De Siria a Venezuela: Mike Pence y Antonio Ledezma en el medio

Horas antes de que el presidente Donald Trump anunciara públicamente un bombardeo extensivo sobre Siria, utilizando como excusa un ataque químico que nunca fue verificado y expuesto a la opinión pública mediante fuentes ligadas a los grupos terroristas, cuatro dirigentes opositores, entre ellos Antonio Ledezma, David Smolasnky, Julio Borges y Carlos Vecchio, se reunieron con el vicepresidente estadounidense Mike Pence.

El mensaje inmediato del encuentro, mientras al otro lado del Atlántico el Pentágono realizaba los preparativos de la agresión militar contra la nación árabe, es estremecedor por lo que sigue dejando en evidencia: la dirigencia opositora venezolana no oculta su respaldo a una potencia que, violando la legislación internacional, bombardea un país soberano falsificando pruebas.

Un oscuro precedente, ya que para Venezuela no sólo aplicarían la misma solidaridad automática en caso de una intervención militar, sino que la promueven de forma permanente contra su propio país.

Durante la reunión Pence se comprometió a entregar 16 millones de dólares en «ayuda humanitaria» para «refugiados venezolanos» ubicados en Colombia y Brasil, omitiendo de forma interesada que dicha categoría del derecho internacional no aplica para la migración venezolana.

El vicepresidente comentó luego del encuentro: «Traemos un llamado a (imponer) más sanciones, más aislamiento y más presión diplomática, empezando en nuestro continente, pero también en el resto del mundo, para reconocer que Venezuela es una dictadura».

La vocería opositora pidió no reconocer los resultados de las elecciones presidenciales del 20 de mayo, un plan de «ayuda humanitaria» para la migración y reforzar las sanciones financieras, según informó la agencia EFE.

Sin embargo, fue el prófugo de la justicia venezolana Antonio Ledezma quien llevó esta oportunidad al extremo para desmarcarse de los presentes. Exigió una intervención militar contra Venezuela frente a Pence, quizás tratando de aprovechar para su agenda personal la agresividad con la que viene actuando la Administración Trump en todos los frentes geopolíticos.

Las gestiones de Marco Rubio

La dirigencia opositora también se reunió con Marco Rubio, figura que desde el año 2014 mediante su incluyente puesto en el Senado ha ganado un peso cada vez más determinante como voz autorizada de la política exterior estadounidense hacia Venezuela.

Las sanciones contra Venezuela han tenido en este representante del Sur de Florida, estrechamente ligado al lobby armamentístico e israelí en el Congreso estadounidense, un factor de enorme influencia.

En el encuentro no estuvo presente el dirigente Julio Borges, aunque sí varios de los diputados opositores que viajaron a la Cumbre de las Américas. La ausencia del ex presidente de la Asamblea Nacional probablemente indica las diferencias existentes con Rubio (quien respalda a la coalición de extrema derecha Soy Venezuela) y la intención de no subordinarse al político estadounidense.

La reunión como tal, según informó Diario de las Américas, fue una extensión de la sostenida con Pence horas antes en lo que corresponde a la entrega de financiamiento bajo la cobertura de «ayuda humanitaria».

También fue tema de agenda el apoyo diplomático de Estados Unidos a la Asamblea Nacional como instrumento de desestabilización política, hecho que coincide con la maniobra del autonombrado «Tribunal Supremo de Justicia en el exilio» de abrir un juicio político violatorio de la Constitución al presidente Nicolás Maduro para forzar su destitución. Para certificar este simulacro de enjuiciamiento, sin embargo, hace falta la aceptación de la Asamblea Nacional, por lo que el respaldo de Marco Rubio a la instancia legislativa actualmente en desacato viene a clarificar su rol dentro de la maniobra.

Aunque esta reunión se proyectó como exitosa, en cuanto a la región el senador estadounidense expresó que no existe consenso con respecto a la política de cerco y asfixia comandada por Washington contra Venezuela. Aseveró sin especificar que en mayo sería convocada una reunión en la OEA para poner a prueba la autoridad de EEUU en la región a los fines de lograr un desconocimiento general a las elecciones presidenciales del 20 de mayo.

