El economista inglés Peter Fleming vaticina que solo quienes posean más recursos podrán garantizarse una vejez digna y alejada del trabajo diario
Un hombre de pelo blanco y espalda encorvada saluda a los recién llegados a Chicago. Viste uniforme azul y chapa identificativa. Mike, pese a su avanzada edad, es un empleado más del aeropuerto. Está ahí para indicar direcciones y para ganarse un sueldo que le permita sobrevivir durante la vejez. Mike trabaja largas horas todos los días señalando la próxima terminal, los baños o la entrada al metro porque no puede permitirse el lujo de retirarse.
Es muy fácil imaginarse la situación. Después de trabajar la mayor parte de tu vida adulta, el esperado día finalmente llama a tu puerta. Es el día de tu retirada. A partir de ahora, jubilado, eres libre: sin largos trasbordos de metro ni e-mails del jefe. El Estado de bienestar te proporcionará por fin tiempo para tu familia, tus libros sin leer, tus viajes sin hacer.
La población envejece, la esperanza de vida se alarga y cada vez es más difícil mantener un plan de pensiones
Pero el futuro que te espera será muy diferente, a no ser que seas rico, claro. Así lo cree Peter Fleming, profesor de Negocios y Sociedad en la Universidad de la Ciudad de Londres y autor de ‘La mitología del trabajo: cómo el capitalismo persiste a pesar de sí mismo’, quien asegura en The Guardian que la guerra contra la política neoliberal tiene un nuevo frente de batalla: las pensiones.
“Trabajaré hasta que me muera”. Para muchos es una pretensión auténtica. Les gusta lo que hacen y quieren trabajar hasta que el cuerpo diga basta. De hecho, la ocupación les proporciona una identidad, una razón para levantarse de la cama por las mañanas. Para otros, sin embargo, la necesidad económica decidirá por ellos.
Más envejecimiento, menos pensiones
“Ahora nos dicen que la verdadera pregunta ya no es cuándo nos jubilaremos, sino si nos vamos a jubilar, con la perspectiva de que trabajar hasta el final pronto se convertirá en la norma”, dice Fleming. La población envejece, la esperanza de vida se alarga y cada vez es más difícil mantener un plan de pensiones. Sobre todo en países como Reino Unido y Estados Unidos, la jubilación para ancianos como Mike, sin ahorros ni ayudas, es parecida a una utopía.
Tara Rymer, columnista en la prensa australiana, se imaginaba en sus 20 una jubilación al ritmo del balanceo de su mecedora, frente a una caravana, en algún camping de la extensa isla. Hoy, sin embargo, a sus 30, teme que una jubilación así sea solo para ricos: “Mientras trabajo e invierto en mi presente, me quedo sin nada para mi futuro”. “¡Siento que la única manera de cambiar la situación sería ganando la lotería!”, exclama.
La tendencia, cuanto menos, asusta, sobre todo a los más jóvenes. Según David Blake, director del Instituto de Pensiones de Cass Business School, “el peligro es que tendremos una generación que realmente no pueda darse el lujo de retirarse”.
La realidad de la jubilación en los países que abrazan el neoliberalismo es desalentadora, afirma Fleming: “En ningún otro momento desde su creación, el Estado del Bienestar ha sido tan odiado por la élite gobernante”. La austeridad, desde su perspectiva ideológica, ha redefinido desde la seguridad social hasta los parques municipales y, señala el economista, la incertidumbre de las pensiones era solo cuestión de tiempo.
Cada vez más pensionistas trabajan en España. Cada vez más jubilados pobres en Europa recurren a minijobs para subsistir. Y, aun así, el resentimiento contra la tercera edad gana fuerza. La percepción de que los jubilados son un peso muerto para la generación millennial se extiende cada vez más. No solo en el aspecto económico, también en el político. Sin ir más lejos, Carolina Bescansa, cofundadora de Podemos, el partido más votado entre los jóvenes, afirmó que “si en España solo votase la gente menor de 45 años, Pablo Iglesias ya sería presidente del Gobierno”.
Para el economista, esta percepción de los más jóvenes juega a favor de los que quieren acabar con las pensiones: “Estamos presenciando una regresión importante en el trato a la tercera edad”.