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El gobierno de Michel Temer anunció hace una semana que el presupuesto federal destinado a la ciencia sufrirá un recorte del 44%. Esto significa que el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovaciones y Comunicaciones dispondrá del presupuesto más bajo de los últimos 12 años, con 2,8 mil millones de reales (casi 14 mil millones de pesos argentinos): un recorte de R$ 2,2 mil millones respecto a los R$ 5 mil millones propuestos en el presupuesto para 2017.

El recorte, según informa el portal de la revista Nature, es parte de un ajuste de R$ 42 mil millones del presupuesto federal, con un promedio de 28% en todas las áreas gubernamentales. Así, puede verse que el recorte en ciencia es especialmente alto.

El presidente Temer dijo que la medida era “una respuesta dura pero necesaria ante el creciente déficit fiscal brasileño”. El país enfrenta la peor recesión de su historia y la recuperación es más lenta que lo que se esperaba: las previsiones de aumento del PBI para 2017 han sido revisadas a la baja el mes pasado y pasaron de 1,4% a 0,5%.

Este no es el primer recorte desde que comenzó la crisis en el socio mayoritario del Mercosur. Desde 2014, una serie de ajustes hizo que se cancelaran muchos programas de intercambios y hasta proyectos de envergadura, como la construcción del sincrotrón Sirius por R$ 1,75 mil millones, ha sido puesta en duda. En este sentido, la cantidad de papers publicados en Brasil también ha disminuido, de acuerdo a un estudio preliminar realizado en 2016.

Con Temer las malas noticias para la ciencia brasileña aumentaron cuando el Ministerio de Ciencias fue fusionado con el de Comunicaciones. Además, cualquier esperanza de recuperar el presupuesto ha quedado desarmada desde que el nuevo gobierno promulgo una enmienda constitucional que ató el crecimiento del gasto al aumento de la inflación durante los próximos 20 años.

El presidente de la Academia de Ciencias de Brasil, Luiz Davidovich, declaró que el nuevo presupuesto “es una bomba atómica que cayó sobre la ciencia brasileña”, y advirtió que los recortes dañaran el desarrollo científico en su país por décadas.

“Estamos en guerra, uno podría pensar que esta fue una estrategia desarrollada por un poder extranjero para destruir nuestro país. Sin embargo, el daño lo hacemos sin ayuda de nadie.” Por su parte, Sidarta Ribeiro, cabeza del Instituto del Cerebro de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte, ubicado en Natal, auguró que los científicos “dejarían el país” y que los recortes “son un acto de guerra contra el futuro” del país.

Luego citó el caso de Suzanna Herculano-Houzel, una reconocida neurocientífica que cerró su laboratorio en 2016 para mudarse a los Estados Unidos. “Si no recibiera aportes extranjeros para investigar, también yo estaría pensando en cerrar e irme”, agregó.

Incluso antes de que se anunciarán los últimos recortes, Davidovich y Helena Nader, la presidenta de la Sociedad Brasileña para el Avance de la Ciencia (SBPC) le escribieron sendas cartas a Temer y Henrique Mereilles, el ministro de Finanzas, advirtiendo el impacto que tendría un potencial recorte en un presupuesto ya muy acotado. “El gobierno actúa sin escuchar al Estado y demuestra una importante miopía”, escribió Nader.

Mientras el ministerio dice que ha comenzado a analizar el impacto del recorte y anunciará en los próximos días las acciones que se tomarán para mitigarlos, Ribeiro advierte que los ajustes motorizaran la protesta que tendrá lugar el próximo 22 de abril, en la “Marcha por la Ciencia en Brasil”. El SBPC apoya la marcha, que se inspira en los movimientos de resistencia contra Trump en los EE.UU., y está llamando a todos los científicos locales a que se unan a la causa. “Necesitamos pintar y ocupar los espacios públicos de manera respetuosa pero consistente”, pidió Ribeiro.