Eduardo Rothe.-
En las recientes y multitudinarias manifestaciones de los trabajadores argentinos, centenares de personas coreaban «Telesur…Telesur…Telesur». Para entenderlo hay que recordar que (buen vasallo del Imperio) Mauricio Macri se la juró a la Patria Grande y, apenas asumió el cargo, se apresuró a sacar a la Argentina (que era socio) de Telesur y a sacar a Telesur de la Argentina… y ahora, poder ver «La Señal de América Latina» se ha vuelto una de las reivindicaciones populares.
Macri llegó al poder (con mínima ventaja) «gracias» a las sempiternas divisiones del peronismo, pero también, como su ex-socio Trump, por un análisis novedoso, súpereficiente y en tiempo real, de las inclinaciones conscientes e inconscientes de los votantes, y su manipulación a través de la gran prensa y las redes sociales. Y así, a un poquito más de la mitad de los argentinos, Macri les vendió un tranvía.
El nuevo Presidente se apresuró a endeudar escandalosamente al país, y no perdió tiempo para aplicar el paquete neoliberal de recortes de la inversión social y aumentos del costo de los servicios, con la consiguiente inflación y deterioro galopante del nivel de vida de las mayorías. Tapó las múltiples causas que tiene con la justicia ordinaria, con un manto de impunidad que cubre también a familiares, socios y allegados.
Una vez en la presidencia, la carrera política de Macri se volvió una carrera contra el tiempo, para destruir la «década ganada» de los Kirchner y convertir su «programa de gobierno» en una estafa continuada, a nivel nacional e internacional. En esta carrera, Telesur no sólo era un testigo molesto, sino un testigo de cargo, y había que sacarla del aire.
Macri es la expresión local del capitalismo del Milenio, que dejó de ser especulativo-financiero, mercantil, abstracción de la abstracción, para volverse capitalismo de la deuda y predador del futuro. El nuevo Estado ya no es el consejo de administración de la burguesía, que decía Marx sino el contable de los negocios particulares de una ‘famiglia’ de familias, de una banda criminal de gánsteres cuyo proyecto es enriquecerse en el menor tiempo posible, antes que alguien diga que el Rey está desnudo. Como ese alguien podía ser Telesur, era necesario silenciarla.
Pero nadie le gana la carrera al tiempo: «la verdad es su propia referencia, y referencia de lo falso», y el gran engaño macrista se desinfla ante la realidad, muestra la hilacha, al punto que conservar el poder acaba por no tener otro sentido que prolongar la impunidad. En la Argentina de hoy, más represión crea más resistencia y viceversa, en un círculo vicioso y una escalada que sólo puede llevar al levantamiento social y al ‘fujimorazo’ macrista.
Ante las grandes protestas, el periodista radial Ángel Pedro ‘Baby’ Etchecopar declaró que éstas buscaban «desestabilizar la democracia, empezar a demostrar la debilidad del presidente para poder voltearlo y comérselo», y concluyó que los manifestantes lo que necesitaban era «de nuevo tener un Videla que los torture». Claro, sólo se trata de un perro invocando a los lobos por miedo a los humanos, pero –al igual que la sacada de Telesur- se trata de una declaración de guerra de la vieja argentina tramposa y sanguinolenta, que viene desde la Sociedad Rural, pasando por la ‘Triple A’ para llegar a Macri. Es la declaración de guerra de siempre, no sólo a su propio pueblo, gauchos, indios, obreros, campesinos, intelectuales y estudiantes, sino a todos los pueblos de la Patria Grande.
Telesur ha sufrido feroces ataques, desde antes de salir al aire hasta nuestros días, que vienen de la misma gente: los Uribe, Calderón, Peña Nieto, Almagro, Toledo, Kuczynski, todos delincuentes de cuello blanco que la identifican –acertadamente- con los gobiernos progresistas que la integran, y con las luchas populares de mayorías y minorías del continente. Telesur, siempre al lado de las víctimas, repugna a los victimarios. Están frescos los ataques del Uribismo contra Telesur, por su esfuerzo en acompañar y difundir la lucha por la paz en Colombia.
Por eso, en el caso Macri, es un honor para Telesur, «la señal de América Latina», haber sido la primera víctima de su violencia institucional. Y aún mayor honor ser identificada con el gran movimiento popular que se levanta contra la agenda neoliberal que devora a la Argentina.
La consigna «Telesur vuelve con Cristina» dice mucho del papel que a este canal multi-estatal le ha tocado y le toca en el movimiento general de la esperanza. Esperanza, el segundo nombre de América Latina.