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Revista Citrica

 

Se presentó el trabajo interministerial de las carteras de Salud, Ciencia y Tecnología, Ambiente y Agroindustria. En conferencia de prensa, Rubinstein, Barañao, Bergman y Etchevehere dejaron frases antológicas para justificar la aplicación de agrotóxicos a gran escala. “Uno también se puede morir tomando mucha agua. No hay sustancia inocua. Dependemos hoy de los fitosanitarios para proveer alimentos al mundo. El problema está. Y es algo que yo siempre le he reclamado a los productores: ¿Cuál es el problema con los fitosanitarios o los agroquímicos respecto de otras tecnologías que también tienen efectos nocivos como la electricidad o el automóvil, que también producen muertes?”. Lino Barañao 11/07/2018. Ministro de Ciencia y Tecnología.

El miércoles por la mañana, los ministros de Salud; Ciencia y Tecnología; Ambiente, y Agroindustria brindaron una conferencia de prensa para presentar las propuestas surgidas de un equipo de trabajo interministerial, para la formulación de políticas públicas en cuanto a la aplicación de «fitosanitarios«. El informe estará a disposición para la sociedad en las próximas semanas pero en la frase del ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, ya puede entenderse el espíritu del trabajo interministerial: justificar el uso de agrotóxicos sin importar cuántas muertes generen. E instalar la falsa idea de que los agrotóxicos – a los que prefieren llamar fitosanitarios- son necesarios para que la población tenga alimentos. Sí, aseveran que el veneno que destruye la comida es necesario para que haya comida. Sí, aún cuando se utiliza para producir biodiesel o soja, productos que no come la población argentina, los ministros sostienen que ese veneno es el que nos permitirá alimentar a las personas que habitamos el suelo argentino.

Un vaso de glifosato para Barañao: Comida para los ricos, veneno para los pobres

“Con los autos y con la electricidad, todos asumimos el riesgo porque nos sentimos beneficiarios. Todos pensamos que el auto puede provocar un accidente, alguien puede morir, pero yo puedo tener un auto o quiero tener un auto. En el caso de los agroquímicos parecería que se beneficia solamente el productor y que el ciudadano común sufre las consecuencias nocivas. Pero no es así: todos somos dependientes de la agricultura. La humanidad depende de la producción de alimentos. Van a haber mil millones más de personas en el planeta y esto implica 70% más de producción y no hay 70% más de tierra para cultivar. Entonces, claramente necesitamos de nuevas tecnologías que hagan sostenible la agricultura y que, en la medida de lo posible, sus efectos sean inocuos sobre la salud humana”, agregó Barañao.

Sí, para el ministro de Ciencia los agrotóxicos son un mal necesario. Sí, Lino Barañao quiere hacernos creer que el problema es que faltan tierras, y no que están mal distribuidas. Sí, no reconoce que su compañero de gabinete Luis Miguel Etchevehere tiene como principal objetivo en su cargo destrozar a la agricultura familiar. Sí, omite recordar que hace pocos días su compañero le quitó el monotributo social agropecuario a los pequeños trabajadores y trabajadoras de la tierra. Sí, no se anima a decir, lo que sí se anima a decir Nahuel Levaggi, de la Unión de Trabajadores por la Tierra: “El Ministerio de Agroindustria está hecho por y para los grandes terratenientes, al sector de la pampa húmeda agroexportadora, y desprecia a todos los pequeños productores de alimentos”.

“Por un lado tenemos una agricultura industrial que produce alimentos para dos mil millones de personas que solo quieren comer. Y tiene que ser de una forma sostenible y minimizando el impacto ambiental, y eso requiere biotecnología. Pero al mismo tiempo tenemos que tener en cuenta que esa agricultura industrial demanda cada vez menos mano de obra, con tres personas se manejan 7 mil hectáreas. Realmente hay una eficiencia que se contrapone a la generación de empleo”. Reconoció Barañao que la producción a gran escala que promueve y fomenta el Ministerio de Agroindustria no crea empleo.

