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Leandro Andrini
Rebelión

 

Tomando en consideración general los siguientes datos: un 50% de la población mundial no tiene acceso a ningún recurso, un 40% de la población tiene acceso al 14% de los recursos disponibles y un 10% de la población mundial concentra el 86% de los recursos disponibles, tal fue expuesto en Liberalismo liberado, Fascismo mundializado , nos conduce a repensar algunos conceptos, regresar a las lecturas de esos monumentos de pensamiento de uno de los fundadores de la Escuela de los Annales, Marc Bloch, que son los dos tomos de La Sociedad Feudal (LSF). Sin dudas, y genuinamente, los marxistas más ortodoxos sugerirán que este libro, en cuanto a “relaciones de producción”, deviene de los expuesto, y teorizado conformando su origen, por Karl Marx. ¡También hay que volver a las fuentes!

“La estructura de la sociedad feudal puede ser estudiada desde dos puntos de vista diferentes. En lo que tiene de más característico: el establecimiento, entre los hombres, de una superposición y de un entremezclamiento de los vínculos de dependencia […] En lo que tiene de común con toda organización social –las clases y el gobierno–”, nos anoticia Henri Berren el prólogo del volumen II de la obra citada.

Vasallo: “Ser hombre de otro hombre: no hay en todo el vocabulario feudal alianza de palabras más extendida que ésta, ni de un sentido más pleno. Común a las lenguas románicas y germánicas, servía para expresar la dependencia personal, fuese cual fuese la naturaleza jurídica exacta del vínculo y sin que sirviese de óbice ninguna distinción de clase” (LSF, TI). Y “la más urgente de las medidas a tomar era evidentemente la integración en la ley de las relaciones de vasallaje y, al propio tiempo darles una afabilidad sin la cual no podían ser un firme apoyo”(LSF, TI). Blaise Pascal, en Pensamientos , dice que nada “tan falso como estas leyes que rectifican las faltas; quien obedece a ellas porque son justas, obedece a la justicia que imagina, pero no a la esencia de la ley: está toda ella reconcentrada en sí; es la ley y nada más”. Y Pascal, el filósofo cristiano, sostiene en el mismo pasaje que “el arte de atacar, derrocar los Estados, consiste en conmover las costumbres establecidas, sondando hasta su fuente, para hacer ver su falta de autoridad y de justicia”. Es así que “el más prudente de los legisladores decía que, para bien de los hombres, hay a menudo que deslumbrarles con trampa […] Hay que evitar que sienta la verdad de la usurpación; se introdujo antaño sin razón, pero ahora ha llegado a ser razonable; es menester hacerla considerar como auténtica, eterna, y ocultar el comienzo, si se quiere que no acabe pronto”.

“El rey no tiene de rey más que el nombre y su corona… es incapaz de defender contra los peligros que los amenazan ni a sus obispos ni a sus otros súbditos. Y así se ve a unos y a otros ir, con las manos juntas, a servir a los poderosos; con ello obtienen la paz” (LSF, TI). Reformulemos esta cita, en la dinámica del “desarrollo” histórico “la oligarquía no tiene de oligarquía más que el nombre y los recursos; es incapaz de defender contra los peligros que acechan a desamparados, pobres y hambrientos; hay que servir a los poderosos: con ello se obtiene la paz”.

“Quien decía feudo, decía bien concedido a cambio, fundamentalmente, no de obligaciones de pagar –cuando éstas intervenían era sólo a título accesorio–, sino de obligaciones de hacer. Más precisamente, para que hubiese feudo, no bastaba que los servicios constituyesen la carga principal del bien, sino que era necesario que comportasen un elemento muy claro de especialización profesional y también de individualización” (LSF, TI).

“La fe imponía al vasallo ayudar a su señor en todas las cosas. Desde luego, con su espada y con su consejo; a lo que más tarde se añadió: con la bolsa también. Ninguna institución mejor que ésta del apoyo pecuniario revela la unidad profunda del sistema de dependencias sobre el que estaba construida la sociedad feudal Todos los que obedecen –siervo, terrateniente, llamado libre, de un señorío; súbdito real, vasallo, en fin, deben socorrer a su jefe o señor en sus necesidades” (LSF, TI). Esto, en la actualidad, y marcando todas las distancias ¿no nos hace recordar el salvataje de la banca y las entidades de finanzas en cada crisis, a pesar (o a costas) de las hambrunas y la pobreza? ¿No nos hace recordar la eliminación de los impuestos a las grandes mineras, a las grandes corporaciones exportadoras de cereales y oleaginosas, al vino espumante, a los autos de alta gama, a las importaciones de bienes suntuarios, a las leyes de blanqueo de la fuga de activos y capitales, en detrimento de recortes y gravámenes a la clase trabajadora y clase trabajadora-jubilada? Pero más aún, se decía simplemente ayuda o también talla, expresión sacada del verbo tallar, literalmente, tomarle a uno un trozo de su sustancia” (LSF, TI), de ahí el vocablo tasar. “En Inglaterra, los términos acabaron por jerarquizarse; el de ayuda, se reservó a los vasallos, y el de talla, a los sometidos de categoría más modesta” (LSF, TI). Parafraseando a Alain Badiou: la historia viene de más lejos. De cuanto, el Estado –en esta “re-versión”– vendría a funcionar de vasallo de la actual oligarquía capitalista transnacionalizada.

Hay que tener presente la magistral descripción de Bloch, como acto corpóreo, in situ, ritual de entrega y sumisión entre el vasallo y su señor. En esta “re-versión” el rito se vuelve abstracto, normativizado por la abstracción legislativa, que pone la entrega de los pueblos en las especulaciones intencionadas e intencionales de una determinación política de quienes, por la misma abstracción, tienen conferido el derecho de decirse representantes de ese pueblo al que convierten en vasallo.

Sin dudas, el planteo que realizo apenas si alcanza el grado de desafío irónico, para movernos a pensar la actualidad en términos de la historia de un desarrollo (el del capitalismo). Pero la idea central, es decir que estamos en una nueva “feudalización” no me pertenece, sino que es mi compañera, Eugenia, quien insistentemente me la ha sugerido en los debates políticos sobre la situación argentina en el contexto global.

No queda más que cerrar con otro de los pensamientos de Blaise Pascal:

INJUSTICIA. Es peligroso decir al pueblo que las leyes no son justas porque no obedece a ellas, sino porque las cree justas. Por esto hay que decir al mismo tiempo que hay que obedecerlas porque son leyes, como hay que obedecer a los superiores no porque son justos, sino porque son superiores. Con ello se previene toda sedición, si puede hacerse entender esto, que es propiamente la definición de la justicia.