PáginaI12 En Brasil
Desde Brasilia
Entre el WhatsApp y la Primavera Arabe. La medida de fuerza de los transportistas ingresó en una nueva fase ayer cuando las bases del movimiento se negaron a acatar el acuerdo firmado por sus dirigentes. El domingo por la noche Michel Temer pronunció un mensaje televisado comprometiéndose a bajar en 0,46 reales el precio del litro de gasoil atendiendo la demanda que originó el conflicto. La Asociación Brasileña de Camioneros y la Federación de Camioneros Autónomos de San Pablo, aceptaron levantar los piquetes. En cambio Marcio Freitas, uno de los líderes naturales surgidos en las protestas rechazó la conciliación: “no hay ningún acuerdo, no vamos a salir de aquí”.
El camionero formuló declaraciones a una radio en una banquina de la autopista Regis Bettancourt que une al estado San Pablo –con un producto bruto y población similares a los de Argentina– con la rica región sur del país. Esa autopista es la “arteria” estratégica del país, agregó con razón Freitas junto a una imponente columna de más de dos kilómetros de vehículos estacionados. Defendió la intervención militar como forma de resolver de cuajo la crisis y aseguró que él y sus compañeros están “unidos” para permanecer en la ruta el tiempo que sea necesario.
Norival de Almeida Silva, presidente de la Federación de Camioneros paulistas que acordó con el gobierno, discrepó con sus colegas acantonados.
“Ellos no acatan nuestras decisiones, deciden las cosas consultando entre sí a través de WhatsApp”.
“Ellos tienen que entender que tenemos que volver a la normalidad porque a la gente le está faltando alimentos”, debido a los bloqueos de carreteras, prosiguió Almeida Silva, que conduce una entidad con 46 mil afiliados.
Los bloqueos iniciados el 21 de mayo en algunos estados, especialmente del sur y sudoeste, ayer se habían diseminado por 25 de las 27 provincias de un país con más de 200 mil kilómetros de rutas y autopistas. Se estima que unos 300 mil camiones, o más, se sumaron a una protesta que en sus orígenes fue un lockout promovido por los dueños de grandes transportistas.
Pero con el correr de los días adquirió una dinámica, dejó de ser un lockout en sentido estricto, y comenzó a ser conducida por líderes surgidos al calor de un conflicto que comenzó a coagular demandas dispersas como las de los choferes de furgonetas que ayer realizaron una manifestación en San Pablo, mientras en Brasilia hubo una nueva protesta de los “motoboys”.
Por encima del apoyo de las furgonetas y los “motoboys”, lo que preocupa al Palacio del Planalto es la huelga que iniciará mañana la Federación Unica de Petroleros. La confluencia de los dos paros, camioneros y petroleros, puede ser devastadora para una administración debilitada.
La suma de las huelgas también colocaría en aprietos al titular de Petrobras, Pedro Parente, responsable de la política de desestatización petrolera y aumento exagerado de los precios de los combustibles en línea con los intereses de los accionistas privados de la compañía.
La caída del 14 por ciento de las acciones de Petrobras en la Bolsa de Valores de San Pablo indicó que Parente dejó de ser intocable a pesar del apoyo que recibe desde dentro y fuera del país.
El jefe de gabinete, ministro Eliseu Padilha, aseguró que no será despedido el responsable de la petrolera estatal de capital abierto a pesar de la gravedad de la crisis.
Ayer San Pablo y Río de Janeiro estaban irreconocibles con sus avenidas casi desiertas debido a la reducción del flujo de colectivos, por falta de diésel, y de vehículos particulares por la carestía de nafta debido al bloque de los camiones tanque.
Con el correr de las horas algunos camiones con combustible, escoltados por policías o militares, comenzaron a circular en varias ciudades.
Durante una ceremonia en el Palacio del Planalto Temer dijo tener la “absoluta convicción” que hoy retornará la “tranquilidad”.
“Bolsonarización”
“En medio de las protestas hay gente con posiciones que son más bien políticas, donde existe la influencia de algunos dirigentes políticos que no voy a nombrar, que quieren influir”, comentó Almeida Silva.
El jefe de la agremiación de transportistas autónomos evitó nombrarlo, pero era evidente que se refería a Jair Bolsonaro, sumamente popular en la base de la protesta.
Hasta el momento el único precandidato presidencial que expresó su apoyo explícito a los camioneros fue el capitán retirado del ejército ubicado en segundo lugar en las encuestas para las elecciones del 7 de octubre, lideradas con holgura por Luiz Inácio Lula da Silva.
“A Bolsonaro le gusta la huelga de los camioneros porque sabe que el desabastecimiento va a dejar a la población con hambre y rabia”, planteó el doctor en sociología, Celso Rocha de Barros.
El capitán jubilado “apoya la huelga para producir desorden ahora y vender orden en octubre”, escribió Rocha de Barros en el diario Folha de San Pablo.
El caso es que la “bolsonarización” de una parte de los indignados y su rechazo a la dirigencia es un problema adicional para el gobierno.
El ministro de Seguridad Pública, Raúl Jungmann comparó a los transportistas con las manifestaciones que dieron lugar a la “primavera árabe o a los ocupa de Wall Street”.
La falta de una dirigencia representativa “causa una inmensa dificultad para poder negociar, nosotros estábamos acostumbrados a lidiar con colectivos, con sindicatos, pero esto es diferente”, observó Jungmann.