Debate / A la mierda el trabajo
Como dice George Monbiot, me encanta cómo los billonarios se reúnen en Davos para ponderar sabiamente sobre quién podría estar causando tantos problemas al mundo… Pero, aunque cínicos, los amos del establishment tontos no son, y no se les escapa en sus deliberaciones los fenómenos más importantes a los que se enfrenta el mundo. Parece que este año el tema de los impactos de la automatización en el mercado de trabajo está emergiendo como una preocupación clave en el Foro Económico Mundial (WEF).
Si cuando el río suena, agua lleva, vamos a ver de modo creciente este tema en los debates generales, tanto globales como en España. Merece por ello la pena reflexionar sobre el posicionamiento de la izquierda respecto a la revolución digital.
Visiones desde la izquierda
Es frecuente escuchar en la izquierda que la revolución digital es un tema tecnológico, extraño y ajeno a la economía política y al que solamente hay que conceder un poco (muy poco) de atención programática. Yo creo, sin embargo, que la digitalización de la economía va a tener efectos tan importantes que conviene que la izquierda se “meta el futuro en los huesos” y actúe desde ahora en consecuencia.
Esa escasa atención tiene que ver, de modo fundamental, con el cálculo de que la digitalización ocurrirá en un futuro indeterminado, que tiene escasos efectos a corto plazo sobre el empleo y que a largo plazo tiene un efecto neutro, porque se seguirán generando tantos empleos, o más, de los que destruya.
Las tesis del fin del trabajo debido a la revolución digital, o lo que otros llaman “determinismo tecnológico” –sigue el argumento de los que no creen en ella–, está siendo desmontada por una enorme evidencia científica. Argumentan: si la revolución tecnológica hubiera sido una de las causas más importantes de la destrucción de empleo en EEUU, tendríamos que haber visto también un crecimiento muy notable de la productividad en ese país, y ese no ha sido el caso.
La polémica sobre la paradoja de la productividad
Es indiscutible que muchos estudiosos de tendencias en las economías industrializadas han mostrado perplejidad debido a que el rápido ritmo de innovación tecnológica digital no coincidía con grandes ganancias de productividad. Y es cierto que, en ese contexto, se ha hablado de la “paradoja de la productividad”. Pero conviene resaltar que ese es un debate del pasado, de las dos últimas décadas del siglo XX y sobre datos de los años 70, época en la que Robert Solow acuñó su famosa frase: “Vemos ordenadores en todas partes, menos en las estadísticas de productividad”.
Si la revolución tecnológica hubiera sido una de las causas importantes de la destrucción de empleo en EEUU, tendríamos que haber visto también un crecimiento notable de la productividad
Lo cierto es que ese estancamiento se corrigió a partir de los años 90. De hecho, de acuerdo con el US Bureau of Labour Statistics, el crecimiento de la productividad fue como media de 1,7% entre 1971 y 1980, y del 1,5% entre 1981 y 1990. Pero pasó a 2,3% entre 1991-2000 y a 2,4% entre 2001-2010. Previamente, en los comienzos del nuevo siglo, las estadísticas del Department of Labor de los EEUU también confirman que en 1995-2004 la productividad creció el doble que la media de las dos décadas previas: si en 1973-1995 la productividad creció 1,5, en 1995-2004 creció al 3,1.
Por ello habría que decir que hablar del estancamiento de la productividad como demostración del escaso impacto en la destrucción de empleo de la digitalización económica no es una afirmación basada en los datos empíricos significativos.
No obstante, surgen dos interrogantes que conviene despejar. En primer lugar ¿por qué existió un período (entre 1970 y 1995) en el que la revolución digital apenas se reflejó en avances de la productividad? En segundo lugar, ¿son ganancias de productividad de en torno al 3% lo que cabe esperar de la revolución digital? Al fin y al cabo son crecimientos no muy alejados de los ocurridos en los años 50 0 60 del pasado siglo…
Para responder brevemente a ambas cuestiones, la representación gráfica que se expone a continuación puede dar respuestas bastante convincentes. Procede de un libro que considero fundamental a la hora de abordar el tema de la importancia y los efectos de la revolución digital, The Second Machine Age, de Brynjolfsson y McAfee:
En esta gráfica con una línea gruesa gris se reflejan las ganancias en productividad de la era de la electrificación (1890-1940); su escala temporal aparece en el eje horizontal superior. La línea negra más fina corresponde a la evolución de la productividad de la era de la digitalización, que se refleja temporalmente en el eje horizontal inferior entre 1970 y 2012.
