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La política exterior de EEUU va de mal en peor. Primero, Washington tuvo que admitir su derrota en Siria, no lograron asustar a Corea del Norte con todas sus amenazas y ahora, su designado presidente de un Gobierno no existente en Venezuela, Juan Guaidó, entró en estado histérico al fracasar la ‘revolución de colores’.
Latinoamérica es el sucio taller mecánico donde un delirado grupo de poder experimenta sus creaciones de la realidad.
(Greg Grandin, en ‘El taller del Imperio: Latinoamérica y las raíces del imperialismo norteamericano’ por Henry Holt, 2006).
Se trata del fracaso de la ‘revolución de colores’ que con tanto cuidado y seguridad prepararon los servicios de inteligencia norteamericanos y que ahora están abocados a preparar nuevos ataques contra el sector energético.
Hace un mes, Guaidó organizaba manifestaciones de oposición en Venezuela, daba largas entrevistas a los medios de comunicación globalizados prometiendo la sublevación popular contra la ‘dictadura’ de Nicolás Maduro, la deserción masiva de los militares bolivarianos y la formación de un nuevo Gobierno. En un mes todas estas promesas se las llevó el viento.
En realidad, no pasó nada. El pueblo venezolano, a pesar de las dificultades económicas que tiene que soportar debido a las sanciones que impuso Washington y sus sumisos lacayos europeos y latinoamericanos, prefirió dedicarse a la preparación y después a la celebración de seis días de Carnavales Felices 2019 en vez de ofrecer su apoyo a Guaidó quien no supo convencerlo de que la vida de la mayoría de la población se mejoraría al deshacerse del chavismo.
Las promesas de Guaidó de hacer retornar al país a las leyes del mercado, promover la libre competencia, acudir al Fondo Monetario Internacional para obtener créditos y pedir a EEUU mandar tropas para pacificar a la República Bolivariana recordaron a la mayoría de los venezolanos los años 1990 con una inflación galopante, la delincuencia sin control, una élite cada vez más rica, una pequeña clase media y la pobreza en la que vivía más del 60% de la población.
Las mismas autoridades norteamericanas crearon la imagen del autoproclamado presidente interino Juan Guaidó como un administrador neocolonial teledirigido desde Washington por el Departamento de Estado, la CIA, el vicepresidente Mike Pence, por el asesor de Seguridad Nacional John Bolton, y el enviado especial norteamericano para Venezuela, Elliott Abrams. El último es ahora un viejo harto conocido en Centroamérica por promover masacres, armar la contra nicaragüense, participar activamente en el escándalo Irán-Contra o Irangate y promover la invasión a Irak en 2003.
Durante su reciente estadía en EEUU, Juan Guaidó estaba bajo el control completo de la subsecretaria para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado norteamericano, Kimberly Breier, quien supervisó cada gesto y cada frase del ‘presidente interino’ en EEUU y también durante su gira por Brasil y Paraguay. La señora Breier, quien habla perfectamente el español, durante más de una década fue analista de la CIA, se desempeñó como gerente en la industria del espionaje, trabajó en el Consejo Nacional de Seguridad de EEUU, asesoró a la Casa Blanca y a los Gobiernos de México, Brasil, Argentina y Chile. A pesar de tanta experiencia con América Latina, esta ‘experta’ en espionaje no se dio cuenta de que su protegido era un simple ladino, astuto y disimulado que hizo envolver tanto a la CIA como al Departamento de Estado en promesas fantasiosas sobre la existencia de condiciones objetivas y subjetivas para una sublevación general en Venezuela y así poner fin al Gobierno chavista.
Guaidó hizo creer al secretario de Estado Mike Pompeo y al vicepresidente de EEUU, Mike Pence que la base social del chavismo dirigida por el actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro está desintegrada y que la mayoría de los líderes mundiales le reconocerían como el presidente legítimo después de la sublevación popular. Este servidor incondicional de EEUU aseguró también a sus patrocinadores en Washington que al recibir el apoyo de la mayoría de los líderes mundiales, al menos más de la mitad de los oficiales de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB) desertaría y defendería a la oposición. También Guaidó afirmó que los venezolanos que viven en el exterior lo apoyarían generosamente en términos financieros lo que le facilitaría tomar el control de una parte del país en el caso de no lograr a tomar el poder en Caracas.
Ninguna de estas promesas se cumplieron. La base social bolivariana mostró su solidez, y el pueblo en general prefirió jugar con entusiasmo los carnavales en vez de salir a protestar apoyando una intervención militar norteamericana, lo que trataba de incentivar el autoproclamado y teledirigido Juan Guaidó.
La declaración de este líder de la oposición de que un gran número de los miembros del entorno de Maduro se refugió en Turquía fue desmentida inmediatamente por el mismo presidente de aquel país, Recep Tayyip Erdogan, quien declaró que «ningún venezolano se refugió en mi país». De los 194 países existentes en el mundo solo unos 50 países reconocieron a un gobierno no existente y su autoproclamado presidente. Los militares tampoco mostraron su entusiasmo de desertar, a excepción de un centenar de tropas que robaron dos tanquetas y huyeron a Colombia.
