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Si alguna lección se aprende al dirigir una gran organización internacional como la ONU, es que en las cosas del mundo, la verdad de los hechos raramente coincide con la versión oficial. Las ideas dominantes, como solía decir el viejo Marx, siguen siendo las de la clase dominante. Y el caso de Venezuela en estos días se configura en términos de un gigantesco engaño informativo dirigido a encubrir la opresión contra un pueblo y el saqueo de una nación.
El principal mito a desenmascarar se refiere a las causas de fondo del drama venezolano. Los medios occidentales no han dudado en señalar a los ejecutivos que accedieron al poder después de la elección del «dictador» Chávez como presidente en 1998 como únicos responsables de la crisis, ocultando la causa más importante: las bárbaras sanciones estadounidenses contra Venezuela decididas por Obama en 2015 y profundizadas por Trump en 2017 y 2018.
Los gastos sociales nunca fueron tan altos. La «dictadura» de Chávez, confirmada por 4 elecciones presidenciales, 14 referendos y sucesivas consultas nacionales, se llevó a cabo bajo el signo de una ruptura radical con la pasada historia de Venezuela: los ingresos por petróleo han sido redistribuidos principalmente a la población. En vez de ir al bolsillo de la oligarquía local y a bancos de los EE. UU.
Aunque Chávez cometiera varios errores de mal gobierno y corrupción
típicos del populismo de izquierda, errores confirmados posteriormente
por el más débil Maduro, bajo su presidencia el gasto social alcanzó el
70% del presupuesto estatal, el PIB per cápita se triplicó. en poco más
de 10 años, la pobreza pasó del 40 al 7%, la mortalidad infantil se
redujo a la mitad, la desnutrición disminuyó de 21 a 5%, se eliminó el
analfabetismo y el coeficiente de desigualdad de Gini se redujo al nivel
más bajo en América Latina (datos del FMI, PNUD y Banco Mundial).
Pero el desafío más temerario lanzado por la Venezuela «socialista» fue
contra la hegemonía del dólar. La economía ha comenzado a ser
desdolarizada propiciando inversiones no estadounidenses, tratando de no
recibir dólares por las exportaciones, y creando el Sucre, un sistema
de intercambio financiero regional basado en una criptomoneda, el Petro,
en poder de los bancos centrales de las naciones que negocian con
Venezuela como unidad de cuenta y medio de pago. Así que el momento del
enfrentamiento con Big Brother llegó muy temprano. Muchos evocaron el
espectro del Chile de Allende de 30 años antes. [Nota del traductor:
Allende fue Presidente de Chile desde el 3 de noviembre de 1970 al 11 de
septiembre de 1973].
Pero la Venezuela de hoy es aún más víctima que Chile. Después de Rusia,
es el país más rico en recursos naturales del planeta: el mayor
productor mundial de petróleo y gas, el segundo mayor productor de oro, y
uno de los más grandes de hierro, bauxita. cobalto [NT: ¿coltán?] y
otros. Ubicado a tres horas de vuelo de Miami, y con 32 millones de
habitantes. No muy endeudado, y capaz de fundar un banco de desarrollo,
el Banco do Sur, capaz de reemplazar al Banco Mundial y al Fondo
Monetario como fuente de crédito más equitativa para el continente
latinoamericano.
Es por estas razones que la «cura chilena» ha fracasado inicialmente. El
intento de golpe contra Chávez en 2002 y las violentas manifestaciones
de una oposición que se volvió subversiva y antinacional, chocaron con
un ejecutivo que ganó una elección tras otra. Porque incluso los pobres,
después de todo, votan. La oportunidad de cerrar el juego llegó con la
muerte de Chávez en 2013 y el colapso en el precio del petróleo comenzó
en 2015.
La estrategia de las sanciones: el aluvión de sanciones emitido el año siguiente con el pretexto de que Venezuela era una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos doblegó al país. Venezuela es expulsada de los mercados financieros internacionales y se encuentra con no poder utilizar los ingresos del petróleo para pagar las importaciones. Casi todo lo que entra en una economía que produce poco aparte de los hidrocarburos debe pagarse en dólares en efectivo. Y las sanciones impiden el uso del dólar. Los fondos del gobierno depositados en Estados Unidos son congelados o incautados. Los canales de refinanciación y renegociación de la modesta deuda externa de Venezuela están cerrados. El interés de la deuda es alto porque las agencias de calificación que sirven a Washington llevan el riesgo del país a cifras inverosímiles, más altas que las de Siria. En 2015, la extensión de Venezuela es de 2 mil puntos, para alcanzar y superar los 6 mil en 2017.
Los economistas del Celag [Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica] han cuantificado en 68.6 mil millones de dólares, 34% del PIB, el costo adicional de la deuda venezolana entre 2014 y 2017. Pero el efecto más letal del bloqueo financiero de Venezuela es la negativa de Los principales bancos internacionales, bajo control de EE.UU., de tratar las transacciones conexas a las importaciones de bienes vitales como alimentos, medicinas, productos higiénicos y artículos indispensables para el funcionamiento del aparato productivo y el transporte. Los hospitales venezolanos carecen de de insulina y medicinas contra la malaria. Los puertos del país se han declarado puertos de guerra, llevando a las estrellas los aranceles de importación y exportación. El valor de las importaciones cae de 60 mil millones de dólares en 2011-2013 a 12 mil millones en 2017, trayendo consigo un golpe de 50% del PIB.
Los bancos de Wall Street: los bienes que aún se pueden importar son acaparados y revendidos de contrabando por los oligopolios de la industria alimentaria que dominan el sector privado de la economía venezolana. La misma delincuencia de alto nivel que tira de los hilos del sabotaje del Clap, el plan de emergencia alimentaria del gobierno que rescata a 6 millones de familias. Y se ha calculado que entre 2013 y 2017 la agresión financiera contra Venezuela ha costado entre 110 y 160% de su PIB, es decir, entre 245 y 350 mil millones de dólares. Sin las sanciones, la economía de Venezuela, en lugar de reducirse a la mitad, se habría desarrollado al mismo ritmo que la de Argentina.
En 2018 se desarrolló en Venezuela una crisis humanitaria totalmente inducida. Esto se acompaña de una hiperinflación igualmente falsa, sin base en los fundamentos de la economía, determinada por el ataque del mercado negro del dólar a la moneda nacional atribuible a los 6 bancos de inversión más grandes de Wall Street.
Por esta razón, el informe del experto de la ONU que visitó Venezuela en 2017, Alfred De Zayas (del que nunca habéis oído hablar pero que posee la mayoría de los datos mencionados anteriormente), propone la remisión de los Estados Unidos a la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad perpetrados en [contra] Venezuela después de 2015.