Llama la atención en primer lugar la evolución muy similar de la productividad en las dos eras, de modo que sus trayectorias en cuanto a productividad casi se superponen en su desarrollo. Es evidente también en ambos casos que la productividad creció más gradualmente en los 25 primeros años desde la introducción de las nuevas tecnologías, y su ritmo se acrecentó a partir de entonces. Esto se debe a que, como está muy bien documentado, estamos hablando de General Purpose Tecnologies, tecnologías pivotales que para alcanzar todo su desarrollo necesitan propagarse por todo el tejido productivo y combinarse con otros elementos existentes para adquirir todo su potencial. Esto explicaría, de modo muy conciso, por qué la introducción en nuestro tiempo de las nuevas tecnologías (digitalización, microchips e Internet) no arrojaron, en sus primeras décadas, los efectos instantáneos que muchos esperaban.
La productividad creció más gradualmente en los 25 primeros años desde la introducción de las nuevas tecnologías, y su ritmo se acrecentó a partir de entonces
En segundo lugar, se puede ver en el gráfico de la evolución de la productividad en la era de la electrificación que a partir de 1930, cuando la transversalidad y la capacidad combinatoria de la electricidad y la máquina de combustión interna se encontraron en su cúspide, volvió a acelerarse la productividad. Parece lógico que algo parecido, después de trayectorias muy paralelas, pasará en las próximas décadas con la digitalización económica. De hecho cabe esperar una aceleración incluso mayor por el carácter exponencial de la digitalización.
Es curioso que los estudios relacionados con la “paradoja de la productividad” se refieran a la digitalización de un modo genérico (el impacto de las computadoras). Sin embargo, conviene destacar que la digitalización de la economía encierra muchos fenómenos, y que éstos es ahora cuando comienzan a combinarse con extraordinaria rapidez. El esquema siguiente del WEF ilustra esto:
Se han definido las tecnologías de la digitalización con tres atributos: exponenciales, transversales y combinatorias. Su desarrollo exponencial es evidente. Por ejemplo en el caso de los microchips, los ordenadores personales y sobre todo los teléfonos inteligentes. Su transversalidad, penetrando prácticamente en todas las actividades de producción y de servicios y transformando más y más sectores, es otra evidencia para cualquiera que estudie lo que está pasando en el sector de las telecomunicaciones, banca, sector automotriz, energético, etc… Y es ahora cuando las propiedades combinatorias, que significa la producción de nuevos productos o servicios digitales combinando algunos existentes, se están convirtiendo en norma y esta pauta seguirá en el futuro: su ejemplo más destacado es el Internet de las cosas que comienza a combinar juguetes, ropa, complementos, redes de transporte, viviendas, etc… es ahora cuando comienza a desarrollarse de modo exponencial también.
¿La digitalización de la economía destruye más empleo del que crea?
Despejado el argumento de la “paradoja de la productividad”, sigamos al corazón de la argumentación según la que las tecnologías digitales no destruyen más empleo del que se crea en otros sectores de la economía. Para responder otra vez con brevedad, he aquí la evolución de la productividad y el empleo en los últimos años en los EEUU.
Nos encontraremos con una gran sorpresa: desde comienzos de los años 2000 se produce un desacoplamiento entre el crecimiento de la productividad del trabajo, que continúa creciendo, y el crecimiento del empleo, que se estanca y retrocede – antes de la gran recesión.
La sorpresa sería aún mayor si proyectáramos esta serie hacia atrás durante los últimos 200 años. Veríamos entonces que ese desacoplamiento no se ha producido nunca hasta ahora.
