La cineasta Argentina, María Laura Vásquez, ha tenido que tomar precauciones en su país natal para no ser reconocida, porque el proyecto audiovisual ‘Chávez infinito’ continúa recibiendo amenazas, muchas de ellas anónimas.

La película sobre el fallecido presidente venezolano se proyectó hasta el 2 de agosto en el cine Gaumont, un reconocido espacio porteño (Argentina) dependiente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), organismo que funciona bajo la órbita del Ministerio de Cultura argentino. Este lugar se caracteriza por mostrar obras de origen local o ciclos extranjeros puntuales sobre temáticas sociales, políticas y culturales, siempre a un precio accesible: 30 pesos (menos de dos dólares). La reproducción del film, en una sala mantenida en gran medida con fondos públicos y el dinero de los propios espectadores, causó críticas esperables.

Sin embargo, de la reprobación pacífica al hostigamiento y difusión de información falaz hay un largo trecho: “Cuando el INCAA pone el trailer en su Twitter, me llegó una catarata de amenazas. No sé si eran trolls, pero publicaban fotos mías y me decían ‘castro comunista pagada por el INCAA’, divulgando información falsa de que recibí dinero del Estado”. Pero fueron más allá: “Dijeron que iban a poner una bomba en el cine”.

La realizadora tiene 42 años, estudió Artes Cinematográficas y Teatrales en la Universidad de Buenos Aires y Dirección de Cine “en una escuela de San Antonio de los Baños, Cuba”. Desde el 2000 al 2011 vivió en Venezuela, donde tuvo dos hijos y se dedicó al cine político y social, pero hace cinco que volvió a la Argentina. Además, trabajó junto al reconocido director y guionista estadounidense, William Oliver Stone, en las películas ‘Mi amigo Hugo’ y ‘Al sur de la frontera’, donde pudo guardar mucho material sobre el expresidente.

Su film recopila testimonios de ciudadanos comunes afines al chavismo y relata, utilizando muchas imágenes de archivo, cómo influyó la figura del líder bolivariano en sus vidas, incluso en el momento de su muerte. La emotividad está presente en casi toda la película: “Soy una militante de lo que pienso y siento, trato de ser genuina con lo que viví en Venezuela”, reconoce la directora.

“SE LES ESTÁ YENDO E LAS MANOS A LOS MEDIOS, GENERANDO UN EJÉRCITO DE INTOLERANTES”

Sobre el día del estreno en este cine clásico de Buenos Aires, recuerda que “un grupo de antichavistas comenzó a repartir panfletos antes de que comience la función y se generó una discusión muy violenta”, y relata que “la seguridad del Gaumont tuvo que sacar a quienes increparon al público”. Además, opina sobre la crispación: “Me hubiera parecido bárbaro que entren y después discutir, fue muy poco inteligente, no hay forma de diálogo así”.

Vásquez también padeció la violencia mediática. Varios periodistas reconocidos en Argentina se hicieron eco de datos que jamás fueron chequeados: “Esos chicos grabaron un video, se lo pasaron a Eduardo Feinmann –un famoso reportero local– y rebotó como un búmeran. Los medios hegemónicos cuestionaron mi película, hasta difundieron mi foto con las mismas mentiras que dijeron personajes anónimos en Twitter, pero nunca me llamaron”. Y replica: “Que me muestren un papel que diga que alguien me dio dinero para hacer esto”.

Según la artista, incluso se llamó a un boicot y consignaron ir al cine solo para “tirar frutas e insultar a los que entren”. Y agrega: “Se les está yendo de las manos a los medios, generando un ejército de intolerantes”.

Antes, la película chavista ya se había estrenado el 5 de marzo 2017 en Venezuela por cadena nacional y “le fue muy bien”. La realizadora del séptimo arte no sabe si su obra fue vista por Maduro, aunque confiesa: “Tampoco me quita el sueño”. Sobre las afirmaciones en cuanto al financiamiento del proyecto, explica: “Es una película completamente independiente y muy barata, tiene ocho entrevistas, algunas imágenes y material de archivo. No recibió ni un peso del Gobierno venezolano ni del INCAA.De hecho, a TeleSUR se la di gratuitamente. Que me llené de plata con esto es una fantasía absurda”.

Explica que no se incluyeron voces críticas al chavismo porque, “no quería hacer una descripción sociopolítica, la película no pretende ser una tesis sobre Chávez o la Revolución Bolivariana, describe un vínculo afectivo entre ese líder y parte del pueblo venezolano. Poner las dos posiciones implicaba una complejidad al relato que me distanciaba de lo que quería contar”.

Además, argumenta: “No invisibilizamos, creo que la hegemonía mediática del último año y medio solo incluye la mirada desde un lugar. Hay una política de los medios para demonizar todos los procesos progresistas que se produjeron en América Latina”. Y agrega: “Elevar nuestra posición, en un momento donde decir que uno es chavista se convirtió en una mala palabra, fue una decisión política de mi parte, asumiendo las contradicciones y complejidades de la resistencia comunicacional”.

Sobre las agresiones, reflexiona: “Por supuesto que entiendo a los antichavistas viviendo en Buenos Aires, tampoco se puede negar la conflictividad que hay en Venezuela. Hay una violencia y negación grande de los dos grupos, con muertos en los dos bandos, ¿cómo no va a haber dolor?”. Sin embargo, añade que “eso no implica exigirle al otro que no exista”.

Y profundiza: “Hay una actitud negacionista de las ‘dos Venezuelas’, eso es lo más complejo. No solo el Gobierno está siendo extremista, todos lo son. ¿Cómo se puede responder a la violencia de la oposición? Todo es extremo en este momento”. En cuanto a las reacciones por su obra, opina que “genera pasiones, a favor y en contra”, y reconoce: “Sabía que la película podía causar esto, ya pasó algo parecido cuando se estrenó en La Plata, en mayo. Algunos fueron al cine con carteles y amordazados, pero la sala también se llenó”. A su vez, Vásquez pide “una forma de diálogo y reconocimiento mutuo”, pero opina que “con el arte no alcanza”.

LOS MOTIVOS DEL DOCUMENTAL

“Al principio, de Hugo Chávez solo sabía que en 1994 se había sublevado, y un militar insurrecto no me causaba simpatía. Pero una vez allí, recorrí durante más de un año todo el país, vi las campañas de alfabetización, la pasión política en todos lados y la participación de la mujer, entonces me enamoré del proceso venezolano”, comenta entre sonrisas. Para concluir, expresa que “es difícil evaluar cuán exitoso pudo haber sido un proyecto político, con los bombardeos mediáticos, económicos y diplomáticos que se deben sortear”.

Y finaliza: “El capitalismo en la región solo causó hambre, miseria y explotación, defiendo la posibilidad de cambiar a un modelo distinto, y que nos dejen hacerlo. La película tiene que ver con reivindicar un derecho soberano de elegir quiénes somos, a nuestros líderes y qué proyecto de país queremos tener”.