“Por otro lado hay un fenómeno paralelo, que es la generación de este mercado de lujo responsable o consumo sustentable, que es este auge de productos agroecológicos, orgánicos, que crece exponencialmente. Es una tremenda oportunidad para Argentina, la de producir este tipo de productos Premium de mayor calidad”. Sí, para el ministro de Ciencia comer alimentos sin veneno se trata de un lujo. Comida para los ricos, veneno para los pobres.

“Hay un enorme potencial en la generación de empleo a través de la producción agroecológica orgánica en el país. Ahí estamos haciendo un acuerdo estratégico con Singapur para comercializar estos productos de alta calidad a los mercados asiáticos”, destacó Barañao. Sí, los alimentos agroecológicos son de difícil acceso en el país en que se producen, pero se podrán comer en Singapur.

Cuando la salud no es prioridad

Los cuatro funcionarios que participaron de la conferencia de prensa remarcaron que es muy importante contar con estudios e investigaciones serias sobre el uso de «fitosanitarios» y aseguraron que se trata de una prioridad para los ministerios. Sin embargo, Adolfo Rubinstein, ministro de Salud de la Nación, reconoció en la misma conferencia que su área no tiene como prioridad analizar las consecuencias del glifosato en la salud de la población.

-Este año varias organizaciones pidieron que a la hora de hacer la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS), se hicieran análisis de agrotóxicos en sangre y orina. ¿Por qué tomó la decisión de no hacerlo?

-Ustedes saben que en toda encuesta hay que priorizar. Tiene decenas de módulos. Y el tema fue que teníamos que priorizar muchísimos aspectos de la nutrición. Este año la encuesta, a diferencia de 2005, incluye población adulta, más otras mediciones objetivas y directas. Así que fue un proceso de priorización, no hubo ninguna razón en especial.

“Si está bien aplicado, no causa daño”

Para el ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevere, lo que se llama veneno o agrotóxicos -pero él llama “fitosanitarios”- no causa daño. Sin importar a cuántos metros de la población se fumigue. “No pasa por la distancia sino por la forma de aplicación y la dosis de los fitosanitarios, pesa más el tema del viento y la temperatura. Bien aplicado como cualquier otro producto, con la dosis y aplicación adecuada, los fitosanitarios no causan ningún tipo de daño”. La Escuela Primaria N° 7 y Jardín de Infantes N° 903, en 2011; la Escuela Primaria N° 12, Secundaria N° 3 y Jardín de Infantes N° 909, en 2014; y la Escuela Primaria N° 8 y Jardín de Infantes N° 904 de Marcos Paz fueron fumigadas en los últimos años en horario escolar, a pesar de que la ordenanza Nº 44 / 2012 promulgada por el Concejo Deliberante del municipio establece que están prohibidas las fumigaciones aéreas y que la aplicación de productos agroquímicos sólo puede realizarse a partir de los trescientos metros (300m) del perímetro del establecimiento educativo.

Los chicos y las chicas tienen problemas respiratorios, les salen muchos granos, sufren dolores de cabeza permanentes y han tenido fuertes intoxicaciones. En San Antonio de Areco los límites a las fumigaciones son similares desde que se implementó la prohibición en 2016. Pero antes, en 2014, en la escuela número 11 de San Antonio de Areco se fumigó con 2,4-D al lado del alambrado de la escuela. A la maestra rural Ana Zabalaoy le agarró una parestesia facial y una insuficiencia respiratoria. Además se le reactivó un cáncer de mamá que había tenido diez años atrás, se le hicieron varias metástasis, una de ellas en la columna que le genera mucho dolor. Tanto en Marcos Paz como en San Antonio de Areco si se hubiesen respetado las distancia, si no se hubieran fumigado escuelas nadie se habría enfermado. Pero sí, para Etchevehere regular las distancias no sirve para nada.

