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Alejandra Loucau

El hermetismo que existe acerca del verdadero propósito de la trayectoria que realizaba el submarino ARA San Juan al momento de su desaparición sorprende tanto como la solidaridad internacional que su extravío despertó entre las distintas potencias mundiales.

Buques, aviones y submarinos extranjeros provenientes de 12 países se hicieron presentes en la probable zona de localización de la nave extraviada, algunos con sospechosa rapidez.

Las primeras suspicacias surgieron a partir de la incursión de buques y aeronaves norteamericanos y británicos en aguas argentinas. El contexto de la alarma tiene que ver con la intención manifiesta de parte del Gobierno argentino de comenzar a realizar ejercicios militares conjuntos con estas fuerzas foráneas en la provincia de Chubut. El proyecto de ley que autorizaba estas maniobras fue enviado por el Ministerio de Defensa al Senado el 7 de septiembre pasado y, con entusiasmo exprés, fue tratado y aprobado. No obstante, la Cámara de Diputados decidió posponer la decisión hasta nuevo aviso.

Según escribía para este mismo medio Raúl Zibechi, «el giro conservador que resulta evidente en países como Brasil y Argentina dibuja una coyuntura propicia para el avance de los planes de Washington (concernientes a) poner freno a la presencia de China en materia económica y de Rusia en el terreno militar.

Mayor conmoción provoca la presencia del Reino Unido en la zona debido a la histórica disputa por las Islas Malvinas, usurpadas por esta antigua potencia marítima. No es una novedad que los ejercicios militares por parte de Inglaterra en estos territorios se acrecentaron a partir de la asunción de Mauricio Macri como presidente. Lo curioso es el momento que eligieron los británicos para dar a conocer que su país había adquirido un escudo antimisil por más de 104 millones de dólares para «proteger» las Malvinas, un día después de producirse elaterrizaje de un avión de la Corona en Comodoro Rivadavia, el primero desde la Guerra de 1982.

Putin no podía quedar atrás en la competencia por la influencia sobre las estratégicas aguas australes. El pasado miércoles 22, el mandatario ruso se sumó al coro de cooperantes internacionales ofreciendo ayuda para encontrar el submarino en cuestión. La respuesta fue afirmativa y el Antónov, el avión más grande del mundo, junto a un submarino llegan este fin de semana a la Argentina.

Hasta la Armada iraní eligió esta misma semana para anunciar que mandará buques a América Latina, aunque sin utilizar la excusa del salvataje.

Pero el circuito solidario no termina aquí. Al parecer, las compañías petroleras también están interesadas en encontrar a «los 44». Quizás se vean motivados por el área en la cual se produjo la desaparición del sumergible, cuya superficie coincide con una estratégica zona de potenciales riquezas hidrocarburíferas. ¿Existe otra razón seria que explique la presencia de Noruega en el rastrillaje de aguas argentinas?

En febrero de este año, el Ministerio de Energía y Minería le otorgó a YPF un permiso para contratar a la firma noruega Spectrum ASA con el objetivo de que la misma tomara como tarea la prospección de una superficie de 35.000 km² frente a las costas de las provincias de Buenos Aires, Río Negro, Chubut y el norte de Santa Cruz. Esta empresa especializada en ensayos sísmicos fue contratada a fin de obtener información precisa sobre potenciales sitios de perforación o ‘fracking’ en alta mar, yacimientos que en un futuro serían explotados por la alianza YPF-Statoil (esta última firma es también de capital noruego). Las pruebas sísmicas son de alto riesgo ya que requieren de un extenso radio de zona despejado de tráfico marítimo: dichos buques se encargan de despedir cañones de sonido que liberan aire comprimido bajo el aura de forma explosiva; por otro lado, al hacer cualquier maniobra de giro, estos utilizan un margen muy amplio y un error provocaría graves consecuencias para sí y/o una embarcación que no se halle a suficiente distancia.

El área que ambas empresas acordaron explorar, con el beneplácito de la cartera que conduce Juan José Aranguren, comprende parte del talud continental que hoy es foco de búsqueda de­l submarino desaparecido. Así lo confirmaron fuentes de la Armada argentina a quien escribe. En la página de Sprectum Asa figura el mapa de la zona estipulada para los mencionados ejercicios.

La petrolera francesa Total también puso a disposición su OSS (Offshore Supply Ship) Skandi Patagonia con el fin de «optimizar la búsqueda» del ARA San Juan. Esta empresa, presente en el país desde hace unos 40 años, pisa fuerte en las actividades gasíferas y petrolíferas de nuestro país, siendo la región patagónica su principal fuente de extracción. El ministro Aranguren premió a la firma recientemente ubicando a su exdirectivo en la dirección de la unidad extraterritorial de la cartera que dirige.

La brasileña Petrobrás y la chilena Enap Sipetrol, a través de sus filiales argentinas, también participan en la multitudinaria expedición de rescate.

Como vemos, son variados los actores y elementos que convergen en el análisis. Petróleo no convencional, posibles ejercicios militares secretos y una guerra fría entre potencias por la influencia en la región van delineando las múltiples hipótesis que rodean la desaparición del submarino argentino. Lo que realmente sucedió con el ARA San Juan y sus 44 tripulantes puede salir o no a la luz, pero la importancia geoestratégica del cono sur americano nos da muestras de su existencia.

La lucha internacional por los recursos naturales y las rutas comerciales nos toca de cerca y, aunque la relativa pax latinoamericana (o el infinito caos en el resto del mundo) permita postergar el foco de atención, los movimientos son cada vez más definidos y visibles.

Tomado de: Sputniknews