Imagen: Joaquín Salguero

 Mauricio Macri con el guión bien estudiado y una gestualidad de hombre sensible que hasta sobreactuó su respiración, y Nicolás Dujovne con un ceño fruncido que incluso le impidió retribuir el saludo a los colegas y no contestar si efectivamente renunció, confirmaron los  dos aspectos centrales de cuanto podía esperarse.

Primero, que la única figura en el estado “de emergencia” es más ajuste sobre los que menos tienen. Y esa verdad de a puño ni siquiera puede ser amortiguada por la decisión de un impuesto fijo sobre los exportadores.

Si el propio Gobierno reconoce que no tiene ni la más mínima idea de la proyección del tipo de cambio, ¿cómo no sacar la cuenta fácil de que un dólar nuevamente engordado llevará a que los 3 ó 4 pesos por cada divisa exportada implicarán casi nada de nada en el ingreso fiscal?

¿El Gobierno llego al límite de anunciar esa tontería técnica para conformar a la pitonisa que durante el fin de semana lo bardeó a puro twiteo de fuego propio?

Lo segundo es que ya no encuentran forma alguna de brindar una imagen de fortaleza, capaz de transmitir cierto grado de convicción.

En orden cronológico de su discurso, Macri habló de necesitar acuerdo político para que la oposición lo acompañe a la puerta del cementerio. De las tormentas. De que terminar con “esto” iba a llevar tiempo. De que se le pidió ayuda “al mundo”, que el mundo primero los satisfizo, que ahora se retiró pero confían en rogarle otra vez aunque está fuera de control. Que crearon cientos de miles de puestos de trabajo. Que los argentinos no generamos unidad. Que no pudieron prever Turquía, ni Brasil ni los cuadernos. Que vamos a pedir un esfuerzo a través de un impuesto malísimo. Que reducirá ministerios porque necesita compactar decisiones. Que quiere escuchar a los que piensan distinto, bien que las decisiones ya están tomadas. Que los más expuestos serán cuidados como siempre, a través de un programa alimentario, asistencia a los comedores, intensificación de los Precios Cuidados y lo fantástico que funciona el “mercado abierto” en los barrios para disminuir la carestía de los productos básicos. Y que sabemos “cómo vamos a hacer”.

Un auténtico zombie.

A su turno, Baldío Dujovne subrayó que nunca faltaron a la verdad a pocos semanas de que el Presidente afirmara “tranquilos, no pasa nada”. Para resaltar por omisión más a Mauricio que a De la Rúa, se privó de mencionar “déficit cero” y sólo habló de “equilibrio fiscal” adelantado. Tarde, porque el más De la Rúa que Mauricio venía de decir que hablaba “con el corazón”.

Aun así, lo más destacado del ex comentarista de TN -que viaja a Washington con el fuerte gesto de haber renunciado no una sino dos veces (dicho por los voceros oficiales), porque Macri intentó en vano convencer a Carlos Melconian de sumarse al equipazo, una frase que pasó inadvertida en las repercusiones. Una oración de la que  vale exclusivamente su comienzo: “Si logramos mejorar el acuerdo con el Fondo Monetario…” (el resto no interesa).

En síntesis, viaja a negociar un renovado estatuto del coloniaje un ministro a quien Macri quiso echar en las horas previas.

Por supuesto, los especialistas de este diario, que desde un primer momento adelantaron con puntillosidad todas y cada una de las circunstancias estructurales que habrían de vivirse, se encargarán de acertar nuevamente en el análisis técnico de lo que espera tras las palabras de Abbott y Costello.

Pero, de vuelta, hay cuentas más o menos fáciles que no requieren de aguardar a misterio alguno.

El ajuste anunciado en el diagrama fiscal consiste en unos 6 mil millones de dólares, que son un sobreajuste sobre el que ya fracasó en el acuerdo inicial con el FMI. Será una masacre de recesión y despidos. Cuando uno de los colegas consultó sobre el impacto de esa obviedad en la faz recaudatoria estatal, Baldío no supo responder.

En los dos tercios del ajuste que provendrá de recortar el gasto, los componentes son tres: salarios, subsidios y obra pública. Esto es, más recesión todavía para que el factor de recaudación se desplome.

Los dos dejaron claro que el FMI es el único usurero que queda. Pero no admiten ni de cerca que los dólares que adelantaría el organismo, para cerrar el bache de 2018/2019, es a los solos efectos de pagarle a los acreedores. Por eso, apenas tuvieron la vergüenza ajena de mencionar “crecimiento” en alusiones escolares al pasar.

Al momento de escribirse estas líneas, los especuladores otrora amigos, de quienes Macri dijo que están en su vereda de enfrente, contestaron con un dólar bordeando 40 sin contar el feriado en Estados Unidos que le deja un respiro (???) al riesgo-país.

En estas horas, el Gobierno también hallará descanso en la concentración periodística dedicada a la reducción de ministerios. Esas internas de palacio, que carecen de toda relevancia simbólica y fiscal; que a “la gente” no le dicen nada; que por el contrario revelan una activación de los manotazos de ahogado, solamente le sirven para ganar tiempo mediático. Un tiempo brevísimo.

Macri queda atado al hilo de gobernadores del peronismo “racional” dispuesto a suicidarse, aprobándole el presupuesto mediante un Congreso también pronto a ponerse la soga al cuello. Eso es en el mejor de los casos y para dentro de unos meses, que en este país son un largo plazo insondable.

Al Gobierno no le quedan más balas de plata que no sean la esperanza de que Lagarde y Cía. juegan su suerte personal en la sobrevivencia del modelo macrista.

El pequeño detalle es que el FMI ya no es el “Señor Mundo”.

El señor ése es hoy el gobierno internacional de la financierización del capital, basado en las compañías que lideran la revolución 4.0. No es el FMI.

Macri está afuera de comprender ese fenómeno. No lo entendió nunca. Por eso sigue hablando de tormentas, y por eso tendría que producirse una sorpresa gigantesca para no concluir en que está frito.

Lamentablemente, la ignorancia presidencial, que se acompaña con sus negociados de clase, arrastra a las grandes mayorías de la sociedad.