Por un lado, los facinerosos, violentos y antidemocráticos, y por otro los infiltrados y violentos. Ambos perfiles se complementan y parecieran ser las dos caras de la misma moneda.
Por lo tanto, cabe preguntarnos ¿Quién le hace el juego a quién? ¿Los cientos de mujeres y hombres (en su mayoría jóvenes y trabajadores) con piedras en las manos repudiando ‘el choreo´ a las/los trabajadores jubilados o los opositores (no todos) sindicalistas, políticos, diputados y periodistas plantando la teoría de los infiltrados?
Uno de ellos fue aún más allá: exigió “que a los impresentables que tiran piedra se los identifique y vayan presos”. ¿A quién se lo planteaba? ¿A la Justicia Argentina, al Gobierno de la Alianza Cambiemos?
La línea y el pensamiento del gobierno nacional y del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires van en ese sentido: el presidente de la Nación remarcó en declaraciones que lo correcto sería que los violentos quedaran presos. De la misma manera piden que se investiguen judicialmente bajo la figura del delito penal de sedición lo ocurrido en la movilización popular en repudio a la reforma previsional. Por otro lado, el Jefe de Gobierno de la CABA quiere hacer pagar “los daños” a los que movilizaron a la Plaza de los Congresos, como otra forma de apriete contra las movilizaciones. Mientras tanto, la Justicia viene acumulando pruebas (videos, fotos, etc.) para salir a la caza de los manifestantes.
Otras de las preguntas que cabría hacernos es: ¿Por qué cuando un sector de nuestro pueblo se expresa radicalmente en la calle un sector de carácter mediático del campo popular sale rápidamente a alzar la teoría de los infiltrados? ¿Por qué esa deslegitimación de la lucha de nuestro pueblo abreva con tanta facilidad en ciertos sectores progresista?
El enemigo (no el adversario) encuentra inesperadamente un aliado con pretensiones antagónicas para desprestigiar cierto repertorio de la lucha de nuestro pueblo, por ejemplo: los piedrazos y el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el aparato represivo de seguridad.
Este sector del campo popular se desvive por encontrar evidencias de infiltraciones. El caso más patético es el de las fotos del trabajador de la UOM de La Matanza a quien se lo sometió a un linchamiento en las redes sociales. Un sector importante de la militancia del campo popular se sintió llamado a difundir las fotos de este compañero para advertirnos a todas y todos sobre el peligro de los infiltrados. La UOM Matanza salió con un comunicado a dejar las cosas en claro: no era infiltrado, era un trabajador.
Hay algo que no se dice: hubo una gran cantidad de trabajadoras/es que fuera de sus columnas dieron pelea. Es lógico para ambas caras de la misma moneda, es más fácil desprestigiar a las organizaciones de izquierda y a jóvenes de los barrios marginales. Por eso nadie nombra a la UOM de Quilmes que hizo el aguante en las dos manifestaciones desde el comienzo hasta el final.
Nadie mostró ni nos cuenta que las columnas venían marchando hacia la Plaza de los Congresos con pañuelos, barbijos, limones, bidones de vinagre o leche y sin niñas/os. Es más cómodo hablar de infiltrados o decir que por culpa de los tirapiedras no se pudo ver la masividad de la movilización.
No se pudieron ver los cientos de miles de mujeres y hombres que se movilizaron contra el ajuste porque los medios no muestran lo que no quieren mostrar, no por los piedrazos. La cantidad de piedrazos, la calidad de la lucha de miles y la extensión de horas de la pelea fueron posibles porque la masividad de la concentración fue enorme y porque no se movía, a excepción de algunos que se retiraron como en el 2001, u otros grandes dirigentes que estaban comiendo en un restaurante a dos cuadras de la plaza.
A pesar de cierta intelectualidad que cree, casi lamentándolo, que pasamos de las plazas del aguante a la plaza del quilombo, subestimando la pelea de nuestro pueblo; a pesar de quienes creen que la lucha callejera aborta los procesos de transformación (sin observar el rol de la violencia política en la historia de la humanidad), ese lunes 18 de diciembre se conjugó la enorme masividad de la movilización popular de las trabajadoras y los trabajadores de la Argentina, con la lucha callejera y los cacerolazos de la noche. La Resistencia activa a la ceocracia macrista comenzó con un piso muy alto, le disguste a quien le disguste.
Es honesto destacar que en esta pelea tuvo parte el bloque de diputadas y diputados que votaron rechazando la Reforma Previsional; remarcar la actitud los legisladores del FIT por su amplitud, la actitud de la diputada Camaño, y reconocer a las/los diputados (de la Cámpora, Movimiento Evita, Libres del Sur, el mismo jefe del bloque del FPV, Agustín Rossi) que pusieron el cuerpo para parar la represión, siendo ellos también reprimidos; así como a los dirigentes de diferentes organizaciones que estuvieron en la primer línea de combate para impedir el avance de la represión.
Ante semejante cuadro de pelea, ¿es necesario bastardear hablando de infiltrados?
Ante la rica historia de lucha de nuestro pueblo, ¿es necesario hablar de infiltrados?
Ante semejante enemigo que tenemos al frente, ¿es necesario hablar de infiltrados?
¿Cuántos micrófonos, papel, imágenes y redes sociales y mensajes de whatsapp se usaron para instalar la teoría de los infiltrados, y cuánto se usó o se usa para aquellos compañeros que perdieron un ojo, para el pibe que la moto de la Federal lo pasó literalmente por encima, para los trabajadores jubilados que fueron apaleados, gaseados, para las detenidas manoseadas, o/y para las presas y los presos de este régimen?
Nuestro pueblo no va a dudar, y es consciente de que va a enfrentar a un bloque de poder en condiciones inferiores, como David lo hizo con Goliath.
@marcelo_yaquet