¿Cómo afecta a nuestra mente la posibilidad de acceder constantemente a información de Internet?

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La reflexión sobre el efecto que la utilización asidua de la tecnología tiene en las capacidades cognitivas superiores del ser humano no es un acontecimiento nuevo. Ya en la década de los sesenta, tras la aparición de las primeras herramientas de comunicación como el teléfono, la televisión o la radio, algunos expertos empezaron a relacionar ambos conceptos.

Una de las figuras pioneras en intentar comprender la repercusión de la tecnología en el ser humano y en el conjunto de la sociedad fue Marshall McLuhan (1911-1980), un profesor canadiense especializado en teoría de la comunicación que introdujo el concepto «aldea global» para referirse a dicho fenómeno.

Acceso a la información: ¿beneficio o inconveniente?

De igual manera que sucede hoy con las principales redes sociales y los buscadores de información en Internet, la aparición de tales instrumentos informativos de antaño tuvieron un papel muy relevante y revolucionario en el acceso a la información por parte de la sociedad, produciéndose de una forma más rápida y universal. También entonces, como podría ocurrir en la época actual, nacieron las primeras controversias sobre tal fenómeno.

Así, mientras una parte de la sociedad parecía enfatizar los beneficios y avances que tales descubrimientos tecnológicos podrían implicar en proceso de la trasmisión de la información a nivel global, otra porción colectiva manifestaba el temor de que, paradójicamente, una mayor facilidad para acceder a la información podría conducir a un empobrecimiento cultural.

Ya casi dos décadas después de haberse iniciado el siglo XXI, nos encontramos en la misma encrucijada: tal volumen de información puede tanto vincularse a la idea de pertenecer a un sistema social más democrático o «más informado» o bien puede asociarse a prácticas malintencionadas mediante una difusión sesgada, manipulada o parcial de la información.

Las nuevas tecnologías en la funcionalidad cognitiva humana

Este primer debate fue el punto de partida en base al cual, se desarrollaron posteriormente otros dilemas relacionados. Una cuestión que con el paso de los años ha ido tomando relevancia en las investigaciones sobre este área de conocimiento, hace referencia al análisis del propio medio de comunicación (entre otros, los buscadores de Internet, como por ejemplo Google) y de las implicaciones que su uso continuo podría llegar a tener en la manera en la que se encuentra configurada la funcionalidad del intelecto humano.

Partiendo de la idea de que la utilización constante de este tipo de herramientas de conocimiento puede llegar a modular, modificar e influir notablemente en la manera de percibir, codificar, memorizar, recuperar la información recibida, se podría hipotetizar cómo estas modificaciones podrían acabar jugando un papel relevante en la actividad de las funciones intelectuales superiores humanas, como es la toma de decisiones donde confluyen dichos procesos cognitivos inferiores.

Del procesamiento secuencial al procesamiento simultáneo

La explicación a esta hipótesis estaría fundamentada en un cambio en cuanto a la manera en que el Sistema Nervioso humano recibe un tipo de estimulación determinada. En épocas anteriores a la revolución de las nuevas tecnologías, los procesos mentales como los indicados acostumbraban a sucederse en la mente de forma secuencial y lineal, puesto que la recepción de la información carecía de la inmediatez con la que cuenta en la actualidad.

Sin embargo, tras el auge masivo de Internet (en combinación con otros medios de comunicación existentes) la información ha pasado a obtenerse de manera rápida y simultánea a través de diversas fuentes; hoy en día deviene una práctica habitual tener distintas pestañas abiertas en el navegador del PC, mientras se escuchan las noticias del televisor y se atiende a las notificaciones del teléfono móvil.

Todo ello conlleva a interiorizar como habitual el hecho de estar expuesto a un «bombardeo constante» de información, cuya consecuencia final parece llevar a una disminución de la capacidad de análisis de cada conjunto de datos recibidos de manera individual y profunda. Menguando el tiempo dedicado a reflexionar y valorar cada nueva información recibida, si ello se mantiene suficientemente en el tiempo, se produce una interferencia perniciosa en la propia capacidad crítica, en la elaboración de un criterio fundamentado en las propias conclusiones, y en definitiva, en la toma eficaz de decisiones.

A este fenómeno debe sumarse la consideración de la discrepancia existente entre la capacidad ilimitada de almacenamiento de datos que las herramientas tecnológicas presentan y la capacidad limitada intrínseca a la memoria humana. La primera provoca una interferencia en la segunda por un efecto de sobrecarga de información. Esta consecuencia parece apuntar al origen de las problemáticas tan habituales en relación a las dificultades atencionales que muchos niños, jóvenes y adultos presentan en la actualidad. La navegación por Internet implica procesos de multi-tarea intensiva de manera mantenida en el tiempo.

El cambio tan abrupto de una micro-tarea a otra impide que la capacidad atencional sostenida se desarrolle competentemente, puesto que constantemente se está viendo interrumpida. A pesar de esta gran inconveniente, este tipo de funcionamiento presenta una ganancia secundaria que dificulta el rechazo o la ignorancia por parte del individuo hacia la tecnología: bloquear alertas, notificaciones y otros avisos e informaciones provenientes de Internet, redes sociales, etc., implicaría para el sujeto una sensación de aislamiento social difícil de aceptar.