Nos vamos enfocando hacia una sociedad en la que una parte de los trabajadores son precarios y otra, parados tecnológicos
La tesis dominante en la izquierda, que yo comparto, es que el modelo neoliberal ha traído consigo la destrucción del poder organizado de los trabajadores y con él la aparición de salarios a la baja permanente, retroceso de la masa salarial y de las rentas de las clases trabajadoras y, en definitiva, la aparición del precariado. Pero esa realidad política, que debería suponer como resultado un crecimiento a la baja de la productividad y un crecimiento del empleo precario ¡no puede impedir que la productividad debido a la digitalización de la economía crezca y que el empleo se destruya (no vía estadísticas de empleo, sino de población activa, que es lo que está ocurriendo en los EEUU)
La única explicación posible es que ambas realidades, el modelo neoliberal y los efectos de la digitalización de la economía no son fenómenos excluyentes, sino complementarios: hoy nos vamos enfocando, al mismo tiempo, hacia una sociedad en la que una parte importante de los trabajadores son precarios y otra parte importante, parados tecnológicos.
Estimaciones actuales sobre el impacto de la economía digital en el trabajo asalariado
Veamos ahora diversas apreciaciones sobre los efectos sobre el empleo en el futuro inmediato de la digitalización económica.
a)De acuerdo con el informe del WEF The Future of Jobs, la llamada Cuarta Revolución Industrial conducirá al desplazamiento de empleos en «todas las industrias y regiones geográficas». A medida que la robótica, la nanotecnología, la impresión 3D y la tecnología automatizada comiencen a funcionar, se perderán 7,1 millones de empleos netos en las 15 grandes economías desarrolladas y emergentes (incluyendo Reino Unido, Estados Unidos, Japón, India y China) para 2020. En su opinión, la mayoría de las pérdidas de empleo se producirán en los trabajos administrativos, como las funciones administrativas y de oficina. Sin embargo, estas pérdidas serán parcialmente compensadas por 2 millones de nuevos empleos proyectados, con demanda más alta para analistas de datos y representantes de ventas especializados. Los hombres serán proporcionalmente los más afectados por la automatización, con cinco puestos de trabajo perdidos por cada trabajo ganado. Las mujeres, por el contrario, pueden perder tres empleos por cada trabajo ganado.
b)El IPPR (Instituto de Investigaciones sobre Políticas Públicas), con sede en Londres, predijo el mes pasado (diciembre 2016)que el paso a una tecnología impulsada por software pondría 15 millones de empleos en el Reino Unido –dos de cada tres– en «riesgo» durante las próximas dos décadas. Entre los más afectados estarán los empleados en el comercio minorista, con 2 millones de pérdidas de puestos de trabajo previstas para 2030 (60% del total actual) y en la industria manufacturera, con 600.000 pérdidas de puestos de trabajo previstas para el mismo período.
c)Un informe ejecutivo de diciembre de 2016 publicado por la Casa Blanca cita la ya famosa investigación académica de Frey y Osborne, que sugiere que hasta el 47% de los puestos de trabajo de EE.UU. podría estar en riesgo durante los próximos 10-20 años debido a la inteligencia artificial y la informatización. Sin embargo, considerando que parte de esas profesiones están hechas de tareas rutinizables y no rutinizables, establece la horquilla de puestos de trabajo en riesgo entre el 9% y ese 47%.
El informe del WEF afirma que se destruirán 7,1 millones de empleos netos en las 15 grandes economías desarrolladas
Además, se espera que los impactos de la automatización afecten desproporcionadamente a los más pobres, con la automatización poniendo en riesgo un estimado del 83% de los trabajos con salarios igual o inferiores a $ 20 por hora. Esto se compara con el 31% de los puestos de trabajo cuyo salario se sitúa en $ 20- $ 40 por hora, y un mero 4% de los trabajos que hacen más de $ 40 por hora.
De hecho, sólo el 1% de los que tienen una licenciatura trabaja en puestos de trabajo formados por «tareas altamente automatizables», en comparación con el 44% de los trabajadores estadounidenses con sólo un diploma de escuela secundaria.
