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Noviembre arrancó con una noticia esperada por gran parte del mundo del fútbol, Boca y River se habían clasificado a la final de la Copa Libertadores de América 2018. Hecho histórico ya que nunca se habían enfrentado en la etapa decisiva del certamen continental más importante.
El hecho tomó tal magnitud que el propio Presidente de la Nación, Mauricio Macri, se metió de lleno con una medida que en otro gobierno hubiera sido tildada de populista. Ordenó que dichos partidos se jueguen con hinchadas visitantes, a pesar de la prohibición que rige para el torneo local.
Como era de esperar, tras cruces entre la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, y el titular de la misma cartera pero en la Ciudad de Buenos Aires, el ahora saliente Martín Ocampo, las intenciones presidenciales duraron menos de 24 horas.
Tanto Boca como River se negaron a jugar con visitantes, por el costo político que les causaría puertas adentro de sus clubes el hecho de tener que reducir la cantidad de entradas para sus socios. Además, tanto Daniel Angelici como Rodolfo D’Onofrio temían que sucedan hechos de violencia similares a los que finalmente ocurrieron.
Lo que vamos a vivir los argentinos en unas semanas es una final histórica. También una oportunidad de demostrar madurez y que estamos cambiando, que se puede jugar en paz. Le pedí a la Ministra de Seguridad que trabaje con la Ciudad para que el público visitante pueda ir.
— Mauricio Macri (@mauriciomacri) 2 de noviembre de 2018
La primera final se disputó en el Estadio de Boca Juniors el domingo 10 de noviembre, un día después de lo previsto porque un diluvio inundó «La Bombonera» y obligó a la postergación del encuentro. Empataron 2 a 2, la serie quedó abierta y parecía que Macri y Bullrich iban a poder mostrar al mundo «la gran fiesta del fútbol» en la previa del G 20.
Sin embargo, llegó el 24 de noviembre y los hechos que ya todos conocen. El micro de Boca llegando al «Monumental», las piedras, los jugadores heridos y la postergación. El domingo 25 los «Xeneizes» todavía tenían a parte del plantel afectado por el ataque de los hinchas de River y los gases de la policía, el partido se volvió a posponer.
En lo político el escándalo creció aun más. El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, se vio obligado a eyectar a Ocampo en lo que se leyó como una derrota política frente a Bullrich.
¿Quién entregó al micro de Boca?, ¿la Policía de Larreta?, ¿la Prefectura de Bullrich? Un conflicto interno que seguramente se profundizará durante la campaña electoral del año que viene.
Como si la suspensión del partido a días del G 20 y la interna feroz dentro de Cambiemos fueran poco, el Presidente de la Nación recibió la última mala noticia.
Conmebol, el organismo que rige al fútbol sudamericano, le puso el último clavo al ataúd en el que se enterró la credibilidad del gobierno nacional en temas de seguridad. Su presidente, Alejandro Domínguez, anunció que la revancha entre River y Boca se jugará fuera de Argentina.
¿El argumento?, que en nuestro país «no están las condiciones dadas para disputar el partido». En menos de un mes Macri pasó de intentar jugar con visitantes a ni siquiera poder garantizar la seguridad de un micro.
El Superclásico se convirtió en un Superfracaso a dirimir en otro país. Sin dudas, la página más negra de la historia del fútbol argentino desde la recuperación de la democracia.