A medida que pasaba el tiempo, Washington y su administrador neocolonial Guaidó empezaron a perder el impulso para sacar del poder a Maduro y sus acciones se volvieron cada vez más caóticas e inseguras. En la Cumbre Regional de Bogotá, Mike Pence recriminó al presidente autoproclamado en desacato por los fracasos sostenidos, especialmente por no producirse la deserción masiva de los militares. Kimberly Breier le increpó también a Guaidó por olvidarse de lo que le enseñaron en 2010 en el seminario cerrado en la Ciudad de México, dirigido por varios líderes de una de las primeras organizaciones especializadas en «cambios de régimen», OTPOR de origen serbio, a través de las ‘revoluciones de colores’ siguiendo el ‘Manual de golpe suave’ de Gene Sharp, el autor de la teoría de la ‘resistencia no violenta’. Por supuesto, la OTPOR fue financiada por el Departamento de Estado norteamericano y dirigida por la CIA para sacar del poder al presidente socialista de Serbia, Slovodan Milosevic, después de los bombardeos estadounidenses. En 2006 Milosevic murió en la cárcel de La Haya de manera misteriosa o según socialistas serbios, fue «asesinado».
«A día de hoy, Guaidó @jguaido está perdiendo la guerra contra @NicolasMaduro» https://t.co/NCxAL8ktXq — Sputnik Mundo (@SputnikMundo) March 2, 2019
El vicepresidente norteamericano, Mike Pence, criticó también duramente la actitud de los millonarios venezolanos que no cumplieron con sus promesas de un apoyo financiero generoso a Guaidó para promover la deserción de policías y militares, según el portal argentino La Política Online. Inmediatamente después de mostrar su descontento, los asesores del presidente autodesignado le cambiaron su agenda cancelando la gira por Europa y lo mandaron de vuelta a Caracas resguardado por los diplomáticos acólitos al imperio de países de América Latina y Europa, esperando que sea detenido para armar shows de violencia, repetir ‘guarimbas’ y denunciar la violación de los derechos humanos en Venezuela bajo la ‘dictadura’ de Maduro.
Sin embargo, el Gobierno bolivariano no reaccionó a la provocación dejándolo entrar libremente a su país mientras el pueblo estaba disfrutando de carnavales. El discurso de este administrador del imperio al arribar a Caracas en la zona de la oposición ubicada en la plaza de las Mercedes fue corto, de poco contenido y con poca asistencia.
Reconoció el fracaso de la ‘revolución’ del 23 de febrero y exhortó a los trabajadores públicos a comenzar el ‘paro escalonado’. Casi inmediatamente de su llamado, el presidente de la Federación Nacional de Trabajadores del Sector Público, Franklin Rondón, afirmó que más del 80% de los trabajadores de este sector reconocen al presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro, y por lo tanto «no acatarán el llamado irresponsable a la paralización de los servicios públicos».
Franklin Rondón advirtió a Juan Guaidó: «Usted será responsable de los cortes de luz, del agravamiento de los hospitales, de la educación, del transporte».
Al quinto día del retorno de este líder, de momento, de oposición, se produjo un apagón que afectó a 18 estados del país que se prolongó por más de 24 horas en algunas regiones de Venezuela. Lo siniestro de todo esto fue que el senador norteamericano, Marco Rubio escribió casi inmediatamente sobre este suceso un tuit dando detalles de dónde y cómo ocurrió el apagón que afectó la central automatizada de la cuarta central hidroeléctrica más potente en el mundo, El Guri que abastece el 70% del territorio nacional.
ALERT: Reports of a complete power outage all across #Venezuela at this moment.
18 of 23 states & the capital district are currently facing complete blackouts.
Main airport also without power & backup generators have failed.
#MaduroRegime is a complete disaster. — Marco Rubio (@marcorubio) March 7, 2019
El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, no pudo esconder sus emociones después de este atentado declarando: «No hay alimentos, no hay medicinas, no hay electricidad, y próximamente, no habrá Maduro». No obstante del dicho al hecho hay un gran trecho. La medicina está llegando de la India, China y Rusia, también los alimentos, la electricidad está siendo restituida tras un segundo apagón y Maduro sigue fuerte declarando lo siguiente: «Ante cualquier circunstancia y agresión imperial, mantendré nervio de acero, calma y cordura, plena conciencia y movilización permanente». El pueblo sigue apoyando a su presidente legítimamente elegido.
Pero el nuevo fracaso de un golpe de Estado en Venezuela, no cambia los planes de EEUU que expresó claramente el soberbio, prepotente e ignorante ‘halcón’ de Donald Trump, John Bolton, al declarar durante una reciente entrevista con Fox News: «Sería un gran logro para Estados Unidos económicamente que nuestras corporaciones petroleras invirtieran y comenzaran a producir petróleo en Venezuela». Al darse cuenta de la imposibilidad de una invasión, los estrategas de Washington decidieron recurrir a la experiencia de Elliott Abrams en crear ejércitos mercenarios en Latinoamérica y Centroamérica nombrándolo como enviado especial para Venezuela.
También en el Departamento de Estado y en la CIA están barajando el destino de Juan Guaidó al darse cuenta sus creadores y auspiciadores que ya perdió su momento y su potencial como líder de la oposición. El Gobierno bolivariano también lo percibió al advertir el presidente de la Asamblea Constituyente, Diosdado Cabello, que «la vida de Guaidó corre peligro como mandadero de sus amos, que podrían sacrificarlo por considerarlo más útil muerto que vivo».
Mientras tanto, Venezuela y su pueblo siguen su camino luchando por su soberanía y dignidad nacional.