Wayne Madsen
Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
Strategic Culture Foundation
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Libia, una vez la joya de África por sus elevados niveles de vida, es actualmente un estado fallido gracias a la discordante política exterior del presidente Barack Obama y sus secretarios de estado Hillary Clinton y John Kerry. Ahora es un país plagado por gobiernos rivales, bandas terroristas merodeadoras, mafias de contrabando humano y una infraestructura colapsada que una vez fue la envidia de sus vecinos.
La revuelta contra el gobierno libio de Muamar Gadafi inspirada por la OTAN y Arabia Saudita fue iniciada en el mes de febrero del 2011. La operación militar norteamericana contra Libia se denominó Operación Amanecer de la Odisea. La «odisea» norteamericana ha sido un desastre para Libia.
Después de casi siete años y decenas de miles de muertos, Libia está efectivamente dividida en tres regiones gobernadas separadamente. La primera región es la capital Trípoli y sus áreas circundantes la cual es gobernada por el «Nuevo Consejo Nacional General», que es respaldado por la Hermandad Musulmana, Turquía y Catar. El consejo está compuesto por agrupaciones radicales islámicas agregadas a los secularistas y ha rehusado compartir la autoridad con el Consejo de Delegados formulado por la ONU. La segunda región se encuentra en la provincia oriental de Cirenaica, cercana a la frontera egipcia, donde un gobierno rival reclama autoridad sobre toda Libia a partir de su cuartel general en el Hotel Dar al-Salam en Tobruk. El gobierno de Tobruk es apoyado por el Ejército Nacional de Libia encabezado por un ex oficial del ejército de Gadafi, el Mariscal de Campo Jalifa Haftar que controla fracciones de territorio en Cirenaica, incluyendo Benghazi y áreas hacia el este de Trípoli, cercanas a la frontera con Túnez.
Haftar era el comandante de las tropas libias durante la guerra con Chad el año 1986. Luego que sus fuerzas fueron apresadas, pasaron a estar bajo el control de Estados Unidos. Haftar se convirtió en un agente de la Agencia Central de Inteligencia, CIA y desde su residencia, vecina al cuarte general de la CIA en Langley, Virginia dirigió una guerrilla armada en oposición a Gadafi con la asistencia de la División de Actividades Especiales de la CIA (SAD sigla en inglés). Prontamente la agencia ordenó a Haftar regresar a Libia durante la revuelta del año 2011. Con el apoyo de Egipto, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Francia, Haftar pasó a ser el brazo ejecutor del gobierno de Tobruk en su lucha contra el Nuevo Consejo Nacional General de Trípoli por el control de todo el territorio.
Antes que Haftar se convirtiera en un instrumento de la CIA su nombre fue transliterado del idioma árabe al inglés como «Hifter». El uso original de «Hifter» que se parece y suena como «Hitler» fue con toda mala intención usado para denigrar al gobierno de Gadafi como un flagelo anti semita en la costa mediterránea hasta la actualidad. Cuando Hifter o Haftar, como se le conoce ahora, apareció por primera vez en la escena de Libia azotada por la guerra civil, algunas publicaciones como el Washington Post y el New York Times escribieron el nombre del general como Hifter. No pasó mucho tiempo antes que los gurúes de la guerra psicológica en la CIA le ordenaran a la prensa sumisa, incluyendo al siempre dudoso Wikileaks, que dejaran la versión Hifter y utilizaran más bien Haftar.
Haftar y sus controladores de la CIA utilizaron a los medios occidentales para describir a Gadafi en los peores términos posibles. Gadafi fue vinculado con el grupo islámico Yihad que asesinó al presidente egipcio Anwar Sadat. Por supuesto que la información era falsa, pero había siempre la intención por parte de la CIA de vincular a Gadafi con los extremistas islámicos. Gadafi, un socialista pan-árabe y admirador del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, era un verdadero anatema para los islamistas como también por su apoyo a la Unión Soviética y a otros estados comunistas lo que constituía una herejía para los islamistas.
La tercera región de Libia que responde a sus propios intereses es la Provincia de Fezzan situada a lo largo de la frontera occidental con Argelia. El gobierno de Tobruk aspira a tomar control de gran parte de Fezzan, pero esta región es en realidad una tierra de nadie.
Las tribus Tuaregs dominan Fezzan y parecen no tener ninguna inclinación de aceptar el dominio de parte de Trípoli o Tobruk. La provincia Fezzan es donde traficantes inescrupulosos trasladan a su desventurado cargamento humano traído desde varias naciones de África Sub-sahariana para las peligrosas travesías en embarcaciones hacia Europa. Las tribus y los traficantes de seres humanos y de estupefacientes que controlan una amplia área del desierto que conforma la provincia de Fezzan están armados hasta los dientes, con armamento saqueado de los grandes arsenales de Gadafi y armas que les brindan las facciones libias en guerra traídas por la OTAN y los estados del Consejo de Cooperación del Golfo.
La prioridad más importante de Estados Unidos respecto a Libia es el control de los campos petrolíferos libios. Las reservas petrolíferas libias antes y después del golpe de Gadafi el año 1969 han sido dominadas por la Hunt Oil Company de Texas, compañía vinculada a la CIA y a las causas de extrema derecha. Cada presidente norteamericano, desde Harry S. Truman en adelante, ha visto a Libia nada más que como una enorme estación gasolinera para Washington.
Haftar y la docena y algo de secuaces que han sido apuntalados por Washington y la CIA en Trípoli, Benghazi y Tobruk no son capaces de infundir ninguna convicción de estado libio fuerte y unitario como lo hizo Gadafi. La CIA, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos despreciaban a Gadafi por sus credenciales árabes. El día 17 de noviembre de 1981un memorándum del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos señalaba por qué Gadafi era odiado por los sauditas y otros de sus hermanos árabes. El documento decía que «aunque las tribus beduinas que dominan Cirenaica y Tripolitania son los árabes más puros fuera de la Península Arábiga. Libia no cabe dentro del dominio de los expertos que estudian el Mashriq del Oriente Arábigo por cuanto ellos están físicamente separados por Egipto que no es árabe y tiene una cultura e historia totalmente diferentes». Por lo tanto, los sauditas y los árabes del Golfo desprecian a Gadafi porque el líder libio es miembro de una de las «más puras» tribus Beduinas, él es tan árabe como cualquier príncipe o rey saudita o emir del Golfo y estaba en condiciones de reclamar el liderazgo de la «nación» pan-árabe.
La amenaza planteada por la «condición arábiga» de Gadafi contra la Casa de Saud y contra la familia al-Thani de Catar fue la principal razón por la que los sauditas y los cataríes financiaron y armaron a los islamistas quienes eventualmente tomarían Libia y asesinarían a Gadafi cuando estaba prisionero de los rebeldes yijadistas. Hillary Clinton envió un mensaje característico a los donantes de la Fundación Clinton de su esposo ubicados en Riyad, Doha, Abu Dhabi y Dubai pavoneándose: «Vinimos, Vimos y Murió».
Los sauditas y sus aliados yijadistas en Libia también se aseguraron que los líderes Sufistas fueran asesinados y los templos Sufistas fueran destruidos. La razón radica en que el Sufismo constituye una amenaza contra el radicalismo Wahabista saudita. El islam libio descansa en la tradición Sanussi Sufi, establecida por el clérigo nacido en Argelia, Mohammed Ibn Alí al-Sanussi, durante la década de 1830. A Sanussi también se le conoce como el Gran Sanussi, fundador de la orden religiosa en el Heyaz de Arabia y que se convirtió en un contrapeso para la orden extremadamente radical Wahabista de los Nejd. Sanussi trasladó su sede a Cirenaica. Eventualmente, el Islam libio se basaría en la filosofía transfronteriza Islamista Sufi de Sanussi, en tanto que los árabes sauditas establecieron el wahabismo extremista como la religión de estado de Arabia Saudita. El nieto del Gran Sanussi se convirtió en el Rey Idris I de Libia. No obstante, Gadafi derrocó a Idris I mediante un golpe de estado el año 1969 poniendo fin a la monarquía. El carismático coronel libio era un adherente a la tradición Sufi Sanussi y por tanto un enemigo jurado del Wahabismo practicado por los sauditas y demás potentados árabes del Golfo.
Cada vez que hubo algún interés por parte de Washington u otros países de la OTAN por tratar de restablecer la monarquía Sanussi en Libia, los sauditas, los cataríes y los emiratistas la objetaron enérgicamente. En lo referente a Riyad, Doha y Abu Dhabi aquí no habría ninguna restauración del Reino de Libia bajo los odiados Sanussis.
Occidente y sus amigos en Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos están satisfechos con una Libia fracturada. Con posterioridad al boicot contra Catar encabezado por Arabia Saudita, Doha ha estado un tanto abierta acerca de la inteligencia que posee sobre la colusión de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos con las agrupaciones terroristas en Libia, Siria y Yemen. No obstante, tanto Libia como Irak, Yemen, Siria y Sudán del Sur están en ruinas por las guerras civiles y una total ilegalidad. Verdaderamente se trata del despreciable legado dejado por la «Primavera Árabe» de Obama y Clinton.
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