Los padres de Clara C. fueron maestros de la escuela pública, afincados en Sevilla capital, y jubilados desde hace ocho años. La pensión de un funcionario docente está por encima de la media de los jubilados andaluces, pero los padres de Clara siempre se han movido por conciencia política. No acuden a una huelga ni se suman a una manifestación para defender únicamente sus derechos.
El miércoles Carlos le contó a su hija que irían a la protesta de pensionistas convocada por la Coordinadora Estatal en Defensa del Sistema Público de Pensiones, un movimiento de base que ha rebasado el peso sindical y política, y que aspira a ganarse su espacio en el Pacto de Toledo. Clara, periodista de profesión, le contestó, incrédula: “No se ve gran movimiento en las redes sociales, no creo que vaya mucha gente”. Y se equivocó. La manifestación abarrotó la Plaza Nueva de Sevilla con miles de asistentes, fue llamativa en Madrid, Barcelona, La Coruña, Murcia (estaban convocadas en 30 ciudades), y se desbordó en Bilbao, con más de 35.000 personas…
Las concentraciones han sido el reflejo del descontento y la preocupación de miles de personas por el deterioro de la Seguridad Social, por el vaciamiento de la hucha de las pensiones, y por la subida pírrica del 0,25% anunciada por el Ministerio de Empleo (entre dos y tres euros), que apenas cubre el aumento del IPC, y el repunte brutal de la factura de la luz y del agua. Este mes, la Seguridad Social ha destinado 8.925 millones a pagar 9,5 millones de pensiones contributivas.
La pensión media en España, incluyendo las prestaciones de incapacidad permanente, jubilación, viudedad y orfandad, se sitúa en 932,20 euros al mes
La pensión media en España, incluyendo las prestaciones de incapacidad permanente, jubilación, viudedad y orfandad, se sitúa en 932,20 euros al mes. Pero este promedio es engañoso porque esconde una brecha de género: los hombres perciben de media 1.247 euros al retirarse y las mujeres 797 euros. Hay 6,3 millones de jubilados en el país, que cobran una pensión media levemente más alta (1.077,52 euros mensuales), seguidas de las de incapacidad permanente (940 euros). El promedio de una pensión de jubilación ronda los 652 euros al mes.
Clara se equivocó con el pronóstico sobre la protesta de pensionistas y se alegró por ello. Y luego lo contó así en su cuenta personal de Twitter: “Me equivoqué. Y cuánto me alegro. Está la generación que sale a la calle y la otra, que tuitea (tuiteamos). Qué gran lección”. El tuit de Clara tuvo un éxito tremendo. Se multiplicó exponencialmente en pocas horas gracias a que algunos militantes incombustibles y líderes de opinión en esta red social, con miles de seguidores (se hacen llamar influencer), reprodujeron su mensaje. También lo hicieron periodistas (que no habían cubierto la manifestación), políticos, como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y probablemente cientos de nietos e hijos de jubilados afectados por la precariedad de las pensiones.
«A veces tengo la impresión de que vivimos en una burbuja y que no nos damos cuenta de lo que está pasando en la calle»
La joven periodista sevillana no asistió a la manifestación de los pensionistas porque se encontraba trabajando. Su tuit era una crítica y una autocrítica con la que miles de tuiteros se sintieron identificados, “quizá por eso ha tenido tanto éxito”, dice. “A veces tengo la impresión de que vivimos en una burbuja y que no nos damos cuenta de lo que está pasando en la calle. Lo que no vemos en nuestro Twitter o en nuestro Facebook es como si no existiera”, avisa. Y añade: “La trascendencia de las redes sociales es relativa: un tuit de la Policía, de hoy mismo, dando el pésame a la familia del ertzaintza fallecido en los incidentes del Athletic contra el Spartak ha tenido menos relevancia que el mío. No tiene sentido”.