Como conclusión, se debe establecer la hipótesis más probable de que en el corto plazo se comenzarán a sentir los efectos del paro tecnológico y que este efecto neto, de pérdida de puestos de trabajo debido a la automatización, se irá incrementando con el tiempo.
Los efectos perversos del negacionismo respecto al impacto de la economía digital
Hasta aquí algunas reflexiones basadas en datos. Sin embargo, lo peor de adoptar una posición desdeñosa frente a la revolución digital y sus efectos en el trabajo es que cierra las puertas a muchos temas cruciales que deberían ser parte de la agenda de la izquierda.
Se pasa por alto muchas veces que frente a la primera revolución industrial (la ocasionada por la máquina de vapor) y la segunda (iniciada con la electrificación), la digitalización de la economía se refiere a la utilización de un nuevo input productivo, la información, con características muy especiales: la información es infinita y quiere ser libre, porque su reproducción digital implica costes decrecientes que tienden a cero. Esto plantea un nuevo frente para el bienestar en el futuro. Para algunos la tarea de construir plataformas democráticas de la información es la principal en el siglo XXI para la izquierda, con una importancia equiparable a la construcción del Estado de bienestar en el siglo XX (IPPR).
Pero volviendo al impacto de la digitalización en el trabajo asalariado, en la medida en que la economía digital va penetrando el tejido económico, va destruyendo la necesidad del trabajo asalariado en el mercado capitalista. Naturalmente es una tontería decir que el trabajo va a desaparecer, porque los humanos seguiremos trabajando, es decir, utilizando nuestra creatividad para producir valor social. Pero no es una tontería decir que la economía digital va a prescindir de una cantidad creciente de trabajo asalariado.
Si no lo remediamos, muchos de los expulsados del mercado seguirán malviviendo con trabajos residuales y contratos basura: esa realidad es tan omnipresente que, en el fondo, explica el estancamiento secular al que se ve abocado el neoliberalismo hoy.
Pero también en las sociedades desarrolladas comienzan a aparecer segmentos importantes de ciudadanos que combinan empleos parciales con nuevas formas de actividad socialmente útiles, o se decantan por nuevas actividades que tienen poco que ver con el capitalismo: Wikipedia, los Creative Commons, el software libre y las nuevas iniciativas descentralizadas de economía colaborativa, social y solidaria son, quizás, el embrión de un modo de producción diferente y alternativo al capitalismo. Esta es una tesis fuerte que, de confirmarse, abre la posibilidad de una transición a un nuevo sistema productivo y es ahí donde se podría encontrar parte del núcleo duro de un nuevo paradigma de la izquierda.
Wikipedia, los Creative Commons o el software libre son, quizás, el embrión de un modo de producción alternativo al capitalismo
Por supuesto, uno de los grandes retos para aminorar este choque y mantener el objetivo de creación de empleo incluso en la economía digital es la necesidad de un cambio copernicano en los sistemas educativos y, en los países que envejecen como España, la necesidad de un sistema de formación a lo largo de toda la vida.
Para terminar, solamente si le concedemos a la digitalización de la economía el rango de característica sobresaliente de la nueva economía política del siglo XXI podremos dar todo su sentido a demandas políticas cada día más importantes, como la necesidad de reducir las horas de trabajo más allá, incluso, de las 30 horas semanales, o el establecimiento de una renta básica universal, que solamente en una perspectiva que tiene en cuenta los efectos de la economía digital cobra todo su sentido. Y es en ese sentido en el que abogo por una forma de RBU que comience ya a plasmarse estructuralmente en el sistema fiscal, en la forma de un impuesto negativo de la renta para aquellos cuya renta no llega hoy ni al nivel del umbral de la pobreza. Un impuesto negativo que pueda ir ganando en ambición en el futuro para generalizarse como una forma de renta a la que acceden todos aquellos que ya no están en el mercado capitalista, pero realizan tareas de utilidad familiar, social, creativa, para la comunidad.
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Ponencia presentada en el Foro de Economía Progresista en su sesión del 19 enero 2017.
Manuel Escudero. Economista.Coordinador del Foro de Economía Progresista.