursos naturales y su consecuente saqueo, el lucro y el negocio con los servicios que consideramos derechos sociales (salud, educación, vivienda, previsión social), además de buscar preservar el patrón de acumulación capitalista y aumentar sus tasas de ganancia.

Por otra parte, el financiamiento importante a las tecnologías y el desarrollo de la automatización entendida como la “cuarta revolución industrial”, no es más que el reemplazo del ser humano por la máquina y no para disminuir el tiempo de trabajo en pos de la recreación, cultura y desarrollo humano para mejorar la calidad de vida, sino que para disminuir sueldos, bajar la cantidad de mano de obra necesaria, aumentando la cesantía, precarizando las condiciones laborales de quienes logran mantener su empleo. Esto conlleva que las y los trabajadores deban vender su fuerza de trabajo a más de un patrón, para alcanzar un sueldo acorde al costo de la vida, en precarias condiciones laborales y con cada vez menos derechos, dada la flexibilización laboral instalada por el sistema a través de la legislación laboral.

Respecto de la automatización no está de más decir que el problema no es el avance de las tecnologías y desarrollo industrial, sino más bien los intereses por los cuales estas se utilizan. El día en que las tecnologías estén en favor de la clase trabajadora será un beneficio y no un castigo, es por eso que para ello se hace cada vez más urgente alcanzar importantes niveles de organización clasista, que no sólo luche contra la ofensiva patronal en el mundo del trabajo, sino también, articule las luchas por salud, educación, vivienda, el medio ambiente y los derechos de la mujer trabajadora en un referente anticapitalista, antiimperialista y antipatriarcal que instale el problema del sistema mundial de acumulación capitalista y la necesidad de una nueva sociedad, esa donde se acabe la dominación y explotación de una clase sobre otra.

“Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria”.

Ernesto Che Guevara

«Crear dos, tres … muchos Vietnam»

El autor es Trabajador Social, (E) Magister en Gobierno y Gestión Pública, miembro de la Asociación Intersindical de Trabajadoras y Trabajadores Clasistas, AIT y parte de la Coordinación antiapec2019.