Nicolás Alvarez Guevara
Transcurridos 1 año y 4 meses del gobierno de Mauricio Macri, podemos reafirmar que el proyecto político, económico y social implantado en Argentina es una «guerra» contra el pueblo.
Que puede ser si no la agresión producto de la sucesión continua de tarifazos de energía eléctrica, gas domiciliario, agua potable, teléfonos, combustibles,trasnporte colectivo y subterráneo, aumentos de peajes, de impuestos, elevación del precio de los alimentos sin control estatal, aumento de precios de medicamentos, eliminación de subsidios a los jubilados en la compra de medicinas, aumento de servicios de salud prepaga, aumento de precio de escuelas de gestión privada.
Que decir de los despidos masivos en el Estado y en las empresas y comercios privados como consecuencia de la devaluación del peso, las importaciones indiscriminadas de productos terminados, la inflación y la contracción del consumo.
Como puede calificarse si no de una «guerra social» el encarcelamiento de Milagro Sala, la represión a docentes, fuerzas sociales, políticas y de estudiantes. Por si esto fuera poco, Macri, un perfecto idiota representante de clase rica argentina, desató una guerra cultural de clase contra el pueblo de a pié, calificándolos de choripaneros, mostrando el lado racista y xenófobo de su gobierno y sus corruptos funcionarios.
Quien quiera ver que vea: esta nueva fase del capitalismo implantado en Argentina es una guerra desatada contra los trabajadores, que aún no es asumida por la clase política opositora ocupada en ingresar a las listas para candidaturas en las próximas elecciones de octubre.
La respuesta de las bases de los trabajadores -dirigidos por sindicalistas burócratas-empresarios- no ha terminado aún de rebasar a los traidores enquistados en las estructuras gremiales que parasitaron a sus afiliados durante décadas y no crearon conciencia en las masas para evitar que un gobierno neoliberal se apodere nuevamente del Estado para hambrear a nuestro pueblo.
Los focos de resistencia que insurgieron desde abajo, tienen el desafío de conducir las luchas de manera eficiente para golpear no solo al «enemigo de los trabajadores, sino además despertar la conciencia de clase para crear las condiciones que hagan posible derrotar este proyecto despiadado implantado mediante el fraude electoral al convencer con mentiras y promesas no cumplidas a los propios trabajadores que nuevamente optaron por su verdugo, al que ahora deben resistir y vencer antes que sea demasiado tarde.