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Como el 27 de septiembre Google cumplió 20 años en las vidas de miles de millones de personas, los grupos de comunicación predominantes se están dedicando a publicar historias que narran los momentos clave del gigante de los buscadores. Pero no de cómo la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad de EEUU se gastaron miles de millones en él.
Durante los primeros años de la década de 1990, las agencias de inteligencia estadounidenses decidieron perfeccionar las maneras de rastrear la actividad de organizaciones y de grupos de personas dentro de lo que en aquel entonces era todavía el embrión de la World Wide Web.
La revolución de la supercomputación estaba a la vuelta de la esquina y los servicios de vigilancia masiva de Estados Unidos no estaban dispuestos a quedarse sentados mientras pasaba por delante de sus narices. Así que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), entre otras, apostaron por dirigir e influir en esa revolución para beneficio de sus propios intereses. ¿Su objetivo? Crear una entidad ‘online’ mediante la que fuese más fácil recopilar y entender grandes cantidades de información sobre sus propios ciudadanos.
Además de haber asentado las bases de lo que acabarían siendo los superestados de vigilancia global, el interés de la CIA y de la NSA daría a luz a toda una serie de empresas. Entre ellas, a Google.En 1993, las agencias de inteligencia estadounidenses crearon el Massive Digital Data Systems (MDDS), un programa de investigación y desarrollo cuyos propósitos se recopilaron en un libro blanco que llegó a los científicos más destacados de los centros educativos más prestigiosos del país —como CalTech, Harvard, el Instituto Tecnológico de Massachussetts y Stanford—.
«Las agencias de inteligencia están siendo proactivas y quieren estimular los proyectos de investigación sobre el manejo de grandes bases de datos», decía el documento.
¿En qué consistiría ese papel proactivo? La CIA y la NSA concederían más de una docena de subvenciones de varios miles de millones de dólares cada una a grupos de investigación universitarios con el fin de poder identificar las ‘huellas digitales’ de individuos y de grupos de personas en internet. Luego enlazarían y clasificarían sus consultas en la red por orden de importancia para detectar patrones relevantes y para rastrear sus posibles movimientos en el futuro.
Una de esas subvenciones o becas fue a parar a un equipo de investigación de ciencias de la computación de la Universidad de Stanford que estudiaba técnicas para optimizar las consultas complejas en internet. Aquel grupo de investigadores ya había recibido dinero de la Fundación Nacional para la Ciencia y de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada, por lo que ya estaba en el radar de las agencias de inteligencia.Dentro de aquel grupo de estudiantes había dos que lograrían dar pasos de gigante en la recién nacida ciencia del posicionamiento web y de las búsquedas en internet: Sergey Brin y Larry Page, futuros fundadores de Google.
Durante sus investigaciones, el propio Brin mantuvo informado de los avances del grupo a Rick Steinheiser, un empleado del departamento de desarrollo e investigación de la CIA, y a Bhavani Thuraisingham, quien trabajaba para MITRE Corp, una empresa de investigación militar contratada por el Departamento de Defensa de EEUU. El mismo Thuraisingham reconocería más tarde lo que unía a Brin con el entramado de empresas:
«El fundador de Google, Sergey Brin, recibió financiación del programa mientras hacía el doctorado en Stanford. Él (…) y Chris Clifton, del MITRE, desarrollaron [el sistema] que extraía grandes cantidades de información almacenada en bases de datos (…) Brin nos mostró el motor de búsqueda que más tarde acabó convirtiéndose en Google».
Los rumores que persiguen a la CIA y que señalan a la agencia como el embrión de Google le han perseguido desde los primeros años de la compañía. Ya en 2006 había informes que aseguraban que Google había mantenido una larga relación con las agencias de inteligencia estadounidenses y que había recibido dinero de ellas. Por su parte, la CIA lo ha negado todo. También la Universidad de Stanford.De hecho, si no fuese por el testimonio de Thuraisingham muy poco se sabría de que la financiación del MDDS fue a parar a Brin y a Page. También si no fuese por el del informático teórico Jeffrey D. Ullman:
«[Google fue un proyecto de investigación] que se desarrolló [gracias] a esta y a becas anteriores (…) Su tecnología central permite encontrar páginas con muchísima más precisión que otros motores de búsqueda y, fue financiado, en parte, con esta beca», explicaba Ullman en el año 2000.
También otro artículo científico, esta vez de 1998, en el que se señala a Brin y a Page como autores. «Brin fue en parte financiado (…) por la Fundación Nacional para la Ciencia».