«Matices» del Grupo de Lima y algunas consideraciones geopolíticas

Por su parte el Grupo de Lima emitió un comunicado donde exigió al Gobierno venezolano «garantías electorales» para las presidenciales del 20 de mayo, además de respaldar las acciones que desde la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Asamblea Nacional contribuyan al boicot de los comicios y a la instauración de un clima de confrontación política e institucional en Venezuela.

Aunque el canciller de Brasil, Aloysio Nunes, se reunió con dirigentes opositores y firmó el comunicado del Grupo de Lima, ratificó que no se adherirá a las sanciones contra Venezuela. Un comentario disonante que complica la unidad de criterio que busca proyectar al Grupo de Lima.

Sin embargo, las omisiones del comunicado también hablan con voz propia. Las sanciones no aparecen como una medida a tomar en lo inmediato, pero tampoco se asoma una medida coercitiva en el campo diplomático como la ruptura de relaciones luego del evento presidencial, independientemente de su resultado.

Es probable que el Grupo de Lima intente matizar el agresivo tono de la Administración Trump para mostrar un cierto grado de independencia, a sabiendas de que no existe un consenso definitivo en la región para estrangular Venezuela.

Dato clave: desde marzo de este año Julio Borges viene anunciando que el Grupo de Lima sancionará a Venezuela luego de las elecciones presidenciales, una acción que no se ve del todo clara en el comunicado emitido por esta instancia ad hoc.

Muestra de la falta de consenso regional con respecto a la agenda de asedio de Washington contra Venezuela han sido los múltiples Consejos Permanentes extraordinarios convocados en los últimos dos años para institucionalizar el cerco financiero y diplomático, los cuales no han servido para arrastrar un apoyo aplastante.

El frente internacional contra Venezuela se mueve en distintas direcciones, cada pieza sobre el tablero intenta imponer su agenda como la definitiva mientras el reloj corre con velocidad hacia las elecciones presidenciales.

En ese sentido las reuniones de la dirigencia opositora en la Cumbre de las Américas con funcionarios estadounidenses de alto rango y embajadores de países de la región no muestran mayor novedad en cuanto a la exigencia de mayores presiones contra el Gobierno venezolano.

Los gobiernos con mayor peso económico y político en la región entienden que un acompañamiento ciego de la estrategia de cerco absoluto contra Venezuela -«made in USA»- puede ser contraproducente para los intereses económicos de sus respectivos países, además de quedar en una posición intransigente y obcecada de poca utilidad política frente a un país clave (Venezuela) para el posicionamiento político, diplomático y estratégico de China: el socio emergente con el que ningún país de la región desea tener malas relaciones.

Los intereses chinos y rusos (financieros, energéticos y geopolíticos) en Venezuela ejercen una importante disuasión que delimita las líneas rojas de la presión foránea contra Venezuela.

Por otro lado, no acompañar a EEUU en su agenda contra el país significa exponerse a un conjunto de retaliaciones políticas y financieras con las que tampoco quieren lidiar. Por esa razón es probable que el Grupo de Lima intente guardar las formas mientras busca guardar cierta distancia de las intenciones de Washington de embargar económicamente a Venezuela con apoyo regional.

Esta contradicción es la que buscan explotar con alta precisión exponentes de la política estadounidense como Marco Rubio, y a su modo Mike Pence, junto a sus vasallos en el terreno (Antonio Ledezma, la coalición Soy Venezuela, el extinto partido Voluntad Popular, facciones de Primero Justica y el resto de etcéteras del antichavismo).

Al fabricar un escenario de conflicto suma cero, donde se simula una disputa épica entre «todo y nada», buscan forzar a toda la región a plegarse a los ritmos de Washington luego de las elecciones del 20 de mayo. Y allí parece que la realpolitk es la última columna a derribar. Ya no parece bastar con un simple comunicado donde no se reconozca las elecciones presidenciales sin ningún efecto práctico posterior.