“Frente a la diversidad de opiniones necesitamos una voz objetiva. No podemos guiarnos por pálpitos, por cuestiones militantes o por pareceres. Es donde más estrictos hay que ser. Todo depende de qué dosis y de qué manera es aplicada. Invitamos a todos a manifestarnos con rigor científico. Creemos que estamos generando empleo formal y reduciendo la pobreza”. Sí, Luis Miguel Etchevehere, el ex presidente de la Sociedad Rural, se identifica como una voz objetiva. Sí, Luis Miguel Etchevehere, el mismo que asegura que los agrotóxicos no causan daño alguno, sin ninguna prueba científica independiente. Sí, el mismo que ignora todas las investigaciones de los campamentos sanitarios realizadas por la Universidad Nacional de Rosario. Sí, el mismo que ignora que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado al glifosato “potencialmente cancerígeno”. Sí, el mismo que ignora que la Justicia de Estados Unidos acaba de sentar en el banquillo de los acusados a Monsanto por que su herbicida glifosato Roundup enfermó de cáncer al productor rural David Dickens. Sí, el mismo que les dijo a la Sociedad Argentina de Apicultores (SADA) que se acostumbren a que se mueran las abejas a causa de los agrotóxicos porque el modelo no va a cambiar. Ese hombre quiere venir a darnos lecciones de objetividad, cuando todas sus declaraciones y acciones evidencian que su objetivo en el cargo es ampliar las ganancias de los grandes productores, sin importar lo que cueste, sin importar que se destroce el suelo, que se mueran las abejas o comamos veneno.

“En definitiva, cualquier producto que tenemos abajo de la pileta en el lavadero de nuestras casas posiblemente son igual o más tóxicos de los que estamos hablando”, cerró su exposición. Y con esas palabras la evidencia quedó muy clara. Sí, para el ministro Etchevehere parece que los elementos con los que limpiamos los muebles o lavamos la ropa, podrían ser los mismos con los que envenenamos a los alimentos. Sí, para el ministro aunque lo niegue – y quiera llamarlos fitosanitarios- los agrotóxicos son tóxicos. No importa las distancia ni los usos, ni las aplicaciones, ni los estudios e investigaciones, su objetivo es beneficiar a los grandes productores.

Contaminación ideológica

Al ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Sergio Bergman, le preguntamos si para el trabajo interministerial había consultado los resultados de estudios realizados por la Universidad de Rosario, donde se detectó un crecimiento de cáncer en un 500 por ciento en casos vinculados con agrotóxicos y si pensaba visitar a dichas poblaciones. Esperábamos que se hiciera el desentendido. Y sí. Se amparo en las competencias y responsabilidades de los gobiernos municipales y provinciales: “Es muy importante ver las incumbencias y las responsabilidades de los diferentes gobiernos: municipales, provincial y luego el nacional. Con la idea de que todos nos vamos a ir haciendo cargo de la incumbencia de cada uno pero sin dejar de trabajar juntos, todo este tipo de trabajo colaborativo, interministerial es una nueva forma de trabajar en Argentina. Estamos convencidos de que las buenas prácticas son muy importantes pero no como un acto testimonial sino como un acto transformacional de cómo vamos a vivir. Eso lo regulan las prácticas pero también el mercado. Tenemos que cambiar la manera de producir alimentos, pero lo que nos falta -además de sentido común- es el atributo de la moderación”.

Como no nos había respondido si pensaba visitar a las poblaciones en donde se incrementaron os casos de cáncer a causa del glifosato, se lo volvimos a preguntar: “Dado que cada una de tus preguntas, que las contestamos, más que una pregunta es una aseveración ideológica que respetamos…sobre tu último comentario…. no dije en ningun momento que no iba visitar a nadie. Tenés que entender que esos lugares tienen gobiernos locales: municipales y provinciales”. Sí, para el ministro Bergman el cáncer que generan los agrótoxicos es “aseveración ideológica”.

“De ninguna manera nos tenemos que sentir imputados por temas que no están en la agenda de lo que tenemos que hacer”, fueron las últimas palabras del ministro de Ambiente y de la conferencia de prensa. Y sí, para los ministros de Ambiente, Ciencia, Salud y Agroindustria no está en la agenda ni prohibir ni reducir los agrotóxicos. Lo que está en la agenda es hacernos creer que podemos comer veneno y ser felices.