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Un nuevo giro se ha producido esta semana en Siria, donde la aviación aliada de Estados Unidos ha bombardeado posiciones de las milicias progubernamentales en el distrito de Deir al Zor. Americanos y rusos se acusan de querer apropiarse de los campos de petróleo que hay en la zona y que hasta hace poco explotaba el Estado Islámico.
11 de febrero de 2018.-
EUGENIO GARCÍA GASCÓN
JERUSALÉN
La provincia siria de Deir al Zor, bañada por el río Éufrates, es el teatro más reciente de la confrontación entre fuerzas kurdas apoyadas por Estados Unidos y fuerzas leales al gobierno de Damasco respaldadas por Rusia. En el fondo de esta rivalidad entre las dos potencias se encuentran los ricos campos de petróleo y gas que hay en la zona, y que antes de la guerra eran los más productivos del país.
En la noche del miércoles, la aviación aliada liderada por Estados Unidos lanzó un ataque contra las milicias tribales prosirias que un poco antes iniciaron un ataque en la localidad de Jusham, donde se encuentran los principales pozos de petróleo. El ataque de las milicias tribales rompió el statu quo que dice que la zona al este del Éufrates es para las Fuerzas Sirias Democráticas, lideradas por los kurdos, aliados de Estados Unidos.
No está claro por qué las milicias tribales han dado este paso en este momento, aunque es obvio que el ejército de Damasco quiere recuperar los campos de petróleo que antes de la guerra producían 30.000 barriles diarios, y que entre 2014 y 2017 fueron explotados por el Estado Islámico, convirtiéndose en la mayor fuente de ingresos de los yihadistas.
Un portavoz militar estadounidense sostiene que los americanos están en permanente contacto con las fuerzas rusas, y que les preguntaron a los rusos si participaban en el ataque contra Jusham. Cuando la respuesta fue negativa, la aviación aliada bombardeo posiciones de las milicias tribales. Según los americanos, un centenar de combatientes murió en el ataque, aunque esa cifra no está del todo clara.
Moscú rápidamente denunció las «ambiciones económicas» de Washington, y dijo que Estados Unidos busca «apropiarse de la riqueza económica siria». La portavoz Maria Zakharova recalcó que la presencia de las tropas estadounidenses en Siria es «ilegal» puesto que no cuenta con la licencia de Damasco, a diferencia de lo que ocurre con las tropas rusas.
Zarakhova añadió que las tropas rusas buscan «preservar la unidad y la integridad de Siria», y señaló que hay fuerzas yihadistas que usan zonas del otro lado del Éufrates para evadir al ejército sirio. Estados Unidos, según Moscú, no ataca a los «terroristas» del Estado Islámico sino que «se apropia de la riqueza siria».
En Moscú subrayaron que no están buscando un enfrentamiento directo con Estados Unidos, y argumentaron que este no es el momento más indicado para ello puesto que en el mes de marzo tendrán lugar las elecciones presidenciales a la que concurre el presidente Vladimir Putin. Abrir un nuevo conflicto con Estados Unidos no entra en los planes de Moscú en estos momentos.
En todo caso, el bombardeo del miércoles ha puesto de relieve que existe una fina línea entre la paz y la guerra, y que esa línea se puede cruzar simplemente con una equivocación o con una decisión no muy juiciosa, por más que Estados Unidos y Rusia digan que no andan interesados en un deterioro de la situación.
Un punto oscuro en todo este incidente es que el Pentágono, que dijo que había actuado «en defensa propia», anunció la muerte de «mercenarios rusos» en sus bombardeos, algo que Moscú negó. La presencia de fuerzas extranjeras se da en todos los bandos en Siria, y al parecer algunos de los muertos el miércoles eran milicianos chiíes de Afganistán que combaten al lado de las tropas sirias.
Los americanos dijeron que unos 500 combatientes tribales y progubernamentales participaron en la ofensiva, apoyados por la artillería, tanques y morteros. Las víctimas de la réplica fueron «gente local leal al presidente Al Asad», según informaron los sirios. «Los rusos nos dijeron que no había rusos y entonces atacamos», insistió el coronel estadounidense Ryan Dillon.
La zona del bombardeo de los americanos, cerca de la población de Jusham, es una región donde los kurdos son minoría, pero el rotundo apoyo de Washington a la causa kurda indica claramente que los americanos se disponen a conservar los pozos de petróleo del lado kurdo, lo que sin duda es una nueva preocupación no solo para Damasco sino también para el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
Erdogan ha pedido en dos ocasiones y de manera pública a Estados Unidos que abandone la zona del noroeste de Siria donde tiene tropas que apoyan a los kurdos. La preocupación de Erdogan es cada vez mayor, ya que está viendo que los americanos actúan con resolución al lado de los kurdos, que él considera «terroristas», tanto en el noroeste como en nordeste del país.
El gobierno de Damasco ha calificado la intervención de Estados Unidos de «crimen de guerra» y añade que Washington está apoyando directamente al terrorismo. Por su parte, tanto americanos como rusos se acusan de querer tomar el petróleo de Siria, que de momento se quedará en manos de los kurdos, con todo lo que puede implicar de cara al futuro del Kurdistán sirio.