«Puede que no todos los pensionistas tengan Facebook, pero todos tienen whatsapp y las cadenas han funcionado muy bien»
El padre de Clara no tiene cuenta de Twitter ni de Facebook, pero las protestas de miles de jubilados en toda España no habrían tenido éxito sin las redes sociales. “Llevábamos un año preparando esta manifestación. Puede que no todos los pensionistas tengan Facebook, pero todos tienen whatsapp y las cadenas han funcionado muy bien. Las redes nos han servido para amplificar la convocatoria, para multiplicar el boca a boca”, dice Cristóbal Páez, banquero, prejubilado a los 53 años. Páez se metió en la Plataforma sevillana de pensionistas hace un año y desde entonces “no ha parado de trabajar”, organizando asambleas locales, dando charlas en asociaciones de vecinos, ayuntamientos, plazas y calles…
Patricio Pérez, mecánico, jubilado con 66 años, se enteró de la movilización porque “un par de abueletes vinieron a dar una charla al centro de mayores”. “Que la pensión apenas me llega para todo lo que tengo encima, eso ya lo sabía yo. Ahora, lo del pitorreo de que el Gobierno me la suba dos euros y permita que las eléctricas me manden una factura de la luz de 230 euros en invierno, eso te hace levantarte”, dice. Patricio tiene una pensión de mil euros con la que mantiene su hogar (su mujer, ama de casa, su hijo mayor y su esposa, ambos parados). Cuatro de cada diez jubilados andaluces están en una situación similar, sosteniendo con sus pensiones una familia con algún miembro en paro, según datos de CCOO.
Redes y boca a boca
El éxito de la convocatoria del jueves se debe a una conjunción de las nuevas tecnologías y las viejas fórmulas de movilización social, en la que los pensionistas son expertos veteranos. Los miembros de las plataformas en defensa de las pensiones justas han acudido donde sabían que encontrarían adeptos para la causa: a los centros de mayores, a las puertas de los centros de salud y de hospitales, a las asociaciones de vecinos de los barrios más longevos… “No ha sido de un día para otro. Hemos dado charlas, hemos entregado folletos en mano, nos hemos movilizado cada mes durante el último año a las puertas de la Tesorería de la Seguridad Social”, dice Soledad Ruiz, responsable de pensiones de UGT.
El éxito de la convocatoria del jueves se debe a una conjunción de las nuevas tecnologías y las viejas fórmulas de movilización social
Los jubilados llevan movilizándose activamente desde la primavera de 2016, indignados por el “deterioro del Sistema Público de Pensiones a consecuencia de las dos reformas laborales de 2011, aprobada por un Gobierno del PSOE, y de 2013 con el PP. A ningún sociólogo le ha sorprendido esta explosión social.
En marzo del año pasado, el Catedrático de Economía aplicada y uno de los primeros comparecientes en el Pacto de Toledo, Santos Ruesga, ofreció una conferencia sobre el futuro de las pensiones en la asociación Córdoba Futura, donde las charlas no suelen convocar a más de 40 personas. Esta vez la asistencia se triplicó, el aforo se quedó minúsculo lleno de jubilados. “No me sorprende el éxito de la manifestación, porque los pensionistas son un colectivo bien organizado y muy activo. Es normal que el tema se haya calentado, el Gobierno ha contribuido a ello proponiendo una subida ridícula del 0,25%, y luego ha arrojado gasolina al sugerir a los ciudadanos que vayan ahorrando para un plan de pensiones privado”, explica Manuel Pérez Yruela, profesor de Investigación de Sociología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA).
Manuel Pérez Yruela cree que gran parte de la sociedad y de los medios han estado “distraídos” con el procés catalán, mientras la “indignación de los jubilados iba creciendo”
Pérez Yruela cree que gran parte de la sociedad y de los medios han estado “distraídos” con el procés catalán, mientras la “indignación de los jubilados iba creciendo”. “Este último año, ni el foco informativo ni la atención política ni el trending topic han estado sobre el problema de las pensiones, sino sobre Catalunya y el procés independentista”, advierte. En efecto, el 1 de octubre del año pasado, miles de jubilados llegaron en cuatro columnas a Madrid, desde distintos puntos del país, en una marcha protesta en defensa de las pensiones. Coincidió con una fecha clave en el procés catalán que absorbió todas las portadas y titulares, y no consiguieron que la sociedad real y la sociedad virtual girase la cabeza para escuchar su protesta.
Lola Castro, 74 años, fue maestra en un colegio de las Tres Mil Viviendas, uno de los barrios más castigados de Sevilla, prejubilada por enfermedad hace diez años. Cobra una pensión de casi 2.000 euros mensuales, pero: “Yo no he ido a la manifestación por mí, sino por esas criaturas que después de 30 años trabajando cobran una pensión de 400 o 600 euros”, dice.
Lola es activista, ha convencido a muchas “amigas de gimnasia” para asistir a la protesta, y a otras no, porque “no creían que una manifestación fuera a solucionar nada”. “Yo les dije, bueno, tú quédate en casa que ya voy yo a solucionarle la papeleta a tus hijas y a tus nietas”, explica entre risas. Está contenta por el resultado, por la multitud de gente que encontró en el centro de Sevilla. Dice que está “conectada” a las plataformas y a otros pensionistas por whatsapp, donde “se entera de todo”. “Yo tengo Facebook, pero no lo manejo muy bien. Busco cosas directamente en Internet”.
Existe una brecha digital que aleja a las personas mayores de las nuevas tecnologías, pero esto no les ha apeado de la protesta para defender sus pensiones. Al contrario. Hay cursos de manejo de internet para mayores que organiza el ayuntamiento que se han convertido en centros de captación de jubilados para engordar la multitud de manifestantes. “Muchos abuelos conocen y se manejan con whatsapp por sus nietos. Además les mueve la misma indignación que el 15M, lo de ahora es poco para lo que viene, este movimiento va a crecer mucho más”, advierte Juan Alcántara, de la plataforma en defensa de las pensiones de Córdoba.
La Coordinadora en Defensa del Sistema de Pensiones
La Coordinadora Estatal en Defensa del Sistema Público de Pensiones nació desde abajo, probablemente cuando un grupo de pensionistas gallego acudió al despacho de una experta en Relaciones Laborales y Seguridad Social de Pontevedra, Victoria Porta, que hoy es la portavoz del movimiento. Ella explica cómo la protesta crece desde las bases, desde los afectados, y poco a poco van sumando a expertos y catedráticos y la marea se ramifica por toda España.
El movimiento adquiere tanta altura, que finalmente UGT y CCOO piden sumarse, aceptando la condición de no llevar banderas a las manifestaciones
El movimiento adquiere tanta altura, que finalmente UGT y CCOO piden sumarse, aceptando la condición de no llevar banderas a las manifestaciones. Los sindicatos de clase han luchado por las pensiones con el mismo ahínco, en paralelo a las plataformas, pero con desigual resultado. La manifestación que convocaron el pasado 15 de febrero no tuvo tanto impacto como la del jueves. Si tardaron en converger, dice Porta, es porque recelaban de que la protesta de los jubilados indignados “metiera en el mismo saco la reforma laboral de Zapatero y la del PP”.
La llamada marea marrón ha sabido tejer alianzas y reconciliar sectores históricamente enfrentados, porque han encontrado en el deterioro de las pensiones un objetivo común. Así explica Porta la rotunda movilización que ha habido en Bilbao, con más de 35.000 personas en la calle. El movimiento de jubilados integró a los sindicatos nacionalistas LAB y ELA, que hasta entonces habían marchado por separado porque reivindican que Euskadi gestione su propia caja de pensiones. “Esa reivindicación tenía dividido al País Vasco. Al final nacionalistas y no nacionalistas logramos ponernos de acuerdo en guardar nuestras banderas y nuestros símbolos para hacer un frente común contra un Gobierno que nos está robando”, explica Porta. Y la unidad ha visibilizado una fuerza común inédita en Euskadi desde hacía mucho tiempo.