El efecto Google

En 2011 el equipo de Sparrow, Liu y Wegner publicaron un trabajo que exponía los efectos de uso del buscador de Internet Google en la memoria, el denominado «efecto Google», y las consecuencias que podía tener en los procesos cognitivos el hecho de disponer de las informaciones de una manera inmediata. Las conclusiones pusieron de manifiesto que el acceso fácil a un buscador de Internet provoca una disminución del esfuerzo mental que el cerebro humano tiene que poner en marcha para almacenar y codificar los datos obtenidos.

Así, Internet se ha convertido en una especie de disco duro externo anexo y sin límites de la propia memoria que cuenta con una ventaja sobre esta última, tal como se ha indicado líneas arriba.

Más concretamente, uno de los diversos experimentos que sirvió de fundamento en las conclusiones extraídas por Sparrow, Liu y Wegner (2011) se comparó el nivel de recuerdo de tres grupos de estudiantes a los que se les había pedido que leyesen unas informaciones en unas revistas de ocio y que intentasen retenerlas en su memoria.

A un primer grupo se les garantizó que podrían consultar la información guardada posteriormente en un archivo en un PC accesible. A un segundo grupo se le indicó que la información se borraría una vez memorizada. Al último grupo se le expuso que podrían acceder a la información pero en un archivo difícil de encontrar en el PC.

En los resultados se observó que los sujetos que pudieron consultar los datos posteriormente fácilmente (grupo 1) mostraron niveles muy bajos de esfuerzo para recordar los datos. Los probandos que más datos recordaron fueron los individuos a los que se les indicó que se borrarían los datos una vez memorizados (grupo 2). El tercer grupo se situó en un termino medio en cuanto a la cantidad de información retenida en la memoria. Además, otro hallazgo sorprendente para el equipo de investigadores radicó en comprobar la elevada capacidad de los sujetos experimentales para recordar cómo acceder a la información almacenada en el PC, la cual no había sido retenido en la propia memoria.

La memoria transactiva

Uno de los autores de la investigación, Wegner, en los años 80 propuso el concepto de memoria transactiva, concepto que pretende definir la «despreocupación» a nivel mental por la retención de datos que otra persona ya posee. Es decir, equivaldría a la tendencia economizar esfuerzos cognitivos delegando en una figura externa un determinado volumen de datos con la finalidad de ser más eficaz en la resolución de problemas y en la toma de decisiones.

Dicho fenómeno ha sido un elemento fundamental que ha permitido el desarrollo y especialización cognitivo-intelectual de la especie humana. Este hecho conlleva implícitamente algunos pros y contras: el hecho de especializarse en áreas de conocimiento más concretas conlleva implícitamente la pérdida cuantitativa en el volumen de conocimiento general de que dispone un individuo aunque, por otra parte, ello le ha permitido un aumento cualitativo en eficacia a la hora de realizar una tarea específica.

Otro de los puntos clave sobre los que cabe reflexionar en relación al constructo de memoria transactiva consiste precisamente en valorar la diferencia existente entre el hecho de delegar cierta capacidad memorística en otra persona (un ser vivo natural) y hacerlo en un ente artificial como es Internet, puesto que la memoria artificial presenta características muy dispares respecto de la memoria biológica y personal. En la memoria computerizada la información llega, se almacena íntegra e inmediatamente y se recupera de la misma manera, tal como se archivó en el origen. En cambio, la memoria humana está sujeta a procesos de reconstrucción y de re-elaboración del recuerdo.

Ello es debido a la relevante influencia que las experiencias personales tienen en la forma y en el contenido de los propios recuerdos. Así, diversos trabajos científicos han puesto de manifiesto que cuando se recupera un recuerdo del almacén de memoria a largo plazo, se establecen conexiones neuronales nuevas no presentes en el momento en que ocurrió tal experiencia y se archivó en la mente: el cerebro que recuerda (recuperación de la información) no es el mismo que en su día generó el recuerdo (archivo de la información).

A modo de conclusión

A pesar de que la neurociencia no ha delimitado aún de forma exacta si las nuevas tecnologías están modificando nuestro cerebro, sí se ha podido concluir de manera clara que el cerebro de una persona lectora es significativamente diferente del de una persona analfabeta, por ejemplo. Ello ha sido posible puesto que la lectura y la escritura aparecieron hace unos 6000 años, un espacio de tiempo suficientemente extenso como valorar en profundidad tales diferencias anatómicas. Para evaluar el impacto de las nuevas tecnologías en nuestro cerebro haría falta esperar algo más de tiempo.

Lo que sí parece cierto es que este tipo de herramientas de la información presentan tanto ganancias como pérdidas para la capacidad cognitiva general. En lo referente al rendimiento multi-tarea, la localización, la clasificación de la información, la percepción e imaginación y las habilidades viso-espaciales se puede hablar de ganancias.

Además, las nuevas tecnologías pueden ser de mucha utilidad en la investigación sobre las patologías asociadas a la memoria. En cuanto a las pérdidas se encuentra principalmente la capacidad de atención focalizada y sostenida o el pensamiento argumentado o crítico y reflexivo.

Referencias bibliográficas:

  • Garcia, E. (2018). Somos nuestra memoria. Recordar y olvidar. Ed: Bonalletra Alcompas S.L.: España.
  • McLuhan, M. (2001). Understanding Media. The Extensions of Man. Ed. Routledge: New York.
  • Sparrow, B., Liu, J., & Wegner, D. M. (2011). Google effects on memory: Cognitive consequences of having information at our fingertips. Science, 333(6043), 476-478.
  • Wegner, D.M. (1986). Transactive memory: A contemporary analysis of of the group mind. En B. Mullen y G.R. Goethals (eds.): Theories of group behavior (185-208). New York: Springer-Verlag.