Página 12
La investidura este martes de Jair Bolsonaro como nuevo presidente de
Brasil coloca a la ultraderecha por primera vez al mando de la mayor
democracia de América latina desde el fin de la dictadura militar
(1964-1985), de la que el futuro mandatario es un nostálgico.
Tras los gobiernos centristas de José Sarney (1985-1990), Fernando
Collor (1990-1992), Itamar Franco (1992-1994), Fernando Henrique Cardoso
(1995-2002) y Michel Temer (2016-2018) y los progresistas de Luiz
Inácio Lula da Silva (2003-2010) y Dilma Rousseff, derrocada por un
golpe institucional (2011-2016), Bolsonaro marcará un cambio radical
ideológico y político en la mayor economía suramericana.
El capitán de la reserva del Ejército brasileño, que será el 38
mandatario de Brasil, es un declarado anticomunista y llegó a la
presidencia con el apoyo de los sectores más conservadores del país,
incluyendo los grandes productores rurales, diferentes iglesias
evangélicas y los grupos que defienden la mano dura contra la
delincuencia.
Pese a que ha reducido el tono de sus polémicas declaraciones de tinte
machista, racista y homófobo, Bolsonaro, de 63 años, ha dejado claro,
con el perfil de su gabinete, que dará prioridad a los intereses de
grupos religiosos, empresarios y anticomunistas.
En su gabinete de 22 ministros destacan cinco altos oficiales de las
Fuerzas Armadas, como también lo es él su vicepresidente, el general
retirado del Ejército Hamilton Mourao.
El número de militares en su gobierno es igual al que tenía el general
Humberto de Alencar Castelo Branco, el primer presidente del régimen
militar que encabezó en el golpe de Estado de 1964. Otros cuatro
ministros han estudiado o trabajado en el Ejército.
Las únicas dos ministras son representantes de los sectores más
conservadores de Brasil y defienden posiciones afines a Bolsonaro.
Tereza Cristina da Costa Dias, quien asumirá como ministra de
Agricultura, coordina la bancada de los hacendados en el Congreso y
defiende el modelo de producción a gran escala en el campo.
Damares Alves, que será la ministra de la Mujer, la Familia y los
Derechos Humanos, era asesorara del frente parlamentario evangelista. Es
pastora de ese culto y no oculta sus posiciones contrarias al aborto y a
la identidad de género.
Por el perfil del gabinete y pese a que Bolsonaro ha prometido respetar
los derechos garantizados en la Constitución y «gobernar para todos sin
distinción de raza, sexo o religión», las minorías temen un aumento de
las violaciones contra sus derechos, debido a que el futuro presidente
ha dejado claro que atenderá prioritariamente los intereses de los
grandes hacendados, que viven en conflicto permanente con indios,
campesinos y ecologistas.
Ha anunciado, entre otras medidas, que autorizará por decreto la
tenencia de armas; que presentará un proyecto de ley para penalizar como
terroristas a grupos que invaden tierras para presionar por la reforma
agraria; que no delimitará nuevas reservas indígenas; que no permitirá
que licencias ambientales paralicen proyectos de empresas y que pretende
autorizar la minería en tierras indígenas.
Igualmente ha dicho que desmantelará varios de los programas que fueron
impulsados por el Partido de los Trabajadores (PT) en los gobiernos de
Lula y Rousseff, y que buscará nuevas alianzas en el mundo, tras tres
lustros en que Brasil privilegió las relaciones sur-sur.
Bolsonaro declaró su alineamiento con los gobiernos de Donald Trump en
Estados Unidos y Benjamín Netanyahu en Israel y ha dejado de criticar a
China, el principal socio comercial de Brasil, y pidió de manera expresa
que los gobernantes de Venezuela, Cuba y Nicaragua no fueran invitados a
su investidura por considerarlos «dictadores».
Su política económica, que tendrá un tinte claramente liberal, será
comandada por Paulo Guedes, un economista de la Escuela de Chicago y al
que el futuro presidente ha dado «carta blanca».
Guedes ha propuesto una ambiciosa apertura al capital extranjero,
impopulares ajustes fiscales, una severa reducción del tamaño del Estado
y de sus gastos, y privatizaciones en todas las áreas, que incluyen las
operaciones del gigante Petrobras.
Además de una apertura comercial, su programa contempla una
reorganización de las relaciones comerciales, que podrían implicar en
una «revisión» del Mercosur y un acercamiento a EE.UU.
Las ideas de Bolsonaro, que despiertan un gran enigma en el exterior,
fueron respaldadas por el 55 por ciento de los brasileños en la segunda
vuelta de las presidenciales de octubre, seducidos por su promesa de
lucha frontal contra la corrupción y la delincuencia