Se trataba sin embargo de una dura lucha contra los que quieren prolongar la nueva forma de colonización y de esclavitud, creando obstáculos de todo tipo a los que buscan hacer una historia soberana de sus valores culturales y de sus identidades étnicas.
Césaire acuñó la palabra “negritud” para expresar dos dimensiones: la continuada opresión contra los negros y una resistencia persistente y una lucha obstinada contra todo tipo de discriminación. “Negritud” es la palabra-fuerza que inspira la lucha por el rescate de la identidad propia y el derecho de las diferencias. Césaire criticó duramente la civilización europea por su vil codicia de invadir, ocupar y robar las riquezas de los otros, espiritualmente indefendible por haber difundido la discriminación y el odio racial, embruteciendo y degradando a los pueblos colonizados y esclavizados inculcándoles la impresión de que no son gente y no poseen dignidad.
Paralelamente al concepto de “negritud” se creó el de “colonialidad” por el científico social peruano Aníbal Quijano (1992). Con él se quiere expresar los patrones que los países centrales y el propio capitalismo globalizado imponen a los países periféricos: el mismo tipo de relación predatoria de la naturaleza, las formas de acumulación y de consumo, los estilos de vida y los mismos imaginarios producidos por la máquina mediática y por el cine. De esta forma continúa la lógica del encubrimiento del otro, el robo de su historia y la destrucción de las bases para la creación de un proceso nacional soberano. El Norte global está imponiendo la colonialidad en todos los países, obligándolos a alinearse con las lógicas del imperio.
El neoliberalismo radical que está imperando en América Latina y ahora de forma cruel en Brasil es la concreción de la colonialidad. El poder mundial, sea de los Estados hegemónicos sea de las grandes corporaciones, quiere reconducir a toda la América Latina, en este caso a Brasil, a la situación de colonia. Es la recolonización como proyecto de la nueva geopolítica mundial.
El golpe dado en Brasil en 2016 se sitúa exactamente en este contexto: se trata de solapar un camino autónomo, entregar la riqueza social y natural, acumulada durante generaciones, a las grandes corporaciones. Se hace mediante las privatizaciones de nuestros mayores bienes: el pré-sal, las hidroeléctricas, eventualmente los Correos, el BNDS y el Banco de Brasil. Se frena el proceso de industrialización para que dependamos de las tecnologías venidas de fuera. La función que nos es impuesta es la de ser grandes exportadores de commodities, que los países centrales no tienen para su consumo perdulario.
Nombres notables de la economía articulada con la ecología como Ladislau Dowbor y Jeffrey Sachs, entre otros, nos alertan de que el sistema-Tierra ha llegado a su límite (la Sobrecarga de la Tierra) y no soporta un proyecto con tal nivel de agresión social y ecológica.
Ahora ese modelo, para nuestra desgracia, es asumido por el actual gobierno corrupto y totalmente despegado del pueblo, de un neoliberalismo radical que implica el desmantelamiento de la nación. De ahí el deber cívico y patriótico de derrotar a estas élites del atraso, anti-pueblo y anti-nacionales, que asumieron esta aventura, que podría no ser soportable por el pueblo. Todo tiene límites. Ha de surgir una conciencia patriótica en forma de un generalizado rechazo social. Una vez sobrepasados esos límites, difícilmente evitaríamos lo innombrable.
Leonardo Boff es articulista del JB online, filósofo y escritor.
Traducción: María José Gavito Milano, para https://leonardoboff.wordpress.com/