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La ex presidenta Cristina Kirchner convocó a los argentinos a suscribir un nuevo contrato social “con metas cuantificables” que contenga a todos los sectores, desde empresarios a sindicalistas, intelectuales, trabajadores y beneficiarios de ayuda social. “Para que una empresa gane plata tienen que ganar todos”, ejemplificó. Fue durante la esperada presentación de su libro Sinceramente, un singular éxito de ventas que ya lleva 300 mil ejemplares impresos en cuestión de días. La expectativa se notó en la convocatoria que se dividió por tres: los mil invitados que colmaron la Sala Jorge Luis Borges de la Feria del Libro y en las miles de personas que desafiaron la lluvia -por momentos torrencial- y se quedaron a seguir el mensaje a través de pantallas gigantes tanto dentro como fuera del predio de La Rural, sobre avenida Sarmiento. Cristina Kirchner se limitó a exponer en el marco de la presentación de su libro pese a que el masivo contexto incitaba a más. No hubo mención ni indicio sobre una posible candidatura, también dejó afuera los temas de la coyuntura. “Cristina presidenta, Cristina presidenta”, fue uno de los estribillos más repetido. La senadora respondía tomando de su vaso de agua. Con todo, nadie pareció irse decepcionado.

Y eso que lo del contrato social podría haberlo relacionado con el acuerdo de diez puntos que el Gobierno la invitó a discutir. No hizo mención. El contrato de la ex presidenta pareció algo pensado más sobre cuestiones de fondo y a mayor plazo que el escuálido decálogo macrista. La idea de Cristina Kirchner ya aparece esbozada en el epílogo de Sinceramente. Allí describe “un nuevo y verdadero contrato social con derechos pero también con obligaciones”, que debería abarcar no sólo lo social y lo económico sino también lo político y lo institucional. En este punto, Cristina Kirchner se mostró crítica con el sector empresario. “No hay posibilidades de generar crecimiento económico sin mercado interno fuerte”, remarcó. Recordó el acuerdo firmado en el ‘74 por Juan Domingo Perón y José Bel Gelbard –a quien destacó como “el último gran dirigente empresario”– y que si el pueblo llenó la Plaza de Mayo aquel 12 de junio del recordado y final “llevo en mis oídos la más maravillosa música…” fue porque los empresarios no estaban cumpliendo con el pacto social.

Además de la amonestación a la clase empresarial, también se refirió a la sociedad en general. Explicó que con su libro, lejos de plantear enfrentamientos y peleas había buscado una “interpelación”. “Yo no creo en las sociedades maravillosas y perfectas que dan malos dirigentes. Hay un poco de reflejo”, analizó. “Las decisiones y conductas no son sólo dirigenciales”, agregó, y deslizó la idea de un sector social que vota en contra de sus propios intereses. Habló, por ejemplo, de la mujer humilde que por ahí se levanta de madrugada y viaja para trabajar como doméstica en alguna casa de la Ciudad y se queja de los que cobran planes y no trabajan. Reiteró el dato del libro acerca del reparto de planes sociales. Que recibieron el gobierno en 2003 con 2.300.000 planes Jefas y Jefes de Hogar distribuidos por la gestión de Eduardo Duhalde para hacer frente a la crisis y que al término de su gestión fueron sólo 207 mil, correspondientes a Ellas Hacen y Argentina Trabaja. Y que hoy, en la gestión Cambiemos, se reparten más del doble que esos planes: 467 mil. “Más que los que tenía el gobierno de los choriplaneros”, ironizó.

La ex presidenta llegó puntual a un auditorio que había empezado a llenarse dos horas antes. Las primeras filas estuvieron destinadas a los invitados especiales, entre los que se destacaron Estela Carlotto y Taty Alemida entre otras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo aplaudidas a su ingreso. Hubo muchos ex integrantes de su gabinete, también legisladores e intendentes. La apertura estuvo a cargo de la presidenta de la Fundación El Libro, María Teresa Carbano, quien reinvindicó la Feria como espacio para todos los debates y “múltiples voces”, ante la crítica de los últimos días desde algunos medios porque se permitiera a la ex presidenta realizar un acto. Se ganó aplausos cuando habló de la difícil situación que atraviesa hoy la industria gráfica en contraste con el éxito inmediato del libro de CFK. La senadora la reivindicó como “la primera presidenta” de la Fundación. Por la reacción se dio cuenta que algún sector del público interpretó otra cosa. “No, yo ya fui presidenta. Ella es la presidenta”, aclaró.

A la explosiva venta de ejemplares se refirió Juan Boido, director de Penguin Random House. “Se vendieron los primeros 60 mil ejemplares en un día”, contó. Más allá de la venta, destacó que desde hace 15 días el país esté hablando sobre un libro. Al final del acto tuvo un divertido contrapunto con la ex presidenta. “Juan me dijo que con 30 mil sería un éxito”, le dijo ella. “Bueno, estábamos hablando de una escritora novel”, respondió él.

La ex presidenta nombró al ex jefe de Gabinete Alberto Fernández, ubicado en primera fila, como quien le llevó la idea. Dijo que él se sentía dolido por las cosas que se decían de ella y de Néstor y de sus hijos Máximo y Florencia y que de bía escribir un libro para contar la verdad. CFK relató que empezó con esa idea pero que después el libro fue creciendo. Comenzó la tarea en abril del año pasado y pensaba terminarla en diciembre, pero que se extendió porque también se extendió el libro. Le pareció “muy mezquino” escribir sólo sobre sus asuntos personales y que buscó escribir algo “que nos sirviera a todos”. “No creo en los neutrales, para neutrales están los suizos”, definió. 

Lo que la llevó a ir más allá, contó, fue que pocas veces se puede dar el caso de ver un gobierno que cumple tres mandatos y arrojando determinados resultado, al que lo sigue otro de diferente signo con las consecuencias que vemos hoy. De ahí su idea de “interpelar” a un sector la sociedad. “Los argentinos somos difíciles. Las argentinas también”, resumió.

Adentro de la sala a veces llegaba el sonido de lo que cantaba afuera la militancia. En algún momento el “vamos a volver” de afuera contagió el ambiente de adentro. “Estamos en la Sala Borges y como decía él son incorregibles”, bromeó con la famosa frase del escritor sobre los peronistas. En otra ocasión, en una referencia de la ex presidenta al Gobierno, se escucharon silbidos que ella paró. Se mostró preocupada en evitar un clima de confrontación, ni siquiera mencionó a Mauricio Macri. Apenas deslizó alguna ironía como cuando habló del crecimiento de la economía de Estados Unidos basada en el fortalecimiento de su industria y de los mayores índices de empleo. “Sería bueno que algunos que viajan tanto allá y escuchan tanto, imiten lo que hacen allá”, dijo.

En el final se emocionó al contar que lo que nunca estuvo en duda, pese a que estiró el cierre de la entrega del libro, fue que lo presentaría el 9 de mayo, porque ayer cumplía 44 años de su casamiento con Néstor Kirchner en el registro civil de La Plata. “Néstor no se murió, Néstor vive en el pueblo”, cantó la militancia. Contó que se lo había querido dedicar pero no llegó a avisar a tiempo a la editorial, así que lo hizo ayer. “No como ex presidente, ni estadista. Néstor ya está en la historia. Se lo quería dedicar a él como mi compañero, al Néstor hombre, padre de nuestros hijos, porque él se lo merecía”, mencionó. Terminó hablando de los límites que creía que se habían sobrepasado en las críticas que les hacían y que eso motivó el origen del libro. “Empezó siendo una reflexión sobre algunas cosas e intentó ser una reflexión sobre nosotros, los argentinos”, concluyó.

Se fue como llegó, en medio de un mar de celulares enfocados hacia ella, incluso en el caso de dirigentes políticos que querían tener un registro del momento que todos imaginaron como el comienzo de alguna otra cosa.