El Che no ha muerto.
Incontables son las bromas que el Che gastó a Camilo Cienfuegos, con quien compartió más allá de la lucha de guerrilla, una entrañable y simpática amistad.
La rebeldía de los jóvenes, para enfrentarse a los atropellos, para condenar las injusticias, para poner el bien y las necesidades de muchos, ante las propias; tiene la luz del Che. De ese Che joven, que abandonó todo para irse en motocicleta a recorrer América Latina (conoció algunas provincias de Argentina, Chile, Perú, Colombia y Venezuela).
“Allí, en estos últimos momentos de gente cuyo horizonte más lejano fue siempre el día de mañana, es donde se capta la profunda tragedia que encierra la vida del proletariado de todo el mundo.”, relató en su diario personal.
En una de sus crónicas tras el viaje, confiesa: «Ese vagar sin rumbo por nuestra Mayúscula América me ha cambiado más de lo que creí».
Al igual que en quien vela y defiende a ultranza la justicia social, la igualdad de derechos y el respeto a los semejantes.
Al Che lo intentaron matar en la Higuera, aquel 9 de octubre de 1967: pero nos lo devolvieron inmortalizado para la historia.
El filósofo francés Jean-Paul Sartre lo calificó como “el ser humano más completo de